Desde que se celebró el sorteo de la Copa del Rey 2019 y al Unicaja le tocó el IberostarTenerife no he leído un artículo ni he oído una opinión que no fuera que éramos favoritos y que estaríamos en semifinales. Vamos, la alegría después del sorteo era enorme. Ya nadie se acordaba de que Tenerife entró en ese sorteo como cabeza de serie. Es decir, acabó la primera vuelta mejor clasificado que nuestro equipo. Pero es que también olvidamos que el día de Reyes ganaron con facilidad en el Carpena.

Pensar que un equipo es favorito por el simple hecho de que su presupuesto es mayor y que, por lo tanto, su plantilla también es mejor, es un error que se comete con cierta frecuencia. Bueno, con mucha frecuencia. No voy a negaros que si tienes más dinero para hacer tu equipo tendrás más opciones de ganar. Pero entonces cada competición la ganaría el equipo con mayor presupuesto y todos sabemos que eso no es así. Puede ser que te ayude a tener más posibilidades, pero no te garantiza la victoria.

También estoy seguro de que esa enorme euforia que se ha vivido desde ese sorteo dichoso no ha sido compartida por el equipo. Los entrenadores tenían clara la dificultad del cruce que nos había tocado y estoy convencido de que habrán intentado transmitírsela a los jugadores. Mucho más después de aquel partido del día de Reyes.

Por segunda vez, Tenerife ha sido capaz de anular a Unicaja. La cuestión es que esta vez lo ha hecho en el mejor de los escenarios, la Copa del Rey y en un partido de cuartos de final que daba plaza para disputar una de las dos semifinales, semifinales que ya no recuerdo cuándo fue el último año que jugamos.

Ellos basaron su juego en varios aspectos para ganarnos. Saben que somos un equipo al que le gusta correr y jugar rápido. Pues ellos entienden que dominar el rebote es básico para controlar el ritmo del juego e incomodarnos. Saben que nuestro juego interior es superior al suyo y anulan a Shermadini y a Lessort anticipando su defensa para no dejarles recibir y poniendo siempre un hombre detrás por si alguno de nuestros pívots recibiera. Lo hicieron en su defensa en el poste bajo pero también en la defensa de sus continuaciones después de pick and roll. El resultado fue que entre los dos pívots cajistas anotaron 11 puntos, una anotación muy pobre que no demuestra la superioridad interior de nuestro equipo. Es cierto que esta defensa permitió que nuestros tiradores pudieran tirar de tres puntos con algo más de espacio. Pero esto no les importó. Ellos focalizaron su defensa en que nuestros pívots no anotaran y lo consiguieron.

Además coincide que una de las mayores virtudes de Tenerife nos perjudica enormemente. Ellos basan su juego ofensivo en atacar sin balón y pasarse el balón. La defensa de Unicaja no es una de las mayores virtudes en su juego. Tenerife jugó a que defendiéramos 24 segundos cada posesión. Pero no gastaban esos segundos aguantando el balón sin atacar. Los gastaban jugando sin balón y desarrollando su juego de pases. Esto desesperó a la defensa cajista que prefiere recuperar el balón antes, prefiere que el contrario tire a canasta usando menos segundos. Fueron innumerables las canastas que recibimos en los últimos segundos de posesión, muchas de esas canastas muy fáciles y de alto porcentaje.

Por desgracia, fue una demostración, una más, de que ese dicho tan famoso de que no se puede vender la piel del oso antes de matarlo es algo que se tiene que tener muy presente en el deporte.

Mi convencimiento de que el equipo ha preparado el partido con la máxima ambición pero también con el máximo respeto es absoluto. Pero creo que hay muchos que deben aprender esto y esperar a celebrar cuando se acabe el partido porque esta no es la primera vez que nos pasa y, por desgracia, tampoco será la última. No estará mal recordar el partido del jueves la próxima vez que haya que analizar a un rival del Unicaja. Y mira que pronto viene el Alba de Berlín... Intentemos tratar al equipo alemán sin miedo, con ambición de ganarles, pero con el respeto que seguro les tendrán nuestro equipo y sus entrenadores.