Se acabó la temporada. Y lo hizo con un partido en el que el Unicaja fue el Unicaja en su estado más puro. Y es que el equipo mostró en los últimos 40 minutos de la temporada todas las virtudes y todos los defectos que le han acompañado en esta campaña tan irregular. Fue un Unicaja paupérrimo en el primer cuarto (25-10), fue un Unicaja que vivió del triple en el segundo parcial (42-31), fue un Unicaja trabajador y con fe para darle la vuelta al marcador tras el intermedio (60-61), pero a la hora de la verdad, y con el rival noqueado, fue ese Unicaja al que le ha faltado una pizca de instinto asesino todo el curso para llegar más lejos en la Copa del Rey, en Europa y en esta misma Liga Endesa que este martes pasó a la historia para los de Los Guindos.

Habrá tiempo más en frío para analizar la temporada cajista. La despedida en Valencia fue honrosa. Haciendo sufrir a un rival con más presupuesto y con mejor plantilla. Obligándole a sudar hasta el último segundo. Después de 120 minutos de eliminatoria, el premio es para ellos, pero sin demostrar la superioridad que cualquiera hubiera previsto antes de empezar los cuartos de final.

Los verdes quedaron eliminados oficialmente en La Fonteta, pero la eliminación "real" la firmaron el domingo pasado en el Carpena. Creo que esto no admite debate. Después de sumar el 0-1 en la serie el pasado viernes, estaba cantado que las opciones de pasar a «semis» pasaban sí y solo sí por el choque dominical del Palacio. Aquel día se perdió y aquel día se firmó una sentencia a la que solo le faltaba la rúbrica en la pista del rival.

Era un partido sin retorno. El definitivo. Esperaba el Real Madrid en semifinales o las vacaciones forzosas. Y el guión del partido fue justo el contrario de lo que necesitaban los verdes en el arranque.

El Unicaja sufrió desde el primer ataque. No le entraron los tiros y el rival se dio un festín desde el perímetro (9-2, 13-4, 20-6). Sin rebote y sin acierto, el Unicaja cerró el pimer cuarto con un descorazonador 25-10 que daba poco margen a la ilusión. Mejoró algo la imagen el equipo en el segundo cuarto. Al menos, empezaron a entrar los triples y el partido dejó de ser un monólogo naranja para convertirse en un intercambio de golpes más acorde a lo vivido en las dos primeras entregas de la serie. El Valencia volcó su juego de ataque en la pintura, sobre todo de la mano de un Mike Tobey que hizo mucho daño. El 42-31 del descanso dejó a los verdes, al menos, «enganchados» al partido.

Tuvo amor propio el Unicaja para seguir remando y remando en el tercer parcial. Se puso a 8, 47-39, después a 7, 56-49 y a solo 5, 56-51, poco antes de llegar al minuto 30. Lo que parecía en el primer cuarto un paseo triunfal de los taronja se había convertido ya en un partido casi de igual a igual.

Pero el mejor momento cajista estaba todavía por venir. Un buen arranque del último cuarto acercó a los verdes a 2, 60-58. El polaco Waczynski, con un triple, obró lo que parecía un milagro: 60-61. El Unicaja, por primera vez en todo el partido estaba por delante, a 7:46 del final. La Fonteta enmudeció ante la reacción verde.

Ponsarnau paró el partido. El Valencia reorganizó sus ideas. Y se encontró a un Labeyrie que en dos ataques «cascó» 7 puntos (con un 3+1 incluido), que devolvieron al Valencia el mando del marcador y de la eliminatoria.

Los verdes, a la desesperada, buscaron el imposible con más corazón que cabeza. El marcador final, 79-76, les dio a ellos las ansiadas «semis».

Ahora toca trabajar en los despachos. Y mucho. Hay muchas decisiones que tomar con jugadores que acaban contrato y con algunos que, teniéndolo, a lo mejor no lo cumplen. Hacer examen de los errores cometidos y tratar de repetir todo lo bueno de una temporada que no pasará desde luego a la historia como una de las mejores del club en la elite.