El pasado domingo la vida nos dio un palo al baloncesto malagueño de esos que cuesta superar, de los que duelen muy dentro. Pero no a ese baloncesto de fama que se conoce en toda España y que todos leemos en periódicos o vemos por la tele, que también. El golpe nos lo hemos llevado aquellos que formamos parte del baloncesto de pista de cemento, de secar los charcos para entrenar cuando llueve; el baloncesto de cantera de Málaga. Se nos fue Chema en un trágico accidente con su scooter cuando volvía de trabajar.

Pero estas letras no son para que aquellos que las leáis o las queráis compartir sintáis la pena que podemos sentir los que conocíamos a Chema. Ni que lloréis más por Chema. Es que él no quiere eso, Chema no es así. Chema tiene esa capacidad de conseguir tener un hueco en el corazón de todos los que lo conocen a pesar de lo grande que es. Pero es que además, tiene un corazón mucho más grande que él donde todos los que les queremos teníamos un huequito a pesar de los muchos que somos.

Yo tuve la suerte de compartir vestuario con Chema y toda su generación del 82, una generación admirable de las que no se olvidan. Era un grupo de los que te marcan por su personalidad, y porque son la perfecta definición de lo que significa esa maravillosa palabra que es EQUIPO. Chema era un jugador diferente, con una mano privilegiada y una inteligencia en la cancha que le hacía sacar ventaja a jugadores más rápidos o más físicos que él. Tenía un conocimiento del juego incluso superior a su propio entrenador, que por aquel entonces sólo era un tío hambriento de conocimientos y lleno de ambición.

Sus compañeros, unos guasones, que sabían de la poca correa de Chema para las bromas, estaban siempre dispuestos a sacarlo de quicio porque les encantaba ver su reacción. Pero lo hacían con esa gracia propia de ese grupo de niños, con el amor y el cariño a su Chema, al cual no dudaban en defender cuando era necesario.

Con Chema compartí un montón de veranos en nuestro Campus de baloncesto de la Obra Social de Unicaja. Él era uno más de todos los que nos atrapa ese Campus y no nos deja escapar, que nos hace vivir durante el año por y para el Campus y que hemos disfrutado cada verano de aquel lugar que tanto significa para nosotros. Es algo que por mucho que intente explicaros no podréis comprender sin haber estado allí. Chema fue monitor del Campus muchísimos años. Allí te das cuenta del corazón y la personalidad que tiene Chema cuando ves como trata a cada niño que está a su cargo (y los que no estaban también), cómo es capaz de compaginar trabajo y Campus porque él está dispuesto al enorme sacrificio que eso supone por no perderse el Campus, o esa capacidad que tiene para aquellos monitores que vienen de otras ciudades a compartir una semana con nosotros se vayan diciendo que uno de sus mejores amigos, de sus amigos de verdad, es Chema.

Nuria, su hermana, me decía «Tomé, se nos ha ido el Chiquitín, pero no te preocupes porque el era un disfrutón y ha disfrutado la vida». Y tiene toda la razón. Chema es un niño pequeño que ha disfrutado de todo lo que ha hecho. Y un soñador, que siempre que me veía era capaz de contarme, con ojos llenos de ilusión, nuevos proyectos diferentes a los que me había contado la vez anterior.

Chema se nos ha ido allá arriba. Y allí está desde este domingo con nuestro Quique Pérez hablando de baloncesto, y con nuestro Toa. Seguro que allí están los tres pensando organizar una liga de verano o un campus de baloncesto donde participan todos, grandes y pequeños, buenos y malos. Lo mismo hasta han creado un club para enseñar a todos los que allí viven valores que nos han hecho ser lo que somos a través del baloncesto. Y jugarán partidos todos los fines de semana y todo. Desde allí vigilarán a su Unicaja, su CB El Palo, su Clínicas Rincón y todo el baloncesto de cantera de Málaga, baloncesto del que son tan culpables como protagonistas.

Pero de mi corazón no te irás Chema, en él tienes un hueco que esa puta moto no va a quitarme y en mi corazón estarás mientras tenga uso de razón, presente en cada partido que dispute. Pero como a ti te gusta, con una sonrisa, no con una lágrima. D.E.P. José María Martín Torrejón.