Este domingo presentan en el Cervantes La domesticación, el primer capítulo de la trilogía Bekristen / Cristianos, sobre la compasión como necesidad humana, trauma social y fracaso colectivo. La trilogía reflexiona sobre el neoliberalismo como nueva forma de colonialismo. Surge de unos viajes que realicé desde 2015 a diversos países poscoloniales de África, Latinoamérica y Asia.

¿Cómo ha plasmado esa idea a través de la danza?

Me interesó mucho trabajar gestualmente cómo la violencia de la cultura neoliberal propone una especie de totalitarismo. Por un lado, el totalitarismo cultural que se hace visible en la gestualidad, en la manera de estar en el cuerpo, ligada a la juventud y la búsqueda de la belleza o un sentido de ella muy concreto, en la búsqueda del éxito y también en la unidad de estilo. Por otro lado, todo ese contenido que está más ligado al folclore, a las heridas históricas, a todo ese contenido que existe y que se transmite de generación en generación y que ese neoliberalismo trata de borrar. Plasma la fuerza totalitaria globalizadora y esa información que está en el silencio de los cuerpos y que de alguna manera lucha por salir fuera.

Pero, ¿qué es exactamente el neoliberalismo del que habla?

Se trata del sistema económico, político, social y cultural en el que vivimos, en el que se ejerce una violencia y que nos vuelve muy esclavos, pero disfrazados de libertad, con la sensación de hacernos más libres que nunca. Ése es su peligro.

Debido a la situación actual y las medidas de restricción, ¿ha tenido que realizar algún cambio o adaptar la función?

Sí, además de haber tenido que suspender la primera función porque uno de los bailarines dio positivo en Covid, hay una escena en la que participa bastante gente y hemos tenido que adaptarnos a la nueva normativa... Aunque prefiero no desvelar nada.

La Phármaco, como compañía internacional, ha tenido que gestionar la incertidumbre que se ha vivido desde marzo.

La pandemia no es igual para todos y se vive diferente dependiendo de las circunstancias vitales. Nosotros teníamos una gira ya contratada a nivel nacional, que se ha podido llevar adelante con más dificultades de lo normal, en ciudades que se han ido cerrando y con actuaciones que estaban apunto de caerse, como en Granada. La función no se iba a hacer y finalmente ha cambiado la normativa y estamos aquí, pero lo supimos ayer. Hemos tenido la suerte de que se han pospuesto y de que todo se haya reorganizado.

¿Ha tenido que dejar algún proyecto pendiente?

Sí, sobre todo los internacionales. Teníamos un proyecto en Perú y se ha pospuesto. También otro con la compañía nacional de El Salvador, además de retrasos en las programaciones, que de abril se pasan a septiembre.

Todos los sectores se están viendo afectados, ¿cómo cree que será el futuro para la cultura y la danza?

No es lo mismo una compañía consolidada que una que está empezando y la danza está en muchísimos sectores, desde el más comercial al más alternativo. Evidentemente, viene una crisis económica muy fuerte con todas las consecuencias emocionales y psicológicas que conllevan. No leo el futuro, sé que afectará mucho, pero también sé que nosotros estamos hechos para los momentos difíciles. Mi compañía comenzó en plena crisis de 2008 y ahora estamos muy preparados en nuestro sector para sortear las dificultades. Creo que puede ser un momento para que el cuerpo y la danza también crezcan. Sin duda, va a ser un panorama interesante, duro y difícil porque creo que va a haber mucha miseria en algunos ámbitos.

Muchos han catalogado la cultura como un ejemplo de seguridad y responsabilidad. ¿Estos espacios culturales son necesarios en estos tiempos?

Sí, es increíble. Cuando hemos estado en León o Granada, los teatros están llenos. Creo que la gente necesita esos momentos. Ahora el espacio virtual está robándole cada vez más terreno al físico, por eso que las artes escénicas tienen todavía más sentido hoy, ya que el espectador necesita ese encuentro.