El ciclo Tocando las Estrellas traía el pasado sábado a la Sala María Cristina, de la Fundación Unicaja, a quien es considerado uno de los grandes intérpretes para violonchelo, el español Asier Polo. El gran maestro, como era de esperar, llenó el emblemático espacio de un público tan diverso como plural, tan respetuoso como atento. Este inmenso músico ha visitado Málaga las últimas temporadas acompañado de la Filarmónica de Málaga e interpretando grandes páginas del repertorio concertante para violonchelo. En esta ocasión aparecía ante un escenario desnudo y en la soledad de su instrumento para dar vida a tres de las seis suites para cello que escribiera el Cantor de Leipzig.

Fueron escritas a comienzos de la década de los veinte del siglo dieciocho, cuando Bach residía en la corte de Cötten, período en el que también concibió las sonatas y partitas para violín solo. Aún no se ha descubierto al músico del oficio religioso que posteriormente conocerá Leipzig. Quizás sea el Bach más creativo frente al aluvión de temas que parodia en el corpus de los ciclos de cantatas. En el caso de las suites para violonchelo destacan el virtuosismo y la exigencia técnica como quedó remarcado en la lectura realizada por el violonchelista español. A esto hay que añadir la particular sensibilidad que Polo imprime en sus interpretaciones, que las hacen tan especiales, y que en el caso de Bach tampoco fue la excepción.

Creación libre

Para la primera parte, Asier Polo dispuso las suites primera y cuarta, cuyos preludios conforman un espacio de creación libre. Al confrontarlos da la sensación de una aparente similitud y, sin embargo, conforman dos mundos independientes, de cuerpo y personalidad propios. En este sentido, el violonchelista centraría la interpretación en las grandes arquitecturas sin olvidar la propia emisión, caracterizada por un continuo sentido oscilante del instrumento que lo dota de sensible corporeidad.

Los motivos danzantes se suceden en elaboraciones cuidadas donde el torrente temático guarda estrecha relación y lógica con el precedente. Añadamos a ello la rotundidad técnica de Asier Polo y tendremos un recital de gran valor. De entre todo este material destacar las dos courante, momentos de grandísima profundidad a las que Polo dibujaría con un especial cuidado.

La Suite en Re mayor que ocupó la segunda parte del programa participó de la misma concepción estética anotada por Asier Polo durante todo el concierto, notas conclusivas alargadas, de corte estilizado y claro sentido contrastante.