El Bien Estar

Renuncio a esta herencia

Nosotros, ante los espejos

Nosotros, ante los espejos / KWG

Karenn Wallace

Karenn Wallace

Mantener algunas ideas como verdades absolutas es una forma de tomar atajos para interpretar nuestra realidad. El problema surge cuando esas interpretaciones tienen errores. Traer la cordura, el pensamiento lógico y poner a prueba nuestras creencias es un ejercicio fundamental para mantener una higiene mental que nos permita enfrentarnos a la vida, a las situaciones nuevas y a los cambios inesperados, además de sobrellevar los retos, enfrentar de manera sana los logros y los fracasos. 

Las distorsiones cognitivas, muy amigas de los pensamientos automáticos de los que hablamos hace unas semanas, no son otra cosa que interpretaciones inexactas de la realidad; digo "inexactas" porque aunque sí tienen un fondo real, una experiencia, la interpretación está distorsionada, por lo cual se aleja notablemente de la realidad.

Imaginaos: entráis a estas salas de espejos donde hay unos que te hacen largo, otros diminuto, algunos hasta deforman tanto tu imagen que no pareces humano. Las distorsiones cognitivas son esos espejos, el que se expone al espejo eres tú, pero la imagen es una distorsión de ti, no se parece en nada a ti y no te representa. Si te exhibes ante uno de estos espejos no pensarías que la imagen proyectada es como te ves en la realidad; sin embargo, las distorsiones cognitivas están incrustadas tan profundamente en nuestra mente que las aceptamos como ciertas. 

Las más comunes y de las que nos ocuparemos hoy son las que vienen heredadas, ya que son las más poderosas y se asumen con más fuerza como palabra de Dios. Una de ellas es la abstracción selectiva: por ejemplo, si vives en un entorno donde siempre se enfatiza lo negativo en cada situación, lo normal es que te acostumbres a pensar que eso es lo correcto. Entonces, si vives una situación maravillosa, un logro en tu trabajo o en tu vida, donde toda la gente te dice “oye, qué bien lo has hecho” y hay una persona, sólo una, que te dice: “Mira, no me ha gustado”, “Yo te aconsejo que hagas esto en lugar de tal…”. Tú, que tienes anclada esa distorsión, te centrarás exclusivamente en esa opinión, la de esa única persona y probablemente estarás toda la semana, o más, obsesionado y dándole vueltas a sus palabras y pensando que realmente lo que hiciste no estaba bien. 

¿Cómo contrarrestarlo? Primero debes preguntarte si esa persona es alguien válido para analizar tu logro: ¿realmente sabe de lo que está hablando y su opinión puede aportarte algo que tal vez puedes no estar viendo? Eso estaría bien porque aunque sería un corte a ese chute de enhorabuenas, si esa opinión es real y valida, es la única que nos ayudará a progresar y crecer. Pero si no es válido, deberías descartar completamente su opinión. Y es que nos hemos acostumbrado a pensar que debemos tener una opinión de absolutamente todo, y muchas veces no tenemos ni la menor idea de lo que estamos hablando y replicamos opiniones que hemos oído por ahí según nos dé el aire... ¿Y saben? No, no todas las opiniones son válidas, señores.  

Lo segundo que debes hacer, asumiendo que el que ha dado su opinión negativa es alguien válido, es preguntarte si lo que está diciendo es realmente así. Porque aunque esa persona sea contundente y la admires, y sientas que su opinión es importante, siempre debes poner a prueba tus pensamientos y no dar nada por supuesto; es importante que una opinión que consideres negativa no la aceptes como un axioma y siempre la analices un poco. Porque hasta los expertos se equivocan, o pueden tener una visión parcial, e incluso interesada. 

Lo principal para contrarrestar esta distorsión cognitiva es escuchar a todo el mundo, pero dando la importancia justa a cada opinión. Pero aun así si después del análisis te das cuenta de que su opinión tiene algo de cierto, te puedo asegurar que tu actitud ante esa opinión será diferente, no tan catastrofista, si antes ha pasado por tu análisis y no simple e irracionalmente a tu mente directamente. 

Otra distorsión que acompaña a la anterior es la falacia de control, que se fragua desde pequeños en hogares donde la responsabilidad se desvirtúa hasta tal límite que lleva a pensar que el peso del mundo está sobre nuestros hombros o, lo contrario, que vivimos en este mundo pero la vida pasa y no podemos hacer absolutamente nada para cambiar las cosas, como el destino. 

Esta distorsión va a provocar dos actitudes: la primera, que nos sentimos responsables de absolutamente todo lo que ocurre en nuestro entorno, como si todo lo que pasa tuviera que ver con nosotros y nuestra intervención; la segunda forma que muestra esta distorsión es el otro polo: sentimos que la vida discurre frente a nuestros ojos y no tenemos ningún tipo de control sobre lo que pasa a nuestro alrededor. Las claves para reconocer esta distorsión son frases del tipo “no puedo hacer nada para mejorar esto”, “sólo me sentiré bien si esto pasa”, “debería haber hecho esto para que esto no pasara", "soy el responsable de todo lo que ha ocurrido”... Cuando te escuches diciendo o pensando estas frases detente un segundo y piensa: ¿Qué te hace pensar que eso depende de ti? ¿Es realmente cierto que lo que está sucediendo es tu responsabilidad? ¿No existe alguien más con responsabilidad en esto? O para la segunda vía ¿es cierto que no puedo hacer nada para que esto no suceda? ¿Tengo algo de responsabilidad es que esto siga sucediendo? 

En resumen, amigos, ni tanto ni tan corto… La clave en todo esto es permitir que nuestra mente esté ventilada, no asumir siempre las cosas como verdades absolutas y poner constantemente a prueba esas ideas que están profundamente arraigadas desde nuestra infancia.