Luz Arcas narra con movimiento, palabra y música la esencia del texto de Samuel Beckett Esperando a Godot: el fracaso de los sistemas de representación de lo real y el desarraigo de personajes arquetípicos que experimentan el amor como el instinto feroz y grotesco que los condena a la existencia. En suma, el sentimiento trágico del hombre occidental en algo más que una coreografía al uso; un espectáculo total que su compañía ha titulado La voz de nunca y que se representa en el Teatro Echegaray esta noche a las 21.00 horas.

Esperando a Godot es una tragicomedia que aparentemente no tiene ningún hecho relevante. ¿Qué se va a encontrar el público que acuda hoy al Teatro Echegaray?

La obra son cuatro bailarines y un pianista en escena que interpreta música original con un piano de cola. Intentamos retratar un poco la pasión que tenía Beckett por el cine mudo. Todas las propuestas físicas están inspiradas en ese tipo de ambiente... La gestualidad y el tono buscan representar lo que él definía como una obra terriblemente cómica.

Preséntenos al elenco de La voz de nunca.

Como decía, está compuesto por bailarines y un pianista. Además, contamos con Nacho Jiménez, un actor de lujo proveniente del teatro clásico, la bailarina Begoña Quiñones proviene del ballet clásico y Juan Manuel Ramírez, un bailarín contemporáneo. El trabajo de esta obra tiene un matiz muy teatral. Hemos intentado dibujar a nuestra manera los personajes de la obra, ponerlos a bailar.

Desde el punto de vista interpretativo, ¿cómo se plasma lo horriblemente cómico sobre el escenario? ¿El público se mecerá entre la risa y las lágrimas?

La obra tiene muchas texturas, como la obra original. Sí es cierto que lo increíble de Beckett es la mezcla de ironía, ternura y crueldad humana... Es un poco lo que he querido rescatar. Separar un poco a Beckett de la idea habitual de que simplemente se le concibe desde el punto de vista de la desesperación y la soledad humana, para rescatar toda la ternura y ese especie de amor que existe por la triste existencia del ser humano. El público participará en todo este viaje.

¿Y cómo se ha pasado de la palabra al movimiento, a la danza contemporánea?

Hemos intentado rescatar lo que hace Beckett con el lenguaje. Él somete el lenguaje a todo tipo de estructuras temporales y espaciales. Nosotros hemos sometido todo eso a la danza. Hemos creado una coreografía que refleja la problemática con el objeto, sobre todo con el vestuario. Es una composición coral compuesta por dos grandes dúos. No es una danza contemporánea académica.

Suponemos que habrá sido algo difícil, lleno de obstáculos.

El proceso ha sido especialmente largo. Empezamos a trabajar el noviembre del año pasado. Detrás de una obra así hay un largo proceso de investigación. Trabajé estrechamente con Begoña Quiñones durante seis meses prácticamente todos los días. Pero, en realidad, ha resultado fácil porque he trabajado con grandes profesionales que, además, son excepcionales personas.