El 11-M hizo que esta madrileña licenciada en Derecho se involucrara en política hace 10 años para cambiar la realidad. Asegura que si los partidos tradicionales no se renuevan, desaparecerán.

¿Sigue ocupando el cargo de secretaria general de la Unión Internacional de Juventudes Socialistas (IUSY)?

Justo la semana pasada tuvimos el [30º] Congreso y ahora una compañera sueca lo ocupa.

¿Evin Incir?

Sí. Hace dos años empezó mi mandato.

¿Ahora qué cargo tiene?

En las Juventudes Socialistas, vicesecretaria general de las Juventudes de España en Europa, y luego soy militante a mucha honra.

¿Cómo se moviliza a los jóvenes de su generación decepcionados con la clase política?

A los militantes no nos lo están poniendo fácil las direcciones de los partidos cuando deciden de manera unilateral a puerta cerrada. Los que estamos a pie de calle, que vamos a los foros, manifestaciones, tenemos encima que aguantar que nos reprochen que nuestros partidos no les representan.

Y hay que ser conscientes que una cosa son las direcciones de los partidos, y otra muy distinta la gente que los conformamos, y nosotros también estamos cansados de que no se cuente con nuestro punto de vista. La abstención no es un castigo al sistema, sino precisamente es lo que estas direcciones quieren para perpetuarse. Cuanto menos participación haya, más tiempo se quedarán ahí. Mi partido y los partidos tradicionales como sigan así, están condenados a desaparecer. Las encuestas cada vez nos dan menos respaldo social.

Para tomar el testigo de Rubalcaba, ¿a quién ve: Carme Chacón, Eduardo Madina, Patxi López u otros nombres?

Lo más importante es poner sobre la mesa proyectos y equipos, y que no se vuelva a caer en el error del último congreso, donde el partido quedó dividido: o eras de Rubalcaba o de Chacón, cuando la gente se olvidaba de que había que ser del PSOE. Quien quiera presentarse debe tener en cuenta que su mayor reto será unificar al partido y conseguir lavarle la cara lo suficiente como para que la gente vuelva a confiar. Son buenos nombres, aunque creo que hay otros muy buenos también como Juan Fernando López Aguilar sería muy buen presidente de Gobierno en un equipo con Carme Chacón, Cristina Narbona. Si Juan Fernando le echara valor, daría una alegría a los militantes y a la ciudadanía.

¿Te gustaría formar parte de ese equipo?

Por supuesto, donde hay un equipo con ganas de trabajar, con valores éticos y sobre todo, con las manos limpias, encantada de echar una mano.

El año pasado tiró de las orejas a los dirigentes socialistas en el Congreso de la Internacional en Portugal, al cuestionarles "cómo pretendían remover la revolución desde un hotel de 5 estrellas". ¿Recibió alguna llamada desde Ferraz para amonestarla?

No. Nadie ha venido a recriminarme nada a la cara. Al contrario, las llamadas que recibí fueron cordiales, lo que sí es verdad que ha habido una serie de movimientos, nunca de frente, utilizando medios de comunicación para tratar de difamar, generar duda.

¿Votaría por un Pacto de Estado por la Educación?

De todos los partidos políticos, y lo primero de todo, por un cambio fundamental de la ley electoral, establecer unas reglas de juego que sean justas y equitativas para todos. Otro gran pacto: para una ley de partidos de transparencia y sindicatos, de financiación. Por supuesto, una ley de educación, y luego también replantear la estructura del Estado.

¿Cómo valora la gestión educativa de Wert y de la cartera de Sanidad por Ana Mato?

Creo que es un golpe al Estado del bienestar. Han conseguido cargarse la educación y sanidad pública, la igualdad de oportunidades. Todos las pagamos y debemos tener acceso a estos servicios. Entiendo que a esta gente le fastidia mucho que el hijo del portero pueda ser ingeniero. En el fondo, son clasistas.

¿En qué puntos está de acuerdo con el movimiento 15-M?

Estoy de acuerdo con el 90% de la gente que sale a la calle porque realmente es el corazón y la indignación lo que les mueve. Una cosa es la gente que participa en los movimientos y otra cosa quien sale beneficiado y les puede dirigir. El 15-M generó un montón de ilusión. A día de hoy aún se sigue reuniendo gente muy joven y mayor en asambleas vecinales, en grupos de trabajo y eso ha generado una energía muy positiva y un saneamiento de la democracia. Eso es un regalo. La parte que me sabe mal es que de aquella fíjate la que se lió por las medidas de recortes de Zapatero, que yo soy la primera que rechacé, y con la que está cayendo ahora mismo, no sabemos dónde está el 15-M. Hay que tenerlo en cuenta. Están las mareas, que son muy necesarias, pero el problema es que se canalizan en una cuestión concreta: están atomizando a la gente y eso lo único que hace es restar fuerza. Mi crítica hacia el 15-M fue esa falta de ambición por querer liderar un movimiento ciudadano, porque hace que se diluya. Que nadie quisiera liderarlo, y que nadie quisiera montar una estructura organizativa interna, lo que ha hecho es que sea muy fácil utilizar mensajes en nombre de todos. Son fáciles de manipular esos movimientos, donde realmente no hay censo.

A menudo cita la necesidad de la "economía del bien común", del economista austriaco Christian Felber, con una economía de mercado no capitalista, empresas democráticas, fórmulas de propiedad colectiva. ¿Es viable en un mundo globalizado o se queda en una utopía?

En Austria ya existen las regiones del bien común, donde funciona perfectamente porque hay una sinergia entre la administración local, los ayuntamientos, las empresas, y los colectivos sociales, para una democracia participativa. También está funcionando en Alemania, en Latinoamérica, en el norte de España y está muy vinculado con el sistema cooperativista, con un sistema más justo de reparto de la riqueza, medidas ecológicas, de conciliación de la vida personal y familiar, educación en valores, inteligencia emocional.