La danza siempre ha sido una de las cosas más importantes de su vida, y contar historias con el cuerpo, una necesidad. Luz Arcas lleva bailando, como quien dice, desde que nació. Hace 13 años dejó su Málaga natal para trasladarse a Madrid y sumergirse por completo en las artes escénicas. Los sacrificios no lo fueron para ella, y la dedicación completa, lejos de ser un tormento, es su pasión. Esta bailarina de su propio lenguaje, como ella misma se define, no sólo se dedica a interpretar; también es coreógrafa y directora de su propia compañía de danza, La Phármaco, que comenzó su andadura en 2009.

Las artes escénicas tienen fama de ser duras y exigentes, y la danza no se aparta de este supuesto, pero Arcas confiesa que aunque requiere disciplina, todo depende de uno mismo y de la dedicación que se quiera poner: «Todo lo que importa se sufre cuando no lo haces como quieres, pero esto es una pasión que incluye todas las etapas y todos los humores». Luz Arcas entrena todos los días. Siempre orienta su trabajo diario hacia la nueva creación, ya sea investigando nuevas pautas o movimientos o ensayando lo que ya tiene en marcha. Cada obra y cada etapa requieren de un tipo de entrenamiento y un esfuerzo por su parte. «No he tenido que imponerme disciplinas artificiales, todo ha sido natural, es algo que viene conmigo. He buscado mi camino de una forma muy flexible, haciéndolo a mi medida, con mi compañía, mi forma de ver la danza», apunta Arcas.

La malagueña se ha formado en centros nacionales y también en el extranjero; Madrid, Málaga, Bruselas, Ámsterdam, Croacia y Berlín han sido sus escuelas, donde ha tenido muchos profesores, pero explica que «los mejores maestros son los artistas, que te enseñan a través de su obra, ya sea teórica o práctica». En este sentido confiesa apoyarse siempre en referentes históricos como Isadora Duncan o Nijinsky y el coreógrafo Mats Ek y su bailarina Ana Laguna, siendo el bailaor flamenco y coreógrafo Israel Galván uno de sus referentes más actuales.

No sólo lo profesional une a Luz Arcas a esta disciplina. Su marido, el poeta Abraham Gragera, es el dramaturgo y codirector de su compañía de danza, y a través de él confiesa haber entendido muchas cosas. «El primer solo que hice, Sed Erosiona, lo recuerdo con especial cariño porque fue la primera vez que trabajé con mi marido, y gracias al trabajo que hicimos juntos se empezó a clarificar el camino; Todas las puertas que se habían abierto encontraron en esta obra su lugar», explica Arcas, que también considera la obra El libro de los venenos como una de las más importantes de su vida profesional: «Esa obra fue el principio de todo. Fue un primer impulso farragoso, pero lleno de fuerza, que al final acabó dando nombre a la compañía».

Ahora La Phármaco prepara su nueva obra, Kaspar Hauser: El huérfano de Europa, basada en la historia del personaje del siglo XIX que apareció en una plaza de Nuremberg. Esta obra se estrenará en el XXXII Festival de Otoño a Primavera de Madrid, que acerca a la capital durante cinco semanas obras de todos los estilos teatrales. Kaspar Hauser «representó de alguna manera el mito del buen salvaje», ya que se crió en una especie de calabozo sin interactuar con nadie y sin ver nada durante 17 años, hasta que el teniente de alcalde de Nuremberg se hace cargo de su educación y relata en un tratado su proceso de aprendizaje. Todo esto es lo que Luz Arcas, junto a su compañía, quiere transmitir. «A él le dolían las luces y los sonidos, sentía la energía de los metales y los olores; Le agredía la realidad. Nosotros bailamos ese cuerpo de Kaspar Hauser, que en realidad es como bailar la violencia del mundo y de la realidad», cuenta la artista.

Muchas emociones y muchos estados de ánimo son los que la danza intenta transmitir, pero para ello, «el intérprete debe concentrarse en las imágenes que provocan el movimiento». Porque como todas las artes escénicas, quien las practica las disfruta, pero el objetivo es hacer disfrutar al público. «El arte tiene un núcleo frío siempre. Hay que tener un pie fuera y otro dentro, porque no eres tú el que tiene que sentir las cosas. Hay que contarlo hacia fuera, para el espectador», explica la intérprete. Y esto no es nada fácil, porque, según explica la bailarina, «la danza contemporánea es el arte que menos interesa a los españoles. La gente no va a ver danza a los teatros ni la necesita para vivir. Esto no pasa en otros países europeos ni del mundo», y cree que a su generación le queda mucho trabajo aún por hacer para «tratar de acercar la danza contemporánea al espectador». Y es que el momento por el que pasa la cultura en España no es el mejor, y la danza se ve afectada tanto por la situación económica y política como por la falta de infraestructuras. «En las ciudades grandes debería haber centros coreográficos, además de poner atención en los festivales que han caído y los teatros que han cerrado, pero lo más importante es la colaboración por la creación de público», opina Arcas, a la que también le gustaría que hubiese una mayor visibilidad de esta disciplina: «Podría ser una asignatura obligatoria en los colegios y hacer ofertas en centros y asociaciones para ir a ver danza a los teatros». A pesar de los duros momentos, la malagueña sigue peleando por seguir haciendo lo que le gusta, y pone como única fecha límite a su carrera el día que ya no pueda dedicarse más a ello por motivos físicos, aunque seguirá, de un modo u otro, en el mundo de la danza, ya sea como profesora o dirigiendo la compañía.

Ya lleva muchos años afincada en Madrid, pero no se olvida de sus raíces y cada verano lo pasa en su tierra natal, donde ha acondicionado una parte de la casa de sus padres para poder ensayar sus obras: «Aprovechamos para ensayar allí en verano y estar tranquilos. Cuando me hace falta un espacio de ensayo me lo busco, pero en el día a día lo hago en mi casa». Arcas confiesa que la Málaga que dejó es muy distinta a la que se encuentra cada vez que viene: «Está en un momento de crecimiento cultural muy grande y creo que va a ir a más. Creo que se va a convertir en una ciudad cultural de referencia en España», aunque confiesa que echa de menos algún centro coreográfico, ya que no existe ninguno en toda Andalucía y Málaga podría ser pionera: «Tendría que aprovechar ese crecimiento y apostar e invertir en la danza. Sería algo muy bueno para la ciudad porque hay mucha gente dedicándose a la danza allí de forma muy seria».

Luz Arcas siempre supo que quería dedicarse a la danza, y, cuando en la adolescencia tuvo que decidir qué rumbo darle a su vida, eligió centrarse en las artes escénicas. Ha trabajado y se ha formado mucho para llegar al momento actual, pero sabe que hay un futuro bonito para su disciplina: «Son unos momentos muy buenos a nivel de creación. Hay una generación muy interesante de creadores en muchos estilos y gente muy preparada que creo que puede lograr que la danza sea algo fundamental para la vida de las personas».

Premios'El Ojo Crítico' de RNE de Danza 2015

Luz Arcas recibió en octubre el Premio El Ojo Crítico de Danza 2015, que otorga el programa homónimo de RNE por considerarla una "humanista de las artes escénicas" y por su "especial manera de expresar la música a través del movimiento, abriendo nuevos caminos expresivos a la danza". La malagueña también fue galardonada este verano con el Premio Intérprete Femenina de Danza en los III Premios de Teatro Andaluz, concedidos por la Asociación de las Artes Escénicas de Andalucía, gracias a la obra de su compañía, La voz de nunca, inspirada en Esperando a Godot, de Samuel Beckett.

@Ashley_JG