Cuarenta años después del estreno de la primera película, la saga de «Star Wars» parece haber llegado a su fin. Múltiples personajes han llenado las pantallas durante nueve entregas con la familia Skywalker convertida en el hilo conductor de una historia que ha emocionado a varias generaciones de espectadores con sus aventuras en aquella galaxia tan lejana.

En una dimensión más terrenal, el baloncesto también nos ha permitido gozar con las andanzas de familias relevantes sobre el parquet. La afición maña guarda en su memoria las competidas batallas lideradas por los Arcega y los Angulo, aunque el protagonista de hoy es Santiago Aldama, jugador del CAI Zaragoza en los 90, y cuyo hijo parece predestinado a marcar el rumbo del futuro del baloncesto nacional.

El joven «padawan» Santi Aldama Jr. representa el futuro de una estirpe en la que el balón naranja siempre ha estado muy presente. Hijo y sobrino de jugadores de altura, Santi se ha formado alejado de los focos de las canteras de los clubes ACB. MVP del último Eurobasket sub-18, no son pocos los especialistas que se lanzan a comparar al joven jugador con Pau Gasol gracias a su liderazgo en la pista y su capacidad para combinar el tiro exterior con excelentes movimientos cercanos al aro. Desgraciadamente su recién iniciada aventura en la liga universitaria americana no ha empezado con muy buen pie por causa de una grave lesión de rodilla.

Su padre, el «maestro Jedi» Santiago Aldama tiene una carrera profesional que merece la pena ser contada desde sus orígenes. Su llegada al deporte de la canasta se produjo de rebote en su Rioja natal cuando era un adolescente, teniendo un ascenso fulgurante que le llevó a convertirse en una de las grandes promesas del baloncesto aragonés y español de finales de los 80.

Santiago, pívot clásico de 2,13 metros, fichó por el CAI Zaragoza para formar parte de una poderosa plantilla que conquistaría la Copa del Rey en 1990. De complexión delgada, destacaba por su capacidad para taponar como eficaz jugador interior de rotación. Santiago seguía quemando etapas a la velocidad del «Halcón Milenario» sin ser consciente del reto que tendría que afrontar.

Antonio Díaz Miguel, eterno seleccionador español, había puesto sus ojos en el joven interior riojano. Su apuesta por Santiago iba encaminada a conseguir una misión casi titánica: convertirse en el sucesor de Fernando Romay, el gigante del equipo nacional. Y ese plan tenía una meta señalada, los Juegos de Barcelona'92.

Sin embargo, la preparación de las Olimpiadas fue más complicada que atravesar un campo de asteroides. La huelga convocada por la Asociación de Baloncestistas por la llegada del tercer extranjero en las plantillas de la ACB supuso una traba importante para la selección, que se vio afectada por importantes bajas (no se pudo contar con Ferrán Martínez, Antonio Martín ni el propio Romay por diferentes motivos) provocando que Santiago tuviera que asumir una enorme responsabilidad sobre sus hombros.

El torneo olímpico no dejó grandes recuerdos para el baloncesto patrio más allá del último relevo de la antorcha de Epi y poder disfrutar con las exhibiciones del «Dream Team». Santiago sufrió en sus carnes la dolorosa derrota ante la selección de Angola que dejó noqueado a todo un país. Aunque su mejor recuerdo tuvo lugar antes del duelo contra USA al coincidir con Michael Jordan en el saludo inicial por lucir ambos la camiseta con el dorsal número 9. Chocar la mano con «Air Jordan» supuso la chispa que dio continuidad a la saga de los Aldama en el mundo del baloncesto.

La Peque - Columna

¿Sabías que la Copa del Rey que ganó Unicaja se disputó en Zaragoza?