La víspera de que naciera, su padre auguró que sería niño y se llamaría Fofito. El último de los populares payasos de la tele que queda vivo cumple este año medio siglo en los escenarios con el talento y la ilusión renovados en cada función

¿Cincuenta años son una vida entera, ¿de qué?

De ilusión, porque para mí no he cumplido los cincuenta años todavía, yo quiero seguir actuando y cada vez me divierto más. Esos nervios que pasaba yo siendo joven para que el público me respondiera... ya están superados. La responsabilidad sí la llevo encima pero ya salgo mucho más tranquilo a actuar.

Antes de que naciera, su padre ya le anunció como Fofito.

Mi padre, que era el alma del grupo, tuvo la osadía de anunciar 24 horas antes de que yo naciera que sería varón y que me llamaría Fofito y cuando llegó a casa mi madre todavía seguía con la barriga. Al día siguiente nací yo y mi madre preguntó: «¿Qué? ¿Ha sido niño o niña?» y le dijo la comadrona: «Ha tenido usted un payaso». Así que payaso toda la vida.

¿Le gusta su nombre?

¿El mío particular, Alfonso?

No, Fofito.

¡Ah! Es que de chico siempre he sido Fofito. El único que me trata por mi nombre es Santiago Segura, que hemos hecho una película juntos y me llamaba Alfonso... Y cuando lo escuchaba yo decía, ¿ quién será ese Alfonso? Que eres tú... Hay veces que me nombran por el DNI y el pasaporte y no respondo y mi mujer dice: «Que te están llamando».

Una vida entera de payaso, ¿es muy complicada?

En una vida de payaso se pasan muchos apuros, mucho viajar y cuando es una familia tan grande como la que hemos sido nosotros, que hemos llegado a viajar 22 de familia y tres perros, más. Mi padre y mis tíos procuraban que los contratos duraran años para así poder ir nosotros al colegio, así hacíamos un curso en Chicago, otro en México, otro en Miami, otro en Puerto Rico, otro en Venezuela...

Ustedes hacen reír pero, ¿en sus vidas hay pocas risas?

Muchas veces que tenemos un dolor de muelas o nos sentimos mal y hay que salir a actuar y la gente no lo puede notar. Eso lleva años....

Usted es el último superviviente de los payasos de la tele.

No, no digas eso. Bueno... Porque entonces el siguiente que se va soy yo [risas]. No, no creo porque teniendo a mi hija al lado, a mi hermano, a mi primo, a los hijos de Gaby que se dedican a esto también, va a haber Aragón para rato.

¿Qué aprendió de su padre y sus tíos?

Con Gaby a tocar el saxofón, con mi padre la picardía, porque date cuenta que mi padre era el payaso parlanchín y estaba en todo lo que se decía en el país y luego el romanticismo que tenía Miliki cuando tocaba el acordeón, cómo miraba a la cámara con aquellos ojitos de ternura y enamorando, porque Miliki comenzó enamorando a las quinceañeras en Cuba hasta que se casó.

¿Qué tal se lleva con su primo Emilio Aragón?

Bien...hablamos hace unos días. A él la muerte de Miliki le ha cogido con 54-55 años, pero date cuenta que a mí cuando faltó papá yo tenía 27 años. Yo tuve más apoyo con Gaby y con Miliki, un apoyo que Emilio no lo tiene ahora, pero yo diría que está maduro, más que maduro yo diría que está podrido, canoso y parece mayor que yo con la barba.

¿Tuvo problemas con esa parte de la familia?

Los trapos sucios se lavan en casa, pero sí, hubo un momento en que no entendías por qué no se nos abrían algunas puertas de trabajo para Rody y para mí y pensamos que había mala sombra por parte de la familia, pero después se aclaró todo.

La frase ¿Cómo están ustedes? es su imagen de marca. ¿Cómo surgió?

Surgió en Cuba y como allí se trata a todo el mundo de tú y al niño de usted, dijo Gaby: «Vamos a preguntar: ¿Cómo están ustedes? Y así surgió.

¿Es más difícil hacer reír a los niños de hoy día?

El niño hoy día está más preparado, es más avispado porque tiene más medios, juega con juguetes que nosotros ni pensaríamos en aquella época, y entonces, ¿qué hacen Fofito y Mónica? Pues esconderle más el chiste y la situación para sorprenderles y en el circo se ve la cara de sorpresa cuando piensa ahora se va a caer y no se cae. Lo que más le gusta son las canciones porque está participando toda la familia. Ve a su abuelo cantando, a su padre...

¿Qué le gusta más, el directo del circo o el montaje de la tele?

Mónica y yo disfrutamos más con el directo, porque a mí me gusta improvisar mucho. El otro día en Madrid al acabar la función los chicos me decían: «Fofito es que no haces una función igual que la otra, o metes un chiste o cortas una cosa..». Y claro, esa es la frescura que le damos en directo, que parece que es espontáneo lo que está surgiendo