Los sueños continúan siendo uno de los grandes misterios para la ciencia. Las preguntas acerca de su significado son frecuentes entre todos, puesto que son muchas las ocasiones en las que nos despertamos en mitad de un sueño y no recordamos lo que hemos soñado.

Todavía no está claro cuál es el origen de los sueños ni tampoco si tienen alguna utilidad. Lo que sí parece claro es que, según los expertos, buscar vínculos entre los sueños y los acontecimientos de la realidad no tiene sentido. Por ejemplo, en muchos de estos procesos oníricos aparecen elementos y situaciones que, en muchas ocasiones, cuando se recuerdan, resultan absurdos y surrealistas, desprovistos de cualquier nexo con nuestro día a día.

Algunas hipótesis sobre los sueños sugieren que, cuando nos dormimos, el subconsciente entra en un terreno en el que intenta dar respuesta a las cuestiones a las que el consciente no ha podido responder. Cuestiones que tienen que ver con nuestras preocupaciones y dudas, aunque también con nuestras alegrías y rutinas diarias.

Fases del sueño

Los sueños suelen producirse al principio y al final de la actividad nocturna, en dos procesos distintos. Por un lado, están los sueños de la fase no REM y los sueños de la fase REM. En la primera de ella, es donde se produce el sueño de ondas lentas, la denominada transición entre la vigilia y el sueño más profundo.

En esta primera fase, además, se produce el sueño ligero, en el que las pulsaciones bajan considerablemente. Mente y cuerpo empiezan a ´disociarse´. El cerebro envía una señal al cuerpo para asegurarse de que ´está ahí´. En esta fase es frecuente, por ejemplo, soñar que nos caemos y que por ello el cuerpo realice un movimiento brusco para reaccionar, lo que provoca que nos despertemos de forma súbita.

La segunda fase es la conocida como fase REM por sus siglas en inglés (Rapid Eye Movement). En ella, la actividad cerebral crece y el sueño se hace más profundo. Aquí, la duración de los sueños oscila entre los 90 y los 120 minutos, siendo lo más frecuente despertarse unos instantes antes de que terminen.

En estos períodos de gran actividad onírica, los ojos se mueven con rapidez y el trabajo neuronal se multiplica. Si la persona se despierta en ese momento, podrá recordar parte de lo soñado, pero si vuelve a dormirse lo más probable es que no recuerde nada, porque por lo general la memoria no suele archivar estos procesos. Durante la fase REM, las ondas que se emiten desde el cerebro dificultan que la memoria registre la información, puesto que ésta se suele ocupar, durante la noche, en procesar lo que sí ha ocurrido realmente durante el día.