«Somos personas normales y corrientes. Somos como tú. Gente que se levanta por las mañanas para estudiar, para trabajar o para buscar empleo, gente que tiene familia y amigos. Gente que trabaja duro todos los días para vivir y dar un futuro mejor a los que nos rodean», rezaba una de las octavillas que repartían de forma masiva aquellos que estaban hartos de estar hartos en la plaza de la Constitución. Las reivindicaciones fueron tan diversas como el movimiento en sí: trabajo, viviendas a un precio asumible, ponerle parangón a la corrupción y avanzar con el horizonte puesto en una participación democrática que vaya más allá de votar cada cuatro años. Durante mucho tiempo, la misma generación que había llenado las calles en una aireada protesta para manifestarse en contra de la guerra de Irak, permaneció inquietantemente pasiva ante una realidad aplastante: la crisis económica y sus efectos. En crudas cifras, ésta se traducía en un 45 por ciento de jóvenes menores de 30 años en paro y en un 20 por ciento del total de la población. Un 15 de mayo de 2011, sin embargo, la ira acumulada se tornó en furor y la Puerta del Sol en Madrid, donde el turisteo se mezcla con los toreros de crochet, empezó a llenarse de miles y miles de jóvenes que secundaron una protesta convocada por la plataforma de Democracia Real Ya.

Bajo el lema de #TheSpanishRevolution y con las redes sociales como catalizador, los mismos organizadores se quedaron sorprendidos con la inesperada dimensión que alcanzó aquel movimiento. Aunque el epicentro estuviera en Madrid, donde se congregaron finalmente más de 50.000 personas, no es poco lo que pasó en otras capitales, empezando por Barcelona y Málaga, que reunieron respectivamente 15.000 y 10.000 mil personas en sus calles. Justo al día siguiente de que estallara la protesta en la capital, la plaza de la Constitución se convirtió en el escenario elegido para canalizar a los indignados malagueños. Entre ellos estaba David Arrabalí, miembro de Attac, organización a la que también pertenece Alberto Garzón, y que recuerda aquellos primeros días de la siguiente manera: «La acampada de Málaga se hace cuando ya aquí se tiene noticia de lo que está pasando en Madrid. Unas 24 horas después, ya estaba montada la acampada en la plaza de la Constitución». En este sentido, lo que sucedió en los próximos meses hasta que se desalojara finalmente la plaza de forma definitiva en el mes de septiembre, fue una rebelión que puso al descubierto la crisis que estaba viviendo la sociedad española en todas sus vertientes. Cinco años después, los titulares en los periódicos no difieren mucho de los que dieron lugar a aquel estallido social. La política española ha seguido cavando su bache hasta el punto de que los ciudadanos se encuentran ahora por primera vez en la historia del país ante una repetición de las elecciones por la falta de acuerdos entre los diferentes fuerzas políticas. Cuando la corrupción salpica casi a diario con un nuevo capítulo ante una concienca que ya parece encallecida, tampoco se han creado nuevos espacios o mecanismos de participación democrática y el paro sigue instalado en cifras galopantes. La actual línea que fractura a la sociedad incluso está más acuciada con la irrupción de nuevas fuerzas políticas. ¿Qué ha sido de todos los movimientos sociales que participaron activamente en Málaga? ¿Qué queda más allá de las imágenes de las plazas abarrotadas? «El movimiento 15M y la que fuera su fuerza motriz Democracia Real Ya han sufrido el lógico desgaste que vino con la irrupción de minorías organizadas, la división y la manipulación del movimiento», asegura Arrabalí. Todas esas pequeñas organizaciones que se diluyeron finalmente en una sopa de siglas irreconocible, y que ayer congregaron en la plaza de la Merced a 1.500 personas para conmemorar el quinto aniversario de aquel estallido social, han quedado en nada si se comparan con el principal fenómeno post 15M: la gestación de Podemos, formación que ha aglutinado los rescoldos de entonces y que ahora, con la ayuda precisamente de Alberto Garzón, planea llevar al 15M a la Moncloa.