Música
Un pletórico Joaquín Sabina se reencuentra con sus fans malagueños
El flaco de Úbeda demostró anoche en el Palacio de los Deportes Martín Carpena las ganas que tenía de volver a pisar los escenarios
C. R. / L. O.
Su amiguísimo Joan Manuel Serrat se acaba de retirar de los escenarios y su salud y su edad no perdonan (74 años peina ya), pero Joaquín Sabina no está para decir adiós, de momento, a sus seguidores. Anoche así lo demostró en el Palacio de los Deportes José María Martín Carpena, en una de las primeras citas de su tour de regreso, que él ha titulado, con sorna, Contra todo pronóstico.
No es ésta una gira cualquiera para el flaco de Úbeda, por diversas razones: la primera, porque se trata de su vuelta a los ruedos tras aquella caída que lo apartó de los focos debido a las lesiones que sufrió; la segunda, porque ya no se encuentra a su lado su inseparable escudero durante 40 años, el guitarrista Pancho Varona, de cuyos servicios prescindió a través de un email (curiosamente, Varona actuó en La Cochera Cabaret hace apenas unos días). No estuvo flanqueado por Leiva, su actual mano derecha musical, pero sí por Jaime Asúa, Antonio García de Diego y Mara Barros, los tres de Benditos Malditos, y con la incorporación de Borja Montenegro.
También se trataba de una cita especial porque tenía lugar en Málaga, uno de los feudos sabineros y un lugar vinculado íntimamente a la vida personal y artística del cantautor. Por ejemplo, en su anterior concierto entre nosotros, en el lejano 2019, el de Úbeda dijo a su público: «Estando en el camerino he recordado que la primera vez que me puse un bombín fue en Málaga. Fue en una actuación en el Zambra, en Pedregalejo. Muchos no habíais nacido».
Lo cierto es que casi en la mitad de su década de los 70 años y con los achaques de la salud cerniéndose sobre su enjuta figura, Joaquín Sabina demostró este viernes un par de cosas a todo aquel que quiso acercarse al Martín Carpena para oír lo que tenía que decir: que su repertorio es uno de los más sólidos y, ojo, transgeneracionales de la canción de autor de nuestro idioma (el recital de anoche fue un completísimo greatest hits de sus 40 años de carrera de orfebre); y que, a pesar del parón en su carrera y en su vida durante unos años, de cierto silencio musical que ha traído una existencia ahora más alejada de los vicios, Sabina mantiene intacta la ilusión. Porque quien esperara anoche a un ídolo de capa caída, en franca retirada, no acertó en sus pronósticos: desde que puso un pie en las tablas del escenario y saludó al respetaba quitándose con el bombín, la sonrisa grande y abierta apuntaba que la cosa iba a ir bien. Y así fue. Contra todo pronóstico. Repetirá (y con él, muchos de sus fans) mañana, domingo, con otro recital en el mismo lugar.
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