Fenómeno digital

¿Qué es la Web3? Cómo lo cripto puede cambiar Internet (o no)

Entusiastas del Blockchain, las criptomonedas y los NFT defienden que permitirán a los usuarios retomar el control de la red y abrir nuevas vías de negocio

¿Qué es la Web3? Cómo lo cripto puede cambiar Internet (o no).

¿Qué es la Web3? Cómo lo cripto puede cambiar Internet (o no).

Carles Planas Bou

Este 2021 ha servido para consolidar dentro del sector tecnológico una idea que cada vez tendrá más eco en todo el mundo: la web3. Y es que, aunque el término no se popularice más allá de los círculos especializados, lo que significa pretende transformar Internet y alumbrar un nuevo mundo digital que conquiste aún más nuestras vidas. Su potencial puede ser revolucionario, pero también levanta muchas dudas, así que vamos por partes.

Internet es uno de los mayores avances tecnológicos de la historia. En 1989, hace 32 largos años, se puso en marcha la World Wide Web, cuyas tres iniciales cambiarían la forma en la que observamos y comprendemos el mundo. En su etapa pionera, la red fue “un medio colaborativo, un sitio donde leer”, como la definió su inventor, el científico británico Tim Berners-Lee. La mayoría de usuarios eran simples consumidores de páginas webs estáticas y blocs personales en un ecosistema descentralizado y con protocolos abiertos donde los que tenían el conocimiento podían alojar servidores y crear aplicaciones, como pasó con Emule, Napster o Bitorrent.

Ese período se conoció como Web 1.0 y terminó en 2004, cuando el surgimiento de las redes sociales inauguró la llamada Web 2.0. Esas plataformas abrieron la puerta al actual Internet de interacción social y democratizaron la publicación de contenidos. Sin embargo, a cambio se centralizó la toma de decisiones en empresas como Google o Facebook, que han explotado nuestros datos y nuestra privacidad para convertirse en gigantes tecnológicos con más poder que Estados enteros. Todo lo que hacemos pasa antes por sus manos.

¿Revolución en Internet?

Es en este punto que distintas voces del sector han profetizado el cambio hacia una nueva fase de Internet que mezcle la funcionalidad actual con el carácter descentralizado de los primeros años. Esa idea se conoce como Web3 y pretende ser un espacio virtual en el que los usuarios puedan conectarse e intercambiar bienes sin necesidad de intermediarios. Exactamente eso es lo que permite la tecnología Blockchain, una red donde la información se almacena de forma segura entre todas sus partes.

Quizás todo esto te suene demasiado teórico, pero seguro que has escuchado hablar mucho más de las aplicaciones prácticas de esta fase. Toda esa infraestructura es la que sustenta las criptomonedas que, como Bitcoin Ethereum, permiten las transferencias entre partes sin la necesidad de un banco o un ente regulador. También sustenta los llamados Tokens No Fungibles (NFT), que permiten certificar la propiedad sobre bienes digitales.

Todo ello se ha convertido en el mantra que predican grandes compañías tecnológicas, inversores en capital riesgo y otros entusiastas del mundo cripto. Esa, dicen, será la columna vertebral del Internet que se desplegará durante los próximos 15 años y que aflorará una economía virtual multimillonaria que influirá en múltiples sectores y aspectos de nuestra vida. Tras dos años en los que la pandemia nos ha obligado a digitalizar el trabajo y las relaciones sociales, la pasión por esta fiebre del oro virtual se ha disparado, pasando del nicho a ser un fenómeno global (de momento tanto o más social que técnico).

En sus inicios, muchos pensaron que la red debía estar en manos de los usuarios, no de grandes corporaciones, y funcionar de forma más democrática. ¿Te imaginas poder votar para modificar el funcionamiento de Facebook o Google? ¿O tener una criptomoneda propia con la que cobrar por los contenidos que publicas, en lugar de depender de las plataformas y su publicidad? Ahora, los profetas de la Web3 han recogido esa visión fundacional idealista, cooperativa y de tintes libertarios. Y su promesa ha entusiasmado a muchos. Este 2021 la inversión global en las tecnologías Blockchain se ha quintuplicado y en septiembre ya superaba los 13.342 millones de euros. Los NFT han movido unos 24.000 millones, según Chainalysis.

Estafas, ciberataques e impacto ecológico

Sin embargo, también hay mucha desconfianza entorno a esas promesas. Las voces críticas contra el movimiento cripto denuncian que se trata de un esquema Ponzi, una estafa piramidal en la que pocos se lucran engañando a una gran cantidad de pequeños inversores. Entre los mayores promotores de la Web3 están miembros de la elite tecnológica como Jack Dorsey, quien recientemente dejó la dirección de Twitter para dedicarse al ecosistema Blockchain, o el inversor en capital riesgo Marc Andreessen. Otros jerarcas de Silicon Valley. El hecho de que esos personajes promocionen un mundo en el que tienen invertido parte de su fortuna hace arquear las cejas.

Sea o no una estafa, lo que queda claro es que hay oportunistas que ven en ese ‘boom’ una oportunidad para seducir y engañar a ingenuos. En noviembre, los autores de una criptomoneda basada en la serie ‘El Juego del Calamar’ lograron disparar su valor para después robar casi tres millones de euros a quienes habían invertido en ella.

Los críticos también advierten que en un internet sin mediadores no hay ni garantías de protección ni seguridad para los usuarios. En paralelo a la popularidad de los activos digitales, también se han disparado los ciberataques contra este creciente negocio. En agosto, unos delincuentes informáticos penetraron en una plataforma de Blockchain y robaron 600 millones de dólares. En lo que va de diciembre, tres ataques contra compañías de la Web3 han servido para robar otros 400 millones de dólares.

Otros críticos como el programador Stephen Diehl aseguran que, de momento, los sistemas descentralizados —que requieren de miles de ordenadores conectados y trabajando permanentemente— son demasiado lentos, caros y poco funcionales. Además, también apuntan que son un gasto energético inútil. Y es que la divisa virtual más popular, Bitcoin, consume más energía que países enteros como Argentina.

Los impulsores de la Web3 no lo ven así, pues aseguran que su alternativa es más sostenible que el sistema financiero actual y que, aunque desafortunadas, esas estafas forman parte de su primera fase de desarrollo tecnológico. Sea el futuro de Internet o un mero espejismo, ese debate ilustra la preocupación por el actual estado de la red.