Con un gran zumo de naranja que ella misma califica como un «tanque» nos reciben Ana Luna y su madre en el Kaleido Málaga Port, restaurante del que su padre es socio. A pesar de que el reloj marca las 17.30 horas, acaba de almorzar. Hoy se ha levantado muy tarde, casi a mediodía, porque llegó ayer (por el lunes) de Madrid de ver la final de MasterChef Junior, donde quedó segunda, tras su compañero Mario. No ha ido al cole pero mañana ya no se escapa. Todavía tiene la bata manchada con restos de la salsa de frutos que preparó para la final. La luce con orgullo y no quiere lavarla. Una prueba más de la gran experiencia vivida.

¿Cómo una niña de once años sabe cocinar cosas que personas que llevan años entre fogones desconocen?

Porque mi madre y mi abuela cocinan muy bien y he aprendido de ellas. Aun así, yo no hago cocina moderna soy más casera.

¿De dónde viene esta afición?

A mi abuela le gusta hacer rosquillas y yo quería aprender así que con ocho años le empecé a ayudar mientras hacía formas, ponía azúcar... A partir de ahí le decía a mi madre que quería ayudarle en la cocina y me daba cosas fáciles. Poco a poco se convirtieron en más difíciles.

¿Por qué hiciste en la final del programa magret de pato con cuscús y salsa de frutos rojos?

Es un plato que en Navidad siempre hacemos en mi casa y quería dedicárselo a mi familia. Como era el Día de Reyes, lo preparé.

La presión ha sido un elemento más en cada una de la pruebas, ¿qué tal te ha ido con ella?

La presión ha sido un poco mala y más a mí que los nervios me traicionan y tenía que controlarlos y vencerlos. Cuando cocino en casa lo hago tranquila y sin tiempo y aquí -en el programa­- no era así y eso me ponía más nerviosa aún.

¿Quién era tu favorito?

La que quería que ganara era yo [risas al responder ] pero si no, me hubiera gustado que ganara Noa. Nos conocimos al inicio y nos llevamos super bien. Nos hemos hecho muy amigas, porque compartíamos hasta la casa en el programa, y aunque se fue en el primer programa, me hubiera gustado que ganara ella.

¿Cómo ha sido la experiencia en MasterChef Junior?

He aprendido muchas cosas como a ser compañera, por ejemplo. Cuando me corté en la final Mario no paraba de darme ánimos. También he aprendido nuevas técnicas, cortes y un montón de platos. Me lo he pasado genial.

¿Te habías cortado antes?

En el programa no y antes creo que tampoco. Ahora en casa solo quiero los cuchillos profesionales. Es que mi madre usa los pequeños y le he dicho que ya no quiero esos... Lo que pasa es que cuando me ve con ellos me dice «¡Ana, por favor!», pero yo le digo que lo tengo todo controlado.

Hemos visto en el programa a una Ana Luna contenta, exigente, que llora e incluso responde...¿Esa eres tú?

Así soy yo. Igual que sin cámaras. Mi madre me decía «hija, te he visto tal y como eres».

¿Qué tal con el jurado? Te calificaron como una «chef» y tú, ¿te ves así en un futuro?

Yo no voy a ser cocinera [responde de manera rotunda] a lo mejor... Pero yo lo que quiero ser es notaria, y que esto sea un hobby. Además, no hay que estudiar matemáticas -para ser notaria- que no me gustan.

¿Cómo ha sido este tiempo con los amigos, la familia, los vecinos...?

Muy bien, me han animado para llegar a la final y siempre me han apoyado mucho. Pero cuando me preguntaban yo no podía decir nada.

Después de esto, ¿qué planes tiene una niña que estudia sexto de Primaria?

Seguir estudiando y cuando trabaje quiero ir a Nueva York. Nunca he estado pero me gusta mucho. También quiero perfeccionar el inglés en algún país donde hablen inglés y hacer una carrera.

¿Qué es lo que más trabajo te ha costado hacer?

Todo se me ha dado bien... Pero cuando estuvimos en Francia nadie sabía hacer guacamole bien. Esther era la única que sabía más o menos. Ahí estaba preocupada.

¿Con qué prueba te quedaste más satisfecha?

Quizá la de la pasta. A pesar de que me quedaron los raviolis un poco duros los hice diferentes, con galleta de queso. Es un plato que lo hice también en el casting y me gustó hacerlo de nuevo con el jurado.