Cine

Una malagueña, en la sociedad de 'La sociedad de la nieve'

Ha arrasado en los recientes Goya y está a punto de medirse con los gigantes en Hollywood en los Óscar. La película de J.A. Bayona, sobre la odisea de supervivencia de Los Andes, también es una epopeya sobre cómo levantar una película a 3.000 metros de altura

Hablamos sobre ella con la malagueña Tamara Campaña, una de las sastras de set cuya implicación más allá de lo profesional sirvió para que le filme se llevara, entre otros, el Goya al Mejor Vestuario

Parte de la sociedad de "La sociedad de la nieve", en un descanso del rodaje

Parte de la sociedad de "La sociedad de la nieve", en un descanso del rodaje / Tamara Campaña

Víctor A. Gómez

Víctor A. Gómez

Al principio iban a ser tres semanas pero terminó trabajando tres meses. Más de 90 días intensísimos en Sierra Nevada, levantando una aventura cinematográfica que para muchos era un imposible pero que la habilidad y la testarudez de J.A. Bayona terminaron convirtiendo en la absoluta ganadora de los recientes Premios Goya y una de las esperanzas españolas en los inminentes Óscar. La malagueña Tamara Campaña es una de las orgullosas integrantes de esa sociedad de 'La sociedad de la nieve', un amplio club de profesionales de todos los departamentos fílmicos que comparten la emoción y el orgullo de haber participado decisivamente en la epopeya personal del realizador catalán y una de las producciones españolas más complejas y difíciles de la historia.

Tamara ejerció como sastra de set durante la filmación, cuando el equipo, ya en Sierra Nevada, requirió una segundad unidad de vestuario (llegaron incluso a tercera una tercera). «Nuestra misión era velar por que los actores lleven el vestuario adecuado en cada secuencia que se fuera a rodar y chequear la continuidad entre las escenas», asegura la malagueña. Formaba parte de un equipo a cargo del figurinista argentino Julio Suárez, un profesional que «hace del vestuario mucho más que una categoría técnica»: «Es un artista. Era increíble la profundidad de detalle que había en todo, y cómo trascendió la mera recreación para diseñar la historia particular de cada elemento. Estaba todo muy documentado con fotos y testimonios, y buscó tejidos muy específicos de la época con los que se tuvieron que elaborar muchas prendas; por ejemplo, cada jersey fue tejido a mano".

"Pero, además, le puso un sello personal a cada personaje", abunda Campaña. "Partiendo de la realidad, que es la de unos chavales que llevaban una maleta con ropa para un fin de semana, pensó en cómo esa ropa evolucionaba y se introducían recursos de supervivencia, como usar el tejido de la tapicería del avión para hacer vendajes o gorros». Todos los días, uno a uno, Suárez «supervisaba el estado de cada personaje atendiendo al deterioro». Y además, añade la sastra, el figurinista «integró en su trabajo detalles simbólicos, como el uso de algunos recuerdos reales de supervivientes, no réplicas, que nos metían a todos de lleno en la historia (por ejemplo, el rosario de Carