«Never odd or even», Javier Artero

«Never odd or even», Javier Artero

Galería Isabel Hurley - Hasta el 13 de mayo

Mantengo un nexo común con Javier Artero. Desde hace unos años poseo una fascinación inexplicable por el paisaje; una atracción que me hace querer deambular por territorios inhóspitos y salvajes casi a diario. Durante el tiempo que duró su estancia en Dachau, el artista desarrolló también este interés, aunque quizás fuera incluso antes. No obstante, durante ese periodo fue capaz de idear estrategias que le permitieran abordar esta relación con el paisaje de un modo singular. El uso del vídeo y la imagen en movimiento se articula, en su producción, como medios de establecer una confluencia distinta con él; una relación amor-odio que lo alejan de la estética romántica, de su representación como ente sublime, añadiendo capas que lo acercan a la realidad social.

Existe en la cotidianidad una válvula de escape que nos evade del día a día y que para muchos se puede traducir como una vuelta a la naturaleza, o a esos procesos lentos alejados del ritmo frenético y la velocidad que imponen nuestro estilo de vida. El día a día se hace eterno y otros buscan, para hacerlo más llevadero, estímulos que permitan excederlo, que simulen vidas paralelas llenas de riesgo y acción. O, simplemente, tener algo que hacer que rompa la monotonía. Ocultar esta realidad llena de hastío y aburrimiento fue, en sus inicios, el propósito de la televisión, con programas basados en puro divertimento. Del mismo modo, se convirtió en una pantalla que permitía nuestro acceso al mundo desde una posición cómoda y, al mismo tiempo, ajena, satisfaciendo nuestros deseos. Ahora, sumidos en la era de la comunicación son nuestros smartphones los que forman parte de este día a día con multitud de aplicaciones y redes sociales que nos comunican con usuarios de todos el mundo. La virtualidad y la velocidad originadas por el desarrollo tecnológico nos mantienen en un estado casi latente; nuestra vida se ha convertido en una sucesión de microacontecimientos a base de likes a la espera de que nuestras publicaciones se conviertan en lo más comentado de la red. En esta lógica todo se homogeneiza no mostrando resistencia. Es necesario parar y encontrar esa válvula de escape que nos aleje de este culto por lo inmediato.

Quizás sea esta resistencia la que muestra Javier Artero en este nuevo trabajo. Never odd or even es un ejercicio de tensión, un posicionamiento político contra estos modos de producción que sumen al individuo en una inconsciencia cotidiana. Los largos planos secuencia en bucle que despliega por la sala no hacen sino incomodar al espectador, no le exigen nada, tan sólo que no aparte la mirada ante aquello que aparece inalterable en su presencia. Puede apreciarse aún esa atracción por el paisaje, existente en trabajos anteriores, tan sólo unos pequeños personajes en parapente en uno de los vídeos dejan rastro de presencia humana. Aún así, el paisaje permanece eterno, y parece conducir a un cuestionamiento existencial sobre el paso del tiempo y la propia vida.

El proyecto se articula en el propio proceso de caminar, utilizando el artista su contexto más cercano como campo de trabajo. Una estrategia que lo hace vehicular hacia lo biográfico, como puede apreciarse en el díptico que se encuentra enfrentado en la sala donde se muestran sus continuos viajes a través del estrecho. Las pantallas muestran dos horizontes, por un lado la Sierra de Mijas y por el otro el Cabo Tres Forcas, desde un punto intermedio indeterminado del Mediterráneo. La tragedia del estrecho se hace evidente en las múltiples miradas que pueden haber detrás de las imágenes; personas que nunca alcanzaron ninguna de las costas y que conocemos a través de los medios de comunicación. Vienen a la cabeza reminiscencias del ocio, como por ejemplo la instalación que hace alusión al título de la muestra; un cartel utilizado por las avionetas de publicidad en época de verano. O las banderas ondeando que nos avisan del estado del mar. No obstante, quiero quedarme con ese regusto de estatismo, ese momento que implica el pararse y entrar en consciencia de la realidad que nos rodea, quizás entre el individuo y la masa.

Un vestido para Leonora', María Bueno y Ángeles Castellano

Un vestido para Leonora', María Bueno y Ángeles Castellano

Taller Gravura - Hasta el 5 de mayo

La exposición se enmarca dentro de un homenaje que María Bueno y su madre, Ángeles Castellano, construyen a la artista surrealista Leonora Carrington en su centésimo aniversario. Encontramos un trabajo colaborativo donde la mano de ambas creadoras se hace patente en cada pieza a modo de cadáver exquisito; una especie de collage que aúna los trazos y fragmentos en distintos soportes, siendo el papel formato predominante. Podemos afirmar que la idea se sustenta en el lenguaje propio de Bueno, que fiel a su modo de ver el arte, hace converger su praxis con la de su madre, dando como resultado piezas que funcionan en una óptica donde la figura femenina se convierte en eje de la misma. Vemos en las obras un lenguaje propio, cercano a lo primitivo; fugaces abocetados que bien recuerdan al modo de producción de niños que aún no han pasado por el filtro de la socialización. Un trabajo íntimo y retrospectivo que se adhiere al lugar de origen de las artistas, poniendo en valor la importancia de la mujer. El vestido no es más que un pretexto para disparar la imaginación, un dejarse llevar a través del dibujo, donde distintos personajes y contextos conviven en un ambiente relacionado con el sueño y el inconsciente, que cobran sentido unos al lado de otros. Este montaje acumulativo se hace presente en una esquina de la sala donde despliegan todo su imaginario, haciendo uso de formatos cargados de memorias -libretas, cuartillas u hojas sueltas- por las que se nota el paso del tiempo.

@javierbp1984