Existe una asociación animalista que, bajo el lema «Mi ética es la ley», resuelve cada caso de maltrato por la calle de en medio. Es decir, si en una casa ven un perro en malas condiciones, ellos saltan, se lo llevan y fin de la historia.

Evidentemente, esa forma de «solucionar» este tipo de casos obedece a una realidad que, desgraciadamente, aún persiste en muchos lugares. Se trata de la dejadez tan grave existente en muchas administraciones a la hora de rescatar a un animal. Afortunadamente, las redes sociales, la presión animalista y, en definitiva, el cambio de conciencia en la sociedad han agilizado mucho los procedimientos a la hora de poder ayudar a un animal maltratado, pero ni siempre es así ni en todos los sitios se da igual.

Ahora bien ¿justifica lo anterior ese tipo de actuaciones ilegales? Está claro que no porque, entre otras cosas, su resultado no es tan bueno como pudiera parecer a simple vista. Verán, en este país es rematadamente fácil hacerse con un perro o un gato porque, prácticamente, no existe control alguno sobre la natalidad de los animales. Los partos son continuos y siempre hay alguien dispuesto a regalarte un cachorro de su última camada. Por eso, ese perro que alguien retira tras saltar la valla es reemplazado por otro rápidamente, a veces, incluso, en el mismo día. Con lo cual, en realidad, se salva a uno y se condena al siguiente.

¿Qué debemos hacer, entonces? Pues, para empezar, cada vez que nuestras denuncias caigan en saco roto, sacar las vergüenzas a nuestros dirigentes. Desgraciadamente, en protección de animales estamos acostumbrados a políticos de mucho postureo pero nula eficacia. La prueba más evidente es que no se han molestado aún en aplicar muchas de las normativas que se aprobaron hace 20 años para su protección y, sin embargo, ya están haciendo nuevas para salir en la foto. Evidentemente, bienvenidas sean todas aquellas leyes que protejan a los animales -cuanto más, mejor-, pero, sobre todo, aquellas que, algún día, de verdad se lleguen a aplicar. Mientras tanto hay que seguir insistiendo y, sobre todo, denunciando. Denunciando tanto a aquellos que tienen mal a sus animales como, atención, a aquellos otros que, pudiendo desde sus cargos actuar para salvarlos, no lo hacen.

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