Termina la proyección para la prensa, y público, de 'Rumbos' y se escuchan aplausos, nada más empezar los créditos -la rapidez suele ser un fiable medidor del entusiasmo o fingimiento detrás del batir de palmas-. Pero, no sé por qué, me da a mí que esta película no va a conectar con el público cuando se estrene. No sería la primera vez que ocurriera que un filme ovacionado en el Festival de Málaga coseche silencio y euros raquíticos en su hábitat natural, las taquillas de los cines. ¿Por qué? Es algo a lo que le he dado bastantes vueltas... Mi teoría: sucede como con los talent shows televisivos tipo 'La voz', en los que el público se entusiasma con artistas que, luego, fuera de los platós, en el ruedo musical real, el de las ventas de discos y de tickets para los conciertos, se comen tres colines y medio; o sea, que la gente se emociona y aplaude a concursantes televisivos, no a cantantes. Aquí pasa algo parecido: 'Rumbos' seguro que se ganará los vítores de sus espectadores en su puesta de largo en el Teatro Cervantes; y será una reacción real, no fingida ni impostada, pero será la respuesta a un filme exhibido en un marco concreto, en un momento determinado...

Pero hablemos directamente de la película de Manuela Moreno. Es la misma directora de ese 'Cómo sobrevivir a una despedida', ese fracaso comercial -'fracaso comercial' no es simplemente que una película no haga buenos euros; lo es cuando una película que busca descaradamente hacer buenos euros no haga ni medio- y artístico -en cursiva, sí- estrenado el año pasado también en Málaga: ¿Se acuerdan? Yo aún sí, como de todas las ocasiones en las que alguien quiere reírse de mí. Se supone que Moreno venía esta vez con una propuesta un tanto más personal pero ambas cintas terminan revelando constantes 'autorales' que invitan muy poco a confiar en Moreno...

La primera, las referencias a los tipos de penes -en 'Cómo sobrevivir...' se hacían chistes fálicos en el minuto cinco; aquí, ya llegados al 50, una prostituta se excusa: "Os dejo ya, que no si no os voy a hacer mi monólogo sobre los tipos de penes"-.

La segunda, que persigue ferozmente al espectador, hasta el punto de que lo atosiga, especialmente en los golpes bajos de drama.

Y la tercera, no hay talento real, ni empatía ni frescura en lo que consigue mostrar la realizadora; todo en un filme como 'Rumbos' suena perezoso -la sobreabundancia de frases hechas y supuestas reflexiones cotidianas parece indicar que el guionista es quien nos escribe todas nuestras conversaciones de ascensor- y, sobre todo, huele y sabe a plástico, tiene el tacto de la nada más artificial... -con lo bien que hacía estas cosas Miguel Albaladejo, un señor con ído y chispa-. Pongamos ejemplos: el empalagosísimo tono de voz de una sobreactuada no, lo siguiente Julia Otero, en modo Densia Forte a tope; frases como éstas de una mujer abandonando a su marido: "nuestra relación ha entrado en una dinámica..." o "es una decisión que llevo tiempo madurando"; o el siguiente diálogo:

Ella: La vida no es una película.

Él: Pues vivamos una película, la nuestra.

[me añado como personaje a la escena]

Yo: No sé si la vida es una película; si lo es, espero que su directora no sea Manuela Moreno.