La vivienda, obra del arquitecto Alfonso Reina y del arquitecto técnico Antoni Riera se emplaza en Son Puig, una zona residencial próxima al centro urbano de Palma de Mallorca. Está situada en una parcela en esquina de geometría trapezoidal, que condiciona desde un principio la compleja inserción del programa. Una buena orientación a sur, y las vistas al bosque de Son Puig determinaron finalmente cuál iba ser el "rostro" de la vivienda. La propuesta retrasa al máximo la edificación hacia su lindero norte para generar un amplio y luminoso vacío en el que se ubican la piscina, las terrazas y el jardín. La vaguada de pinar y almendros a la que se enfrenta sin obstáculo alguno la casa y la decisión de elevar dos metros y medio el terreno natural sobre la calle otorgan a esta vivienda unas buenas vistas y una luminosidad que baña el interior de cada una de sus estancias.

Vivienda de formas limpias y concisas, se asienta sobre una plataforma de piedra caliza capri. La fachada principal de la casa la singulariza un cuerpo cúbico que se vuelca, a modo de privilegiado balcón, sobre las vistas al bosque. En este espacio y con orientación al sur el arquitecto ha situado el dormitorio principal de la vivienda; y a su espalda, mirando al este, el baño desde el que un amplio ventanal permite contemplar la salida del sol y las líneas de una antigua posesión mallorquina, con la que contrasta la arquitectura contemporánea de la vivienda.

La geometría de la parcela provoca un desarrollo longitudinal del programa en el que las diferentes estancias se van entrelazando. La planta baja está unificada por un único hueco en fachada que engloba la cocina y el estar comedor. En la planta piso se encuentran los dormitorios y una zona polivalente adaptable a las necesidades de la familia en cada momento. Una escalera longitudinal blanca, de acero, vidrio y madera actúa de hilo conductor y comunica las diferentes plantas de la vivienda dando salida a un solarium desde el que se divisa el bosque de Son Puig y la bahía palmesana. Los numerosos ventanales y una claraboya situada en la segunda planta inundan de luz el proyecto.

El blanco presente en toda la vivienda contrasta con la calidez del suelo de madera merbau. La orientación y disposición de los huecos de las ventanas permiten una ventilación cruzada en verano y los vidrios bajo emisivos reducen pérdidas energéticas en invierno.

La zona exterior de la casa cuenta con unas terrazas de piedra blanca, en la que se abre paso una piscina de gresite rectangular blanco coronada por una plataforma de madera que vuela sobre el agua. A ambos lados de la piscina sendas zonas ajardinadas otorgan frescor y realzan la luminosidad que el color blanco confiere al espacio exterior. En el lindero oeste de la vivienda, presidida por la sombra de un chopo sobre canto rodado blanco, el arquitecto ha proyectado una zona de juego infantil.

Y en la parte posterior de la casa se ha creado un jardín con canto rodado blanco que continúa en la pared con la utilización de gaviones como telón de un prunus. Junto al árbol, varias vides trepan sobre el muro de hormigón creando un bonito juego de colores a modo de piel vegetal del duro material.