El club de los poetas muertos es una de mis películas favoritas. El profesor John Keating (Robin Williams) llega a la prestigiosa Welton Academy (Vermont) y en lugar de ser el profesor tipo de la institución, el primer día les pide a sus alumnos que salgan al pasillo, se olviden del libro de la asignatura y les cita el poema que Walt Whitman dedicó a Abraham Lincoln: Oh capitán, mi capitán. Les explica el concepto del «Carpe Diem» y les pide que vivan el momento, que no pierdan el tiempo porque no lo van a poder recuperar. La escena final de los alumnos subidos a sus mesas despidiendo a su profesor al grito de «Oh capitán, mi capitán» es para mí de las más emotivas de la historia del cine. El profesor Keating no es el mejor de todos ellos, no es el más sabio, seguramente no es el más talentoso pero es el que los hace mejores a todos. Es el capitán.

Carlos Suárez es el capitán del Unicaja y no debe ser tratado como un recién llegado y menos el día que cumple 400 partidos con la camiseta del Unicaja. Lo ocurrido en el Moraca Arena ante el Buducnost fue muy triste. Un partido completamente decantado, ganado, un partido en el que más allá de todo lo que ocurra, y que no sabemos, era el partido propicio para que Carlos Suárez celebrara sus 400 partidos como se merece, jugando minutos y siendo importante. Muy al contrario, sólo jugó 6 minutos, y ganando de más de 20, Luis Casimiro lo hizo salir al campo a falta de 2 minutos para terminar. Un desprecio que el capitán no se merecía. Carlos empieza su decimoséptima temporada en la elite, la octava en el Unicaja después de pasar por el Estudiantes y el Real Madrid, y es junto a Alberto Díaz el único jugador imprescindible en la plantilla. Y los minutos que jugó en Podgorica fueron los minutos del recién llegado, los minutos del debutante.

Es la decisión del entrenador marginar a Suárez, no sabemos si por cuestiones tácticas o personales, pero lo que sí sabemos es que como está el equipo cerca de la canasta es difícilmente justificable. La temporada que llevan los otros «4» de la plantilla es para hacérselo mirar, ninguno mejora la aportación habitual del «43» y ni de lejos puede acercarse al carisma y trabajo que aporta Carlos Suárez cuando está en la cancha. ¿Cuánto durará esta situación? Sólo los interesados lo saben pero no me gustaría que esta historia acabara como acabó la relación de Carlos Suárez con la selección española, o llegue al punto que ha llegado la de Javier Beirán con el Gran Canaria, con el jugador en la grada esperando a la salida del entrenador. Son situaciones difíciles y desagradables que ni el club, ni la afición, ni el propio jugador se merecen.

Nadie está pidiendo que Carlos Suárez sea titular, ni que juegue 25 o 30 minutos por partido, sólo se está pidiendo un poco de respeto para la figura del capitán del equipo que además cuando juega lo hace bien. Nadie pide minutos «prestados», sólo se reclaman los minutos merecidos. Prueba del compromiso del jugador con la entidad es su comportamiento. Ni una mala palabra, ni un mal gesto. El miércoles en el Moraca Arena se pasó los últimos minutos del descanso pasando balones a sus compañeros titulares para que se ejercitaran en el tiro como si fuera un entrenador asistente, sus ánimos desde el banquillo son constantes y, al menos en lo que vemos, su actitud es irreprochable.

El domingo llega al Carpena el Estudiantes. El primer equipo de Suárez, donde se hizo jugador después de pasar innumerables horas jugando con su padre en los parques de Aranjuez, su ciudad natal. La ausencia de público eliminará el debate en la grada por la situación del capitán del equipo verde pero bien estaría que alguien reevalúe alguna de sus decisiones, como se ha hecho con otros jugadores de la plantilla, y encuentre un lugar para un jugador que merece otra posición. Suerte... y poneos la mascarilla.