No eran ni las seis de la tarde del jueves cuando Agustín González, un vecino de Entrerríos, oteaba lejano en el horizonte desde su casa una tímida columna de humo desde Coín. En poco más de una hora, él y sus vecinos se toparon con el fuego a escasos metros.

«Todos comenzaron a huir. Mi mujer y yo nos quedamos perplejos y quisimos aguantar lo más posible. Arranqué el coche y lo dejé encendido tratando de esperar a ver si mejoraba la cosa. Pronto nos quedamos solos y comenzamos a asustarnos. Nos dimos cuenta de que corríamos peligro y que no merecía la pena quedarse ya. Todo estaba quemándose y había mucho humo. El camino principal ya estaba inservible a causa del fuego y tuvimos que irnos por otro alternativo», relata aún acongojado por la experiencia.

No en vano, en sus más de 20 años viviendo en la zona asegura no haber visto nada igual. Incluso, va más allá: «En mi vida había conocido el miedo, hasta el incendio», asegura.

Un día y medio después de la tragedia, Agustín se dispone a visitar con su moto a todos los vecinos que conoce para interesarse por su suerte y la de sus propiedades. Él ha tenido suerte, «no se ha quemado ni una paja», comenta; pero otros han perdido todo lo que tenían.

«A un amigo inglés que vive cerca se le ha quemado una casita de madera que tenía y sus animales, unas 50 gallinas. Están desolados. A esta finca (dice señalando a un enorme terreno de alcornoques en los que habitan vacas, caballos y más animales, se han quemado todos los árboles, cuatro vacas y una yegua. Es horroroso, es un verdadero desastre», dice reprimiendo las lágrimas.

Así lo corrobora también Salvador Porras, un ganadero que trabaja en dicha finca con una veintena de vacas. «Se me han quemado cuatro y no logro encontrar a tres más. Vine a buscarlas en cuanto me enteré del fuego, pero a medida que me adentraba entendí que era inútil, era demasiado peligroso», explica.

Ayer volvió la luz

Más arriba, unos operarios de la compañía eléctrica y del Ayuntamiento de Mijas trabajan duramente para restablecer el suministro eléctrico de la zona, muy dañado por el siniestro. De hecho, Agustín asegura que hasta la tarde de ayer no tenían luz en sus casas.

«Hay que reconocer que el Ayuntamiento y los operarios de la luz están trabajando muy bien. Pero creo que, al haber afectado a tantos municipios, no ha habido coordinación entre ellos y que por eso se ha extendido tanto, pero en Mijas considero que se ha actuado correctamente», admite González con el beneplácito de Salvador Porras.

Tras ponerse a salvo, Agustín recuerda que «estaba muy nervioso y nada más que quería saber cómo estaba mi casa». En ella tiene animales. Perdices, gallinas y conejos y quería saber cómo se encontraban o si, por desgracia, les habían alcanzado las llamas.

Lógicamente, los agentes de la Guardia Civil le impidieron pasar, ni con su coche ni a pie, hasta la zona, pero él se las ingenió para, junto con su hijo, buscar a pie un camino alternativo.

«Todo estaba aún muy reciente. Eran las cinco de la mañana y cuando mi hijo y yo llegamos, respiré tranquilo porque vi que a mi casa no llegaron las llamas. Toqué uno de los cipreses que rodean mi finca y estaban frescos, lo cual me hizo saber que ni los habían rozado. En cambio, los alrededores estaban calcinados, como puede verse ahora, casi dos días después. Esto era un pulmón, un sitio encantador. Ahora, Dios dirá», comenta resignado.Poco a poco todos vuelven a sus casas, pero la vida ya no es igual en Entrerríos.