Tras las gratas sensaciones dejadas justo una semana antes, las espadas estaban en todo lo alto ayer para que llegara en ansiado triunfo de Saúl Jiménez Fortes en la plaza de toros de Las Ventas. A estas alturas de su carrera, nadie podía dudar que el malagueño iba a poner todo lo que estuviera a su alcance para arrancar las dos orejas precisas para salir en volandas por la puerta de los sueños de Madrid. Lamentablemente, hay veces que, parafraseando a Rafael Guerra, «lo que no puede ser no puede ser, y además es imposible».

Se apuntaba a una corrida con un encaste minoritario como es la de Valdefresno, bien presentada y a la que se le pedía un mínimo de colaboración. Para que un toro sirva en esta plaza es imprescindible que aporte emoción, y eso fue precisamente la principal carencia del encierro; marcado fundamentalmente por la falta de fuerza y casta.

Ya el primero, correspondiente al espada sevillano Daniel Luque, volvió a los corrales por su manifiesta invalidez de los cuartos traseros. Ni por esas quiso perdonar Fortes el quite por gaoneras, pero lamentablemente el sobrero no subió la nota y el comienzo no pudo ser más gélido.

Por la misma senda discurrió el primer oponente del torero de Málaga, con un toro protestado en los primeros tercios. Pero no se podía tirar la toalla, y se plantaba con la muleta de rodillas para templar en una tanda comenzada con el cartucho de pescao y culminada con una trincherilla. Con eso se puso al público a su favor, y con la montera calada, toreó para sí mismo con mucho poso y suavidad exquisita. Le faltó toro, no por volumen, sino por codicia, frustrando las ilusiones despertadas al inicio de la faena. Fue aplaudido tras una estocada algo delantera y dos descabellos.

En su último cartucho en esta Feria de San Isidro de 2017, se encontraba un astado que tendía de defenderse y echaba las manos por delante de salida. Quiso mostrarle su respeto a la afición con un brindis, e intentó plantear pelea a un animal descastado que se caía en cuanto le bajaba la mano y que además no transmitía absolutamente nada. Lo dicho, imposible para triunfar en Madrid, aunque suficiente para mostrar que el nuevo Fortes, con la quietud de siempre pero con las ideas bien claras y con más temple que nunca, ya está consolidado y que es apetecible verle hacer el paseíllo en cualquier circunstancia. Sumando fortistas y aprobando con nota la reválida de la primera plaza del mundo.

Luque

La segunda opción de Luque en este abono, aún siendo de un hierro diferente como Carriquiri, no mejoró. Huidizo ante los capotes y los caballos, hizo un amago de venirse arriba en la muleta y tras una tanda en redondo arrebatada terminó por desfondarse.

Complicado fue el primero del tercer espada de la tarde, Juan Leal, desentendido con los engaños y que puso en dificultades al matador galo por ambos pitones. Hay que reconocer su decisión en una labor que se prolongó en exceso por el ansia de triunfo. La tarde se marchaba con el acobardado sexto, ante el que la necesidad de lucir del torero, que incluso fue volteado sin consecuencia, contrastaba con el hastío de un público que terminaba protestando por el petardo ganadero.