«La Semana Santa fue dura, había días de 12 y 14 horas de trabajo y todo el tiempo de pie», cuenta Anaïs Florio. Mientras habla, el pasado jueves 1 de mayo a las 11 de la mañana, está colocando las mesas para empezar una nueva jornada en el mesón La Aldea, en la calle Esparteros.

Cuesta creer que con este handicap de trabajo, solo siete días después de una de las semanas más importantes del año para la hostelería malagueña, haya llegado la primera a la meta en el triatlón de Málaga, modalidad Ican 57. ¿Mucha fuerza de voluntad? «Pues sí, hasta que el cuerpo aguante», responde entre risas.

Pero esta deportista de 25 años del Real Club Mediterráneo ya está acostumbrada a la superación. Fue sólo en 2012 cuando, después de nueve años dedicada al remo profesional decidió dedicarse al triatlón. Y no llevaba cuatro meses entregada a este duro deporte cuando se convirtió en Murcia en campeona de España de acuatlón, una modalidad que incluye atletismo, natación y de nuevo atletismo.

Eso fue en mayo de 2013 y un mes después, en Tarragona, ya era campeona de España de triatlón sprint (nadar 750 metros, recorrer 20 kilómetros en bici y correr 5 kilómetros).

Anaïs, que se siente «boquerona» porque aunque nació en Francia vive en Málaga desde los 4 años y tiene doble nacionalidad, cuenta que lo que le motivó de la prueba del pasado 28 de abril fue «el competir en mi ciudad, delante de toda tu gente».

Además, el reto era doble: no sólo debía superar una semana de gran carga de trabajo sino enfrentarse a una disciplina en la que nunca antes había competido, el triatlón Ican 57. «Es un triatlón olímpico más largo que las distancias oficiales porque se nadan 1.900 metros, se hacen 45 kilómetros en bici y luego 10 kilómetros de carrera a pie», detalla.

El trasiego de la Semana Santa no fue obstáculo para dedicar unas horas diarias al entrenamiento. «Dependiendo de los días terminaba a la 1 o a las 2.30 de la mañana y la verdad es que he ido encajando los entrenamientos a las 8 de la mañana antes de ir al trabajo a las 11». Con una excepción, tras la jornada del Jueves Santo, «el Viernes Santo por la mañana fue imposible levantarme».

Anaïs cuenta que, con ese ritmo de trabajo intenso y el entrenamiento, «cuando llegaba a casa a descansar un par de horas me tumbaba en el sofá con las piernas para arriba» y confiesa que tuvo dolores y que cuando salía a correr «tenía ganas de correr pero no energía».

Y sin embargo, cansada como estaba fue recuperando el ritmo tras los días de procesiones, con carreras, estiramientos, gimnasia y natación de lunes a viernes (esto último a partir de las 21 horas en el Club Mediterráneo) y llegó el día de la prueba y la deportista malagueña no sólo compitió bien, además lo hizo a gusto pese al cansancio acumulado. «Me costó, pero la segunda iba a 5 u 8 minutos por detrás de mí. Estaba contenta porque siempre doy el cien por cien y por mucho que quede atrás la segunda, yo siempre compito conmigo misma».

Reconoce que la prueba de natación fue «durilla» porque el agua de la playa de la Misericordia estaba a 14 grados, «y me costaba respirar», pero la bici, con viento, no le supuso tanto esfuerzo y tampoco la carrera. Eso sí, mientras corría tuvo que ir en ocasiones «esquivando a las personas» que se le cruzaban en el paseo marítimo Antonio Banderas, camino de la playa.

En las condiciones más complicadas la joven ha conseguido ganar una vez más demostrando lo que puede hacer el afán de superación. En el horizonte tiene otro reto: habla inglés, francés y alemán y quiere ser azafata de vuelo. Tras un año en Berlín ahora quiere viajar a un país anglófono «para perfeccionar el inglés». ¿Alguien duda de que no conseguirá lo que se propone?