Más de lo mismo. Esta vez ante los ojos de toda Europa. Ni tensión ni actitud ni defensa ni continuidad ni acierto en los tiros libres... Vamos, un desastre de principio a fin. Este Unicaja está empeñado en desesperar a su gente y en Montenegro firmó ante el desconocido Mornar Bar otro partido para olvidar en el que no se salvan ni el piloto y la azafata del chárter.

En medio de tantos dimes y diretes, con el debate más abierto que nunca sobre el juego interior, con la afición tuitera echando humo desde el fiasco ante el Manresa del sábado noche (con toda la razón) y con Luis Casimiro buscando soluciones a los errores de planificación del verano, la imagen del equipo en Bar fue la de un grupo que no cree en sí mismo, que está perdido, que irradia apatía, que parece que no tiene "hambre" y al que no se le ve solución inmediata.

El Unicaja es un equipo "muerto". Su imagen es la de un proyecto agotado en el primer mes de competición. Nadie está a la altura del escudo y la historia de este club. Ni los veteranos ni los jóvenes. Ni los que estaban ya antes ni los pocos que han llegado entre febrero-marzo y este pasado mercado estival. Ni los que tienen que jugar sobre el parqué ni los que les tienen que decirles cómo tienen que jugar desde la banda. Es todo un desastre tan absoluto como inesperado (al menos para mí). Porque una cosa es que haya una carencia en el juego interior evidente y que sabíamos todos, pero otra cosa muy distinta es dar pena 40 minutos ante un rival que en Europa no pinta nada, desconocido para la mayoría de aficionados y que está en esta Eurocup invitado, deprisa y corriendo, porque el Maccabi Rishon de Israel se quitó del medio a un par de semanas de empezar la liguilla.

Por todo esto es inexplicable que el Mornar pareciera por momentos la versión europea de los mejores Warriors de los últimos años. No voy a negar que el equipo montenegrino hizo muchas cosas bien, pero habría que saber si fue solo mérito de ellos o fue más por el demérito de un Unicaja empeñado, este principio de temporada, en hacer mejor a cualquier rival que se pone al otro lado de la pista.

Esta vez el que le eche la culpa a Thompson se equivoca. Y el que se la eche a Casimiro, también. Ellos dos son tan culpables como el resto porque nadie está a su nivel. Nadie. El equipo está mal hecho, está desequilibrado, no tiene físico, le faltan centímetros, solo defiende cuando el partido está perdido, no juega con cabeza, no se pasa el balón...

El partido fue, otra vez, un horror. El equipo aguantó 4 minutillos, 7-11. A partir de ahí, encajó un parcial de 11-0 y ya no volvió al partido. El Mornar comenzó a jugar a placer y a aumentar su ventaja. Fueron 6 abajo al final del primer cuarto (28-22). Después 12, 13, 16, 17... hasta el -19 coincidiendo con el descanso (58-39).

El tercer cuarto empezó con mínimos brotes verdes. El equipo volvió algo más concentrado del vestuario, el Mornar falló esta vez sus tiros (más que nada porque los verdes agacharon un poco el culo en defensa) y el marcador bajó hasta los 11 de desventaja, 61-50. Pero fue solo un espejismo. Se paró la sangría en defensa, sí, pero no acompañó con una mejoría en ataque de los lanzadores y el partido llegó al minuto 30 con un 71-56 que parecía ya la sentencia definitiva.

El último cuarto fue, como el día del Manresa, un quiero y no puedo. La mayor agresividad en defensa del Unicaja provocó que el Mornar perdiera ritmo en anotación, pero las pérdidas de balón, los innumerables e imperdonables errores en los tiros libres y la falta de continuidad acabaron de "matar" las ansias de remontada de un Unicaja que terminó cediendo 90-80.

Se avecinas días duros en Los Guindos. Alguien tiene que tomar medidas. No se puede dar esta imagen. El equipo necesita un revulsivo. Un cambio que le haga revivir. El Baskonia no jugó la Copa del Rey de Málaga en febrero porque fue un desastre absoluto en los tres primeros meses de la pasada temporada. 16 semanas después, en junio, ganó la Liga en la burbuja de Valencia. Un par de retoques, un reseteo y a empezar de nuevo. No hay otra solución. El proyecto cajista 20/21 se tambalea a 6 de octubre. ¡Que alguien pare esto!