Holly Golightly, Sabrina, Eliza Doolittle, Reggie Lambert, la princesa Anna, Anya a secas o Audrey Kathleen Ruston. A lo largo de su vida recibió muchos nombres distintos pero todo el mundo la conoce como Audrey Hepburn (Bélgica 1929-Suiza 1993), estrella de la época dorada del cine de Hollywood, Oscar a la mejor interpretación femenina en 1953, quizás la actriz más global de la historia del séptimo arte, paradigma de belleza y elegancia aún hoy, en que su estilo marca tendencia todavía en la moda.

Su historia comienza con un gran golpe de suerte. Ella sólo era una bailarina de ballet pero nunca imaginó que su vida cambiaría en el lobby de un hotel cuando le ofrecieron el papel protagonista del musical Gigi en Broadway. Desde ese momento Audrey Hepburn fue construyendo su carrera interpretando a personajes que forman parte del imaginario colectivo. La gente la imita comiendo croissants delante del escaparate de Tiffany´s en la Quinta avenida de Nueva York, los turistas la quieren emular conduciendo una Vespa por las caóticas calles de Roma, los enamorados se suben a los árboles para espiar a su amor o desean resolver una intriga como la de los sellos por las calles de París.

Hepburn está entre nosotros cada día, y la National Portrait Gallery de Londres hace un recorrido por la vida y obra de esta leyenda del cine con más de 70 fotografías, muchas icónicas, como las nueve portadas de la revista Life o imágenes de campañas de publicidad de Givenchy. La muestra, abierta hasta el 18 de octubre, también incluye retratos inéditos de la actriz gracias a que sus hijos, Sean Hepburn Ferrer y Luca Dotti, han cedido 35 imágenes del álbum familiar. En esas fotos hasta ahora privadas se puede ver a la diva con sólo 13 años en un recital de danza o a una Audrey en los años cincuenta paseando a un perro en Richmond Park de Londres.

Hepburn fue retratada por los más grandes. Richard Avedon, Cecil Beaton, Angus McBean, Irvin Penn y Norman Parkinson capturaron su esencia y crearon un icono del glamour que fue más allá de la gran pantalla y se situó como un referente de la moda, en la que de tanto en tanto los diseñadores reencarnan su belleza y estilo.

Lo que no es tan conocido son sus inicios como bailarina en Amsterdam o sus pinitos en un night club llamado Ciro´s en el West End de Londres. Coincidencias de la vida, las oficinas de la National Portrait Gallery se encuentran en la misma Orange Street donde hace 65 años empezó todo.

Otro de su grandes papeles lo interpretó en la vida real. Nombrada embajadora de buena voluntad de Unicef en 1988, dedicó su vida a las comunidades más desfavorecidas en Etiopía, Sudán, Somalia y América del Sur. Tan comprometida estuvo con el trabajo de la organización que fue galardonada con la medalla presidencial de la libertad en 1992, tan sólo unos meses antes de que perdiera la batalla contra el cáncer. La exposición londinense es la mejor excusa para repasar su carrera porque a Audrey Hepburn siempre hay que volver. Ella nunca se va.