Los animales son pura esencia ya que no tienen corazas. Los seres humanos, a medida que vamos creciendo, como consecuencia de nuestras experiencias, traumas y la presión social vamos formando una personalidad adaptada a las circunstancias externas que a veces supone un problema porque no se corresponde con lo que realmente queremos ser. Las personas somos permeables a las expectativas que los demás tienen sobre nosotros. Este fenómeno en psicología se llama «deseabilidad social» y se refiere a que condicionamos nuestro comportamiento y actitudes a lo que creemos que los demás esperan de nosotros. Por lo tanto, moldeamos nuestra forma de ser en función de lo que queremos mostrar a los demás para agradarlos. De esta manera vamos construyendo un caparazón formado por múltiples capas que no es sano. Este hecho supone muchos problemas para el ser humano; sin embargo los animales no se encuentran con esta dificultad. Ellos se muestran tal y como son sin miedo a los juicios externos, ya que ellos no los emiten tampoco hacia los demás. Por ejemplo, cuando una persona acude a terapia, para poder ayudarle a sanar, es necesario ir tomando conciencia de dichas capas y liberarse de ellas para recuperar su verdadera esencia. Los animales representan por tanto el ser más puro que nos podemos encontrar. Ellos no intentarán engañarnos ni manipularnos para gustarnos más. Ellos son tal y como los ves, ya que no tienen prejuicios ni les importa nada más que lo que sienten en su corazón. Como psicóloga considero que son auténticos maestros y guías de cómo debemos comportarnos en este sentido, sin miedo a mostrarnos tal y como somos. Sin tener que ponernos caretas por el pánico que sentimos al rechazo social. Si nos relacionásemos con ellos de una manera más humilde, sin ese complejo ficticio de superioridad que solemos mostrar, podríamos empezar a permitirnos aprender de ellos aspectos tan importantes como el que acabamos de explicar.