Crisis del coronavirus

Cuando el Covid llega a la cama

Viven a miles de kilómetros de distancia pero desde hace casi un año tienen algo en común: al ir a la cama sueñan de forma recurrente que están en la calle sin mascarilla, que una aglomeración de gente les cierra el camino o que se contagian y fallecen por el Covid. Varios estudios internacionales revelan que la pandemia ha provocado un repunte de pesadillas en ciudadanos de todo el mundo

Un hombre con problemas para dormir, de madrugada, sentado en la cama. | L.O.

Un hombre con problemas para dormir, de madrugada, sentado en la cama. | L.O. / ana ramil

María soñaba con un viaje entre amigas cuando la pandemia, otra noche más, restó protagonismo a las vacaciones. Descubre con pavor que no tiene mascarilla y corre a una farmacia a comprarla. Carlos también sueña con frecuencia que, sin saber cómo, se encuentra rodeado de mucha gente y le es imposible guardar la distancia de seguridad . Y Lucía, enfermera en una unidad Covid, tiene pesadillas recurrentes con infectarse y provocar la muerte de sus familiares. No son un caso aislado. Los expertos aseguran que la pandemia ha provocado un aumento de las pesadillas y aunque cambia el escenario o el problema (les falta la mascarilla o están en un bar, concierto o supermercado lleno de gente sin guardar las distancias), el coronavirus y sus consecuencias protagoniza los sueños de miles de personas cada noche en todo el mundo y en muchos casos se convierten en ensoñaciones recurrentes, que se repiten con frecuencia. La razón hay que buscarla en el cerebro y sus funciones durante el descanso nocturno. «Por la noche el cerebro procesa toda la información que consciente o inconscientemente hemos recopilado durante el día. En una situación estresante y amenazante como la pandemia, la presencia constante de estas emociones hace que, en las vivencias oníricas, el cerebro procese toda esa información buscando salidas», explica el doctor y vicepresidente de la Sociedad Española del Sueño, Francisco Javier Puertas, quien resalta que «la sobreexposición al estrés» de forma continuada es lo que provoca que estos sueños, «en los que nos vemos en un callejón sin salida, puedan repetirse en bucle».

El coronavirus protagoniza gran parte de la realidad diaria desde hace casi un año y eso hace que también esté presente mientras dormimos. Se sueña más -por toda esa cantidad de información que se recibe cada día sobre el virus, unido a la incertidumbre y la ansiedad que puede provocar una situación como la actual con consecuencias no solo sanitarias sino sociales y económicas-, con más presencia de pesadillas y ocurre en todo el mundo. Un estudio de la Universidad de Helsinki (Finlandia) -en el que se analizó los sueños de 4.000 personas durante la sexta semana de confinamiento en el país- diferenció hasta 33 tipos de sueños, de los que una veintena eran pesadillas y la mitad, relacionados con la pandemia. Aglomeraciones en los transportes, personas mayores en apuros, escenas apocalípticas o no poder tocar a seres queridos eran patrones que se repetían. También la profesora de Harvard Deirdre Barrett ha recopilado en una web y posterior libro más de 9.000 sueños durante la pandemia de ciudadanos de todo el mundo. En ellos, los elementos relacionados con la muerte están presentes hasta tres veces más que en condiciones prepandémicas.

Consejos

  • Mantener siempre unas rutinas en los horarios no solo de acostarse y levantarse sino también a la hora de realizar ejercicio, de comer, de trabajar o de disfrutar de tiempo libre. 
  • Cenar al menos dos horas antes de acostarse y optar por algo ligero. Nada de alimentos excitantes como puede ser el chocolate o refrescos de cola. 
  • Para evitar tener pesadillas o soñar con algo relacionado con la pandemia conviene ayudar al cerebro «a desconectar» antes de irse a la cama. 

