Han pasado 25 años de aquella final liguera 1994/95 entre el Unicaja de Javier Imbroda y el Barça de Aíto García Reneses que tan fresca está en la memoria de todos los amantes del buen baloncesto. Este lunes, 18 de mayo, se cumple un cuarto de siglo del mítico partido en el que Michael Ansley no acertó con un triple que pudo haberle dado al Unicaja la primera Liga de su historia. La Opinión de Málaga localiza a Javier Imbroda, actual consejero de Eduacación y Deportes de la Junta de Andalucía, que entre videollamada y videoconferencia atiende con amabilidad a este diario para revivir aquel momento para la historia del baloncesto malagueño, andaluz y español.

25 años, ¡cómo pasa el tiempo!, ¿no?

¡Madre mía! ¡25 años! Dice la letra del tango que «20 años son nada», pero sí son. Hay una frase que dice... «cuando pase el tiempo nos daremos cuenta». Esa es una frase muy típica que quiere decir que en el momento que pasan las cosas vives en un estado de euforia que no es ni racional y no eres consciente del alcance de lo que está pasando. Y aquella final que vivimos contra el Barça es de esos hechos que la perspectiva que te da el tiempo dice que lo que pasó hace 25 años en Málaga fue algo extraordinario. Solo puedo tener palabras de agradecimiento hacia todo el mundo por poder vivir aquello. A los jugadores, al club, a la afición y a toda la ciudad, que compartió con nosotros un sueño.

¿Es consciente de que un cuarto de siglo después, esa final sigue siendo una de las más icónicas de la historia del baloncesto español?

Me han preguntaado muchas veces qué hubiera significado que aquel triple hubiera entrado. Es evidente que cualquier equipo siempre juega para ganar, pero creo que la diferencia hubiera estado solo en el tamaño del trofeo porque creo que todo lo demás es como si hubiéramos logrado una gran conquista. Es verdad que aquello se ha convertido en un icono del baloncesto español. Nunca se ha recordado a un subcampeón como aquel equipo. Yo creo que se habló más del subcampeón que del campeón. Aquello supuso algo histórico no solo en el baloncesto, en el deporte en general. No fue un título, pero casi. Fue un trofeo más pequeño, pero que conquistó el corazón de Málaga y de España.

¿Hay algo que nunca haya contado en estos 25 años de aquella final? ¿Algún secreto todavía por desvelar? ¿Qué tenía aquel equipo para funcionar tan bien?

De aquella final lo más importante era que éramos un equipo que quería ganar y competía sin ningún tipo de complejo. Contra quién fuera, dónde fuera y a la hora que fuera. Creo que esa fortaleza mental de aquel equipo fue la que hizo conquistar el corazón de una ciudad. No puedo hablar solo de una afición porque fue de toda una ciudad. Toda España era del Unicaja. Yo recuerdo que Arvydas Sabonis me contó que siguió desde Lituania aquella final con una enorme pasión, esperando el triunfo del Unicaja y que le gustaba cómo jugaba aquel equipo, el desparpajo que tenía... Ahora no tengo el dato actualizado, pero hubo un tiempo en el que me dijeron que de los 10 partidos más vistos en TV en la historia del baloncesto, incluidos los de la selección española, estan tres de aquel play off final. Una cosa increíble.

Hablamos de una plantilla muy completa, que tenía de todo...

Sí, lo que he dicho de las ganas y la fuerza mental, acompañada, lógicamente, de talento y de una gran capacidad para sufrir. Aquel equipo sabía sufrir. Había muy buena relación entre los jugadores. Casi el 80% eran jugadores de cantera, Alfonso Reyes era casi como si fuera de la cantera porque vino muy joven, Manel Bosch hacía un gran trabajo y después tres jugadores extranjeros que parecían tan malagueños como los demás, que se adaptaron perfectamente y que tenían un gran talento, cada uno en su posición.

Michael Ansley se autoproclamó «mejor 4 de Europa» ¿Exageraba?

(Risas) No, no. No exageraba. Tenía una personalidad espectacular. Tenía una gran confianza en sí mismo. Era un jugador que dominaba el juego perfectamente. No es fácil encontrar jugadores que sepan leer el juego como él lo leía, aun teniendo sus limitaciones, porque Mike no era un atleta. Físicamente no era el mejor, pero sabía sacar el mejor rendimiento posible a su potencial y eso le hacía ser uno de los mejores jugadores de Europa en aquel momento, sin ninguna duda.

Aquella jugada del triple de Ansley pudo cambiar la historia del básket en España. ¿Qué pensaba usted mientras veía a Mike subir el balón en el último ataque? Sabía que se la iba a tirar, ¿no?

Recuerdo que aquel partido no jugamos especialmente bien. Pesaba la posibilidad de ganar. Fue un partido muy trabado, con un ambiente especial por las declaraciones previas de Aíto... El partido estaba raro. El Barça llevó la iniciativa casi todo el partido y Mike se encargó de darnos opciones hasta tal punto de que tuvimos el balón del campeonato. Y quién mejor que él para decidir qué había que hacer. Yo no tenía tiempo muerto y además él cogió el rebote después de un tiro libre fallado por Salva Díez. Llevaba 36 puntos. Capturó el rebote y se fue andando para el otro campo. Era la mejor opción que podíamos tener en aquel momento.

¿Qué les dijo a los jugadores nada más entrar al vestuario, después del partido? ¿Lo recuerda?

Pues les dije que quedaba un partido más y que íbamos a ir a Barcelona a ganarlo. Ansley estaba muy afectado, pero delante de todos le aplaudí su decisión de tirarse aquel triple, le dije que estábamos todos con él y que habían hecho lo que tenía que hacer.

25 años después, si pudiera retroceder en el tiempo, ¿cambiaría algo de aquellos días? ¿De cómo se preparó aquella final?

Creo que para nada. Hubiera echado de menos un tiempo muerto en aquella última jugada. Vivimos todos un sueño que se hizo realidad. La satisfación de cómo un equipo de la cantera sin tantos medios económicos pudo llegar hasta donde llegó. No nos ganaba nadie a trabajo ni a ilusión ni a competir.

Ha cambiado mucho el baloncesto en estas dos décadas largas, pero ¿podría aquel equipo del 95 competir por los títulos en este 2020?

No tengo ninguna duda y además creo que sería un baloncesto muy atractivo y que a la gente le gustaría porque aquel equipo defendía, corría, hacía un juego brillante... Aquel equipo tenía todo para ser atractivo y competitivo hoy en día. Sería menos atlético, menos físico, pero lo supliría con esa capacidad de sufrimiento que le permitiría luchar contra esa desventaja física de los equipos de ahora. Aquel equipo era muy equilibrado y hoy es difícil ver ese tipo de plantillas. Hay un jugador para mi manera de ver que fue el que cambió el baloncesto, que fue Magic Johnson. De repente apareció un jugador con más de 2 metros que jugaba de base y podía jugar en todas las posiciones. Desde él hubo un baloncesto mucho más dinámico y equilibrado entre el juego interior y el exterior. Pero hoy en día lo que predomina es más el juego exterior y es complicado encontrar un juego interior de un equipo que te guste. Y es una parte del baloncesto fundamental. Aquel Unicaja del 95 lo tenía. Tenía un juego interior que daba equilibrio a la plantilla. Hacíamos un baloncesto muy atractivo y en el que cada jugador respetaba el rol de los demás, sobre todo en el juego ofensivo, porque no todos tenían el mismo talento en ataque.