Parece mentira que todos consideremos como el mejor jugador del momento a Stephen Curry. Parece mentira, porque este chico no es el base más rápido, ni el más alto, ni el más fuerte. Tampoco es el más espectacular, ni el mejor defensor, ni el más atlético. Pero espero que todos estemos de acuerdo en que es el mejor jugador del momento y que, además, está liderando una época en la NBA con su equipo, los Warriors.

Este jugador no para de sorprendernos con su capacidad de anotar y los altísimos porcentajes que consigue en cada partido haciendo tiros de un riesgo enorme por la distancia a la que tira. Es capaz de anotar esos tiros incluso después de bote aumentando incluso más si cabe la dificultad de sus lanzamientos.

Hace poco un compañero entrenador me dijo que buscara en internet un vídeo muy curioso donde se analizaba el tiro de Curry, el mejor tirador de la NBA (que es lo mismo que decir que es el mejor tirador del mundo). El vídeo es tremendo porque te muestra, por ejemplo, cómo tira sin que sus pies miren la canasta; o cómo el codo del brazo tirador no está alineado con su rodilla derecha; o cómo saca el balón desde demasiado abajo; o cómo quita la mano izquierda en cuanto se separa del balón. Pero mientras analizas estas imperfecciones en su mecánica de tiro (sobre todo para los entrenadores más puristas) ves que no para de meter.

Curry tiene en su mecánica dos aspectos que pueden ser básicos. El primero y más importante es que la finalización del tiro es muy buena. Cómo termina su mano tiradora en su lanzamiento es quizás el detalle más importante de todos los tiradores. El segundo aspecto que le hace ser un fuera de lo común es su velocidad de ejecución. El base norteamericano tira a una altísima velocidad, ya sea parado, en movimiento o tras dribling.

Esos tiros tras bote jugando uno contra uno a una velocidad endiablada con continuos cambios de manos y fintas atacando al defensor para acabar en una parada en «step back» son una pasada. Pero es mucho más increíble el porcentaje de acierto que tiene en esos tiros. Y resulta de otra galaxia el porcentaje de acierto en tiros ganadores de partido.

Lo que más me gusta de este jugador es su capacidad por mejorar. Es evidente que esa velocidad de ejecución y ese manejo del balón para atacar en uno contra uno y culminar en parada y tiro no es sólo fruto del talento. Ahí hay muchas horas de trabajo en la pista. Pero muchas. La gente entra al pabellón para ver un partido de los Warriors con más de una hora de antelación para el comienzo del encuentro sólo por ver los calentamientos de este jugador usando diferentes ejercicios de manejo de balón y series de tiro donde combina dribling y tiro. Pues bien, ahora que es capaz de dominar esa jugada con altísimo grado de confianza se propone ser un tirador fiable a nueve y diez metros del aro (a veces incluso más). Ya le podemos ver en todos los partidos hacer algún tiro de esos y anotarlo. El fin de semana pasado, sin ir más lejos, ganó un partido en la prórroga con un tiro ganador tras dribling a doce metros del aro por lo menos. No fue un tiro de esos que haces porque falta un segundo y lanzas a ver qué pasa. Fue un tiro lanzado y buscado con toda la intención.

Pero Curry no es solo un tirador. Es un fantástico pasador y no es un jugador egoísta. Si así fuera no podría jugar en su equipo puesto que con la filosofía de juego que tienen no tiene sitio un finalizador que sólo sepa jugar él con el balón y el aro. Allí no tienen cabida los egoístas o los malos pasadores.

Pero, además, él es quien lidera el juego de su equipo, quien controla el timming del partido y quien asume los tiros más importantes.

Estos Warriors están protagonizando una parte muy bonita de la historia del baloncesto por su forma de jugar compartiendo el balón. No paran de batir récords y creo que les quedan muchos años dominando la mejor liga del mundo. Y lo están haciendo abanderados por su líder, Stephen Curry. Sólo nos queda disfrutar del juego de este chico y estar expectantes para saber cuál será la siguiente sorpresa que nos tendrá preparada.