De desastre en desastre. Hoy hace justo un mes que el Unicaja. El pasado 14 de febrero, en los cuartos de final de la Copa ante el Iberostar Tenerife, el equipo malagueño caía eliminado a las primeras de cambio de la competición del KO. Hoy, un mes después, el Unicaja afronta otra terrible resaca, al perder anoche en Berlín ante el Alba en los cuartos y despedirse de la Eurocup. Un inesperado revés para un equipo que ha hecho de la irregularidad su bandera y que está «tocado» y con un único objetivo ya, la Liga Endesa .

Es muy duro el periodo que se avecina. Dos meses y medio hasta que finalice la Fase Regular de la ACB, con 12 partidos por delante, sólo un encuentro por semana, y la sensación de fracaso adherida a este proyecto 2018/19 tras los fiascos de la Copa y de la Eurocup.

La pronta eliminación de la segunda competición continental deja al aire los defectos y problemas del equipo, incapaz de ser fiable, con graves problemas en defensa y con un plantel indolente que no ha sabido ganarle la partida a un joven e inexperto Alba Berlín. Un rival que ha sido mejor en el cómputo global de la eliminatoria y que ha dejado herido de muerte este proyecto verde. Da miedo pensar en el descenso de este club, que hace un lustro competía con Olympiacos, CSKA o Maccabi, que tuvo luego que contentarse con disputar y ganar la Eurocup y que ahora no es capaz ni de pasar la eliminatoria de cuartos de final del torneo ante el Alba. La espiral en la que ha entrado la entidad, con sucesivas bajadas de presupuesto (excepto el año pasado) pero con una musculatura económica potente de 11 millones, es para estar, sin duda, mucho más arriba. Caer ante el Alba es la demostración de que hay cosas que se están haciendo muy mal en la entidad.

El Unicaja no podrá luchar por la gran final. Lo hará, en su lugar, el Alba Berlín de Aíto García Reneses, que se verá las caras en las semifinales con el Morabanc Andorra que derrotó por sorpresa en el tercer partido de su serie al Asvel Villeurbanne francés. Viendo el rival, el Unicaja ha malgastado una ocasión preciosa para plantarse en una gran final continental. Pero el equipo no da para más. Una lástima y una obligatoria reflexión.

Quedaba claro en verano que el Unicaja había perdido potencial. No ya con el que disputó la Euroliga el pasado año, sino con el que hace dos temporadas se coronó en Valencia. Echar un vistazo a esa batería de jugadores y compararla con los que hay ahora es un duro ejercicio de impotencia pero de responsabilidad. Nemanja Nedovic, Jamar Smith, Kyle Fogg, Jeff Brooks, Dejan Musli, Alen Omic... Con un presupuesto similar al actual había, qué duda cabe, un esqueleto mucho más poderoso, que se articulaba sobre un núcleo nacional con Alberto Díaz, el polaco Waczynski, Dani Díez o Carlos Suárez.

La planificación, salta a la vista, ha sido muy mejorable. Y ahora se paga una labor de reclutamiento muy mejorable. Tampoco ha estado a la altura de las circunstancias mínimas exigidas el banquillo. Luis Casimiro impulsó al equipo en un primer tramo de temporada maravilloso, pero se ha mostrado una inconsistencia y una debilidad defensiva que han hecho imposible competir a un buen nivel. Ni Brian Roberts ni Kyle Wiltjer son jugadores que brillan en defensa. Y las dos graves lesiones musculares de Alberto Díaz han sido, qué duda cabe, un tremendo lastre, a la que se unió la de Suárez.

No fue capaz el club de reforzar la plantilla con un «cuatro y medio» atlético que hubiese aportado más fiabilidad defensiva, músculo y rebote. Y ese hándicap, con un Viny Okouo meramente decorativo, ha sido un problemón. De una plantilla de 13 jugadores, el Unicaja se ha quedado con sólo 11. Lo que unido a las lesiones acortó la rotación, con jugadores muy por debajo del nivel exigido.

El varapalo en un solo mes ha sido muy serio. Veremos si el equipo es capaz de rearmarse, cuando en un mes se incorporen Alberto y Jaime, y si es capaz de competir y luchar por la cuarta plaza en la ACB, que le garantice un cruce con factor pista. Quedan 12 partidos ligueros y dos meses y medio muy largos, con solo un partido por semana. Un tiempo complejo en el que se necesitan hechos, no palabras.