El biodiésel es un combustible alternativo de origen natural, renovable y más limpio que el diésel tradicional. Por ello, su producción ha despertado un gran interés en los últimos tiempos, debido a la cada vez mayor escasez de combustibles fósiles, además de la situación derivada del cambio climático. Sin embargo, y a pesar de que sus emisiones de gases de efecto invernadero son menores que los combustibles tradicionales, la obtención de su materia prima genera graves impactos, hasta el punto de que se trata de una fórmula claramente cuestionada por los expertos en medio ambiente.

Ahora, una coalición internacional de grupos ecologistas, entre los que está la European Federation for Transport and Environment (T&E) y la española Ecologistas en Acción, ha reclamado a los gobiernos de Alemania, Países Bajos, Italia, Francia y España que supriman el uso de biocombustibles a base de alimentos, especialmente la palma y la soja, para el año 2021. La campaña lleva el nombre de #NoEnMiDeposito y trata de alertar sobre los efectos que tiene este producto sobre los bosques del planeta. El diésel que se vende como biocombustible, afirman, «puede contener hasta un 7% de aceite de palma y de soja». Para su cultivo se precisan grandes cantidades de suelo que a menudo deben ser previamente deforestados, sobre todo en selvas tropicales.

Un informe elaborado por estas entidades, titulado 'Más palma y colza en nuestros depósitos que en nuestros alimentos' pone de manifiesto que solo en 2019 el consumo de aceite de palma para fabricar biodiésel creció un 7% en la Unión Europea hasta alcanzar las 4,5 millones de toneladas, lo que constituye un récord histórico.

Este hecho coincide con el descenso que ha registrado el consumo de aceite de palma en la allimentación (bajó a un mínimo histórico de 2,8 millones de toneladas), lo que se atribuye a la «política europea de fomento del uso de biocombustibles» implantada en 2009 y que obliga a las empresas petroleras a mezclar biocombustibles con otros de tipo fósil para conseguir vehículos supuestamente menos contaminantes. Las entidades impulsoras de esta campaña destacan que en los últimos diez años el consumo de aceites vegetales como la colza, el girasol, la soja o la palma destinados a la industria alimentaria y oleoquímica se ha estabilizado en unos 12 millones de toneladas al año. En cambio, para producir biodiésel la cantidad aumentó un 46%, pasando de los ocho millones de toneladas de 2009 a los 11,7 millones en 2019.

Consumo del aceite de palma, por usos

T&E, una de las entidades conservacionistas más prestigiosas de la UE, recuerda que, si se tiene en cuenta la deforestación de bosques tropicales que se lleva a cabo para obtener los biocombustibles, estas sustancias terminan siendo un 80% más contaminantes que el diésel tradicional.

«La locura de quemar comida en los coches debe detenerse lo antes posible», afirmó la coordinadora del área de biocombustibles de T&E, Cristina Mestre, para quien «esta política fallida de biocombustibles eleva los precios mundiales de los alimentos, impulsa la deforestación y el cambio climático, además de amenazar tanto a las especies en peligro de extinción como a las comunidades locales«.

Se da la circunstancia de que España es el mayor productor de biodiésel de palma. En 2019, las refinerías de biocombustibles en nuestro país transformaron 1,76 millones de toneladas de aceite de palma en biodiésel.