Una investigación reciente ha concluido que el tratamiento fisioterápico del dolor lumbar aplicado habitualmente en los servicios de salud autonómicos debería ser revisado. Según este estudio, hasta el 60% de los recursos públicos destinados a rehabilitación se derrochan en tratamientos carentes de fundamento científico o comprobadamente inútiles. En las líneas que siguen, Mario Gestoso, director médico de la Fundación Kovacs, detalla las tesis de la citada investigación. «Parece que los tratamientos fisioterápicos pasivos (aparatología, onda corta, láser) y estandarizados resultan menos eficaces que las técnicas basadas en el ejercicio físico como el GDS y la educación sanitaria que promueva la actitud activa», subraya el doctor Gestoso.

¿Qué es?

El dolor lumbar o de espalda inferior es el que afecta al final de la columna vertebral, en la zona de las cinco vértebras lumbares. Aparece por un mecanismo neurológico -normalmente de origen desconocido- que causa dolor, inflamación y contractura muscular. Los principales métodos de diagnóstico son la historia clínica y la exploración física, y sólo en contadas ocasiones son útiles pruebas como la radiografía o el análisis de sangre, la resonancia magnética y pruebas neurofisiológicas.

Incidencia y edades

Solo la lumbalgia inespecífica afecta al 80% de la población en algún momento durante su vida, y a medida que envejecemos ese porcentaje puede elevarse al 90%. Antes se pensaba que sólo afectaba a los mayores; no es cierto, hasta el 70% de los jóvenes antes de los 16 años pueden padecer este dolor. Las franjas que se igualan en frecuencia van de los 16 a los 65 años.

Varones y mujeres

Aunque la frecuencia es muy similar, hay estudios que indican que afectan más las mujeres que los hombres (el 78,2% frente al 62,6%).

Causas más frecuentes

Antiguamente se creía que el dolor aparecía porque existía alguna alteración de la estructura de la columna vertebral, como la escoliosis o la hernia discal. Eso es un error. El dolor aparece por un mecanismo neurológico que implica la activación de los nervios que transmiten el dolor y el desencadenamiento de la contractura muscular y la inflamación. A veces, también puede conllevar la compresión de la raíz nerviosa. Ese mecanismo puede desencadenarse por una alteración de la estructura de la columna vertebral, como la hernia discal o la degeneración importante de la articulación facetaria, pero en la mayoría de los casos no se puede llegar a averiguar la causa inicial que lo desencadena, y se atribuye a dolor por contractura o sobrecarga muscular. Así, de cada 100 pacientes que consultan a un médico por dolor de espalda, en uno el dolor se debe a una enfer medad sistémica o general del organismo que desencadena un dolor en la espalda, pero no de la espalda. Los 99 restantes padecen un síndrome mecánico del raquis, en el que el dolor se origina en la propia espalda. De ellos, cuatro padecen dolor debido a una alteración de la estructura de la columna vertebral, como una estenosis espinal o una hernia discal. En los 95 restantes, el dolor se debe a un síndrome inespecífico, en el que el dolor no se origina en una alteración de la estructura de la columna vertebral, sino en las partes blandas (músculos o ligamentos), y habitualmente se debe a un mal funcionamiento de la musculatura.

¿Qué tipos de dolor son los más intensos?

Las lumbalgias agudas en las que el paciente relata a su médico «me quedé doblado, doctor» y las ciáticas severas en las que el dolor baja por toda la pierna como «corriente eléctrica» son dos tipos de dolor que pueden ser muy intensos y limitantes en nuestra vida diaria.

Estilos de vida y tendencias sociales

El sedentarismo aumenta el riesgo de padecer dolor de espalda, y el reposo en cama el riesgo de que este dolor se prolongue por más tiempo y reaparezca más fácilmente. A la inversa, estar físicamente activo y no ser sedentario disminuye el riesgo de padecer dolor de espalda. Además, si el dolor aparece, mantener el mayor grado posible de actividad física ha demostrado acortar su duración y reducir el riesgo de que reaparezca.

¿Fisioterapia?

Las patologías músculo-esqueléticas mecánicas vertebrales podrían beneficiarse de algunas técnicas fisioterápicas. Se asume que la contractura muscular afecta negativamente al riego sanguíneo al músculo, contribuyendo así a aumentar el dolor. En los casos en los que ese factor es importante, como en los casos crónicos, se ha propuesto que podría ser beneficioso dilatar los vasos y mejorar el riego sanguíneo. Por tanto, se trataría de actuar con tratamientos que disminuyesen el dolor, la inflamación y la contractura muscular, que son los protagonistas clínicos.

Rehabilitación más y menos eficaz

Hoy día, según las últimas investigaciones, parece que los tratamientos fisioterápicos pasivos (aparatología, onda corta, láser) y estandarizados resultan menos eficaces que las técnicas basadas en el ejercicio físico como el GDS y la educación sanitaria que promueva la actitud activa.

¿Terapias ineficaces?

Se deben a una Administración pública disfuncionante que no apoya realmente la investigación (I+D+i) y sobre todo la aplicación, la transferencia al ámbito asistencial. Hay que recordar que el uso inapropiado de las tecnologías es uno de los problemas fundamentales. Por eso, la Organización Médica Colegial (OMC), en la página web http://www.adopcioninnovacionessanitarias. org/, recoge las recomendaciones para mejorar la adopción de las innovaciones sanitarias.

Una estrategia eficaz

La valoración de la situación de un paciente requiere una exploración física y la interpretación médica de los datos así recogidos. Por lo tanto, sólo puede hacerla su médico. Aunque hay pautas de tratamiento genéricas, sólo un médico, inicialmente, puede valorar su aplicación a cada caso concreto. Se podrían realizar: a) medidas generales (evitar reposo, actitud activa, buena higiene postural, calorfrío...); b) farmacoterapia; c) neurorreflejoterapia o NRT; d) ejercicios; e) cirugía; f) terapia comportamental, y g) programas multidisciplinarios.

¿Asociados a otros tipos de tratamiento?

Evidentemente. En ocasiones es necesaria la complementariedad terapéutica que significa administrar varios tratamientos simultáneamente a un paciente para una misma patología (por ejemplo ejercicios fisioterápicos GDS y farmacoterapia).