¿Por qué ocurre esto? La clave está en la función que el cerebro desarrolla durante el sueño. De noche, se procesa toda la información recibida durante el día -incluso de la que no somos conscientes- con el fin «de depurar esos datos y contrastarlos con nuestra memoria para almacenar lo relevante y dejar lo irrelevante», indica Javier Puertas, quien explica que en situaciones de mucho estrés continuado en el tiempo o «amenazantes», todas esas emociones son las que llegan al cerebro que se encarga de regularlas durante la noche. «Cuando una persona sufre estrés postraumático, por ejemplo, tras una guerra o un atentado, es frecuente que durante años tengan pesadillas reviviendo esa situación. Aunque lo que vivimos ahora en pandemia no es lo mismo, la consecuencia de la sobreexposición al estrés de forma continuada sí hace que el cerebro, durante los sueños, se encargue de digerir todas esas emociones e informaciones y busque salidas o soluciones y de ahí que soñemos más y que haya gente que tenga pesadillas en bucle, ensoñaciones en las que se encuentran en un callejón sin salida», sostiene.

Más allá de las pesadillas, durante la pandemia han aumentado otros trastornos del sueño como el insomnio, es decir, los problemas para conciliar el sueño o para dormirse una vez que se despierta en mitad de la noche. La ansiedad, la incertidumbre y las preocupaciones derivadas de la crisis sanitarias influyen pero también, recuerda Puertas, que muchos hábitos y rutinas saltasen por los aire, especialmente durante la cuarentena. «Hacer menos ejercicio, acostarse más tarde, llevar la tablet a la cama, teletrabajar, etc... todo influye» en la calidad del descanso nocturno, sostiene. Poblemas que afectan a cualquier ciudadano, pero más a quienes luchan en primera línea contra el virus. Un estudio de la Sociedad Española de Neurología asegura que, durante la primera ola, un 90% de sanitarios experimentaron problemas a la hora de dormir: desde insomnio y pesadillas, a sonambulismo o terrores nocturnos.

Y, ¿cómo solucionarlos? Desde la Sociedad Española del Sueño emitieron un documento durante la cuarentena con pautas para mejorar el descanso. Los expertos aconsejan mantener siempre las mismas rutinas y horarios tanto para acostarse y levantarse como para hacer ejercicio, comer, trabajar o el ocio. Algo que debe respetarse pese a estar en cuarentena o teletrabajar. Además conviene cenar al menos dos horas antes de acostarse y algo ligero -nada de alimentos excitantes como chocolate o refrescos-, evitar el uso de pantallas (móviles o tablets) dos horas antes de ir a dormir e «intentar desconectar del bombardeo de información diaria con una película, música, una novela, las personas religiosas con oraciones, etc...», indica el doctor Puertas. Todo para evitar que la pandemia se cuele en la cama.

El insomnio, uno de los síntomas persistentes tras pasar el coronavirus

Más allá de los problemas para conciliar el sueño o de tener pesadillas recurrentes que puede sufrir cualquier ciudadano ante una crisis sanitaria como la actual, varios estudios demuestran que los trastornos del sueño son también una de las secuelas o de los síntomas de Covid persistentes en pacientes que aunque superaron la fase aguda del coronavirus arrastran diferentes problemas de salud meses después.

El estudio Más de 50 efectos a largo plazo del Covid-19: una revisión sistemática y meta-análisis, realizado por siete científicas de todo el mundo -entre ellas la gallega Sonia Villapol-, analiza la situación de 48.000 pacientes, de 17 a 83 años, desde los 14 a los 110 días después de haber contraído la enfermedad. La investigación concluye que hay hasta medio centenar de síntomas que persisten semanas después de recibir el alta médica y que un 80% de los pacientes analizados sufre al menos uno de ellos.

Los trastornos del sueño afectaban al 11% de los encuestados, tasa similar a quienes padecían ansiedad, depresión, capacidad pulmonar reducida, trastornos en la piel o en el aparato digestivo.

También los trastornos del sueño, unidos a cierta «fragilidad emocional», aparecen reflejados entre las secuelas que sufren pacientes que superaron durante la primera ola del coronavirus en el Hospital Universitario de Santiago. Desde este centro del Sergas reconocían hace meses que desconocen si estos problemas estaban derivados del propio virus o de la situación de confinamiento y posterior hospitalización y aislamiento, en muchos casos sin hablar con los familiares, que atravesaron estos pacientes.