De vez en cuando, el Museo Picasso Málaga se decanta por una temporal muy de concepto, de ésas que podríamos decir 'duras de roer' para un público con un interés casual por el arte, más atraídos al Palacio de Buenavista por la todopoderosa marca Picasso. Pero si el visitante invierte tiempo y atención, son de las exposiciones que recompensan y que fomentan análisis y debates fructíferos. Es lo que ocurre con 'Genealogías del arte o la historia del arte como arte visual', una muestra con varias capas de disfrute y en la que la creación se cuenta a sí misma y a su historia a través de los diagramas, una herramienta basada en la combinación de imágenes y palabras, en contraposición a la hasta ahora tradicional manera de estudiar la historia del arte, los extensos textos académicos. "Si la historia del arte se compone de objetos destinados a ser vistos... ¿no debería ser también muy visual el modo de contarla? ¿O es que la historia del arte únicamente puede leerse, pero no verse?", se interrogan desde el MPM.

"En el arte lo que importa, sobre todo, son las relaciones entre las cosas", dejó dicho Henri Matisse en 1930. La frase bien podría ser el leit motiv de esta nueva exposición (en cartel hasta el 31 de mayo), que reúne a casi 250 autores y artistas a través de 169 obras artísticas 'convencionales' y 185 piezas documentales, entre revistas y todo tipo de publicaciones. Además, como reivindicación de este modo de analizar y explicar el arte, la muestra reivindica otra, histórica: 'Cubism and Abstract Art' (1936), para la que el primer director del Museum of Modern Art (MoMA), Alfred H. Barr, Jr, creó un diagrama en el que trataba de desentrañar los orígenes del arte abstracto a modo de árbol genealógico. El MPM reproduce in situ, con obras de iconos como Cézanne, Gris, Delaunay, Ernst, Giacometti, Léger, Matisse, Braque, Klee o Moore, el ejercicio de Barr.

'Genealogías del arte', una coproducción del MPM y la Fundación Juan March, está dividida en tres secciones. La primera presenta diferentes composiciones y recursos gráficos para explicar, ordenar y jerarquizas corrientes y conceptos artísticos, filosóficos y arquitectónicos. Funciona a modo de introducción para que el espectador se familiarice con esta manera de contarse a sí mismo, con representaciones visuales desde el siglo XVII.

La segunda sección es, digamos, la más artística y museística en sí, la que incluye las obras de los autores señalados anteriormente, entre muchos otros, siguiendo, en gran medida, las indicaciones de Barr, un observador tan exhaustivo como desprejuiciado. Así, por ejemplo, se puede ver una pieza de Picasso y un gran tapiz de Léger junto a una silla de Le Corbusier, una conversación hoy habitual pero que en los años 30, los de Barr, era "una auténtica audacia", según Lebrero.

La parte final de 'Genealogías' reúne diagramas realizados por autores contemporáneos, una selección marcada por la ironía y el cuestionamiento del arte y sus productos. 'Island of Bad Art' ('Isla del Arte Malo', de Grayson Perry) o 'The Fun One Hundred' (Los Cien Divertidos, de Peter Davies), por ejemplo, son repasos inmisericordes, marcados por un humor despiadado, a corrientes y nombres de la creación de hoy en día.

Lebrero invita a dejarse llevar por la muestra, "que sea la mirada y la intuición del espectador las que construyan una genealogía propia" de la historia del arte. Desde luego, argumentos tendrá el visitante para acometer la tarea.