A ningún aficionado le sorprende la presencia habitual del Valencia Basket en los momentos decisivos de la temporada. Al mismo ritmo que prosigue aumentando su palmarés, el club taronja lleva varios años consolidando su ambiciosa apuesta en pos de convertirse en alternativa ante el triunvirato dominador del baloncesto español.

Bajo el mecenazgo de la familia Roig, el Valencia continúa construyendo una nueva identidad más allá de las canchas de juego. Teniendo como referencia la Euroliga, el equipo che posee unas modernas instalaciones para sus categorías inferiores (L'Alqueria) que, junto al ilusionante proyecto del «Valencia Arena», le van a convertir en todo un referente en nuestro continente. Da la sensación que Valencia ha dado el «sorpasso» a Unicaja tanto en el ámbito deportivo como en lo social, aunque no siempre fue así.

Hoy traigo a la memoria los primeros años de Valencia en ACB. Su ascenso deportivo en 1988 le llevó por méritos propios a una liga que crecía hasta los 24 equipos participantes. Eran los años del «boom» del baloncesto nacional y todo el mundo quería participar del espectáculo de las canastas. En esas primeras temporadas, la empresa azulejera Pamesa Cerámica era su patrocinador principal y el crecimiento de su afición provocó el traslado a una Fuente de San Luis que iría sufriendo numerosas transformaciones en años venideros.

La ambición siempre fue característica intrínseca en la capital del Turia. De esos primeros años en los que se fue fraguando una estructura de club, quiero destacar a cuatro jugadores que le dieron un empaque de relevancia al proyecto: dos nacionales y una dupla de americanos.

Por orden cronológico, el primero en llegar fue Brad Branson. El fornido pívot yankee llegó del Real Madrid en el verano de 1988. Un jugador con experiencia NBA y en la Lega italiana, que ofrecía dureza defensiva junto a un gran acierto ante el aro rival (aún es el 2º máximo anotador histórico del Valencia tras sus seis temporadas). Branson se erigió en el pilar sobre el que se iba a ir definiendo la estructura del equipo che. Tan arraigado estuvo que finalmente consiguió la nacionalidad española por matrimonio.

Para la siguiente temporada se ficharon a los dos jugadores españoles que se convertirían en la pareja exterior de referencia del Pamesa. El base riojano Salva Díez llegaba procedente de CajaCanarias y asumió el mando del equipo, dirigiendo con eficacia y números relevantes en asistencias y robos de balón. Salva Díez terminó su periplo en Valencia cuando Aíto lo incorporó al Barça como especialista defensivo de primer nivel. Junto a él llegó el venezolano de nacimiento José Luis «Indio» Díaz, todo un clásico de los 80. Proveniente del CAI Zaragoza, Díaz ya había destacado en las filas del Real Madrid. Buen anotador y pedigrí de escolta solvente, «Indio» Díaz fue la mayor amenaza exterior del equipo valenciano hasta el momento de colgar las botas en 1993.

Larry Micheaux fue el último en incorporarse en 1990. El hercúleo pívot negro recaló desde Vitoria para formar una pareja interior de categoría junto al citado Branson. Fue compañero de Akeem Olajuwon en la Universidad de Houston y uno de los mejores reboteadores de la ACB durante su paso por el Taugrés. En las filas valencianas, superada la treintena, supo aportar su músculo, inteligencia y calidad al poste bajo para ofrecer un rendimiento brillante en la recta final de su carrera.

A pesar de esos cuatro grandes jugadores y de los buenos resultados generales, el club taronja tuvo que esperar hasta la temporada 97-98 para conquistar de forma sorprendente el título de la Copa del Rey y conseguir su primera clasificación para los play off de la Liga, hecho habitual en las últimas dos décadas.

LA PEQUE - COLUMNA

¿Sabías qué el Valencia Basket ya ha ganado 4 veces la Eurocup?