Diecinueve veranos se dicen pronto. Es el tiempo que el Campus Unicaja Baloncesto lleva despertando pasiones y dibujando sonrisas, 19 años dejando claro por qué es el mejor Campus de España y por qué verano tras verano se reúnen en torno a él cientos y cientos de niños y monitores dispuestos a disfrutar de unas semanas de ensueño. Hoy hago mía una frase que llevo leyendo en las redes sociales desde que terminó el último turno, y es que quien no haya estado alguna vez en este campus no puede entender la grandeza de estas palabras.

Es una sensación extraña esa de ponerte a escribir sobre algo en concreto, tener claro lo que quieres plasmar con un puñado de letras pero empezar a borrar cada una de las líneas que te van saliendo porque no terminan de reflejar lo que quieres expresar. Aún resuenan en mi cabeza esos aplausos de los padres en la clausura final y tengo grabadas en las retinas las caras de felicidad de los niños cuando pasaron por nuestras pistas los recientes fichajes de Unicaja Edwin Jackson, Dani Díez y Nemanja Nedovic. Aún se me van los pies cuando escucho algunas de esas canciones que han dado vida a nuestros ratitos en la piscina y sonrío cuando veo las fotos de lo que han sido tres semanas de apasionante trabajo. Ni que decir que me parten el alma esas lágrimas derramadas el último día por todos, pero me reconforta saber que fueron por el trabajo bien hecho.

El Campus Unicaja Baloncesto no es un campus cualquiera, somos una familia. Allí nos desvivimos cada segundo por hacer disfrutar a los chicos y chicas que todos los veranos se reúnen en la Residencia Andalucía con la excusa de jugar al baloncesto. La fuerza de todo esto radica en cada uno de los que hacen posible que año tras año estas semanas de felicidad se hagan realidad, en esos padres que hacen un gran esfuerzo cada verano y en ese club que sigue entendiendo que hace ya casi dos décadas creó un dulce monstruo que es la razón de ser para muchos de nosotros que no entendemos nuestras vacaciones sin el Campus Unicaja Baloncesto ni sin ese orgullo que sentimos cuando nos enfundamos el polo de monitores.

Porque cuando comienza un turno se acaban los problemas y se da rienda suelta a la diversión. El despertador mañanero se va haciendo dueño de ti y tarareas por los pasillos la canción más clásica de la semana. Sabes que los momentos inventando pasos para el baile serán los más bonitos y que ganar la «Liga Mon» se celebrará como si de la Euroliga se tratase. Con poco hacemos mucho, y con mucho nos hacemos gigantes. Somos así, porque así nos hicieron todos los directores que han pasado por este Campus y ese es el sentido de la vida que queremos trasmitirle a todos nuestros monitores y jugadores…

Sabes que al sentarte a charlar en cualquier banco dirás palabras que se harán eternas, y que todas esas cosas quedarán. Te reirás en la ventana cuando te den la lata y será imposible verte triste, porque cuando lo estés entenderás que pasarán tantas cosas en pocos días y que no merece la pena gastar un segundo en no sonreír, en no disfrutar. Porque cuando menos te lo esperes ese amigo que tienes al lado te escribirá al Buzón del Amor para agradecerte tantos años de amistad sincera.

Este es mi campus, ese que hace que mis vacaciones sean las mejores y ese que hace que el mundo que me rodea no comprenda por qué año tras año vuelvo a hacerme pequeño entre tanta gente inmensa. Porque aunque me sature de baloncesto durante 9 meses con mis trabajos y mis equipos sueño con seguir empapándome de este deporte con mi segunda familia. Así lo siento porque así me lo han enseñado y así trato de transmitirlo.

Gracias a los que estuvieron, porque sin su brutal esfuerzo el camino no hubiera tenido tanto éxito. A nadie se le olvida que el Basket sin Arte no tiene sentido. Y sobretodo, gracias a los que están, porque su ilusión ha movido montañas. Que se haga eterno ese dicho de «Yo ya no cumplo años, yo cumplo turnos del Campus».