Horrores Varios de la Estupidez Actual no ha perdido un ápice de su condición de disco de culto. Seguramente será la obra por la que será recordado Carlos M. Valverde. ¿Cuál es su relación con ella?

Hace poco lo escuché y me parece una obra que está viva y que genera un diálogo con lo que hoy nos rodea. El disco se grabó en 1993, pero un año antes ya estaba listo, así que son 25 años transcurridos. Y hay algo en su esencia que lo mantiene vivo. Y existe un gran contraste continuo entre lo interior y lo exterior en su poética, una tensión viva entre lo individual (las propias pasiones), y lo colectivo (las incongruencias sociales). Éste es un tema que se repite constantemente en todos mis discos de 713avo Amor, Después de Nunca y el corsal desastre, y también ahora en Corsal Amor. Lo que ha cambiado son los matices en cada disco y en cada época de mi vida.

¿Qué pretendíais con el disco?

Es un disco que tiene el propósito de herir y abrazar en un grito a quien lo escucha, también de abrazar en un llanto, en un temblor. Es un disco que me sorprende por su intensidad. Podría, siendo puntilloso, quitar tres canciones y hacerlas aparecer como edición anterior justo después de A veces el dolor [su primer disco]. De rango basurero, El bar de Dios y Nos cambiaron por pistola, son canciones que tienen otra poética y que proceden de momentos anteriores de mi vida. No lo opino sólo ahora; esto es algo que ya dije en algunas entrevistas de 1994. Editamos los discos con presiones económicas y sin poder decidir exactamente qué sí y qué no. Como todo artista nos tocó adaptarnos a esa época y a nuestras circunstancias y el auge del cedé hizo posible que hiciéramos en un solo disco algo tan largo. Creo recordar que la idea era dejar todo editado. Como si se presintiera el final del grupo.

¿Cómo era la dinámica de trabajo en 713avo Amor?

Éramos un cocktail de personalidades. El cerebro era más bien Emilio Salvatierra, que de nosotros era el que sabía tener la cabeza más fría; Antonio Acién era el alma sensible y palpitante, y yo, el hacedor incansable, el impulso de voluntad instintiva que no ceja en el empeño. El impulso, la mayoría de las veces, nacía en mí y se retroalimentaba y recreaba en los talentos de ellos dos. Así que la leyenda de que soy el cerebro la puedes tú empezar a contar de otra manera. Nuestro máximo logro como grupo, desde el punto de visto musical, fue ser una unión de nuestras virtudes; por eso las canciones son tan buenas: suman talentos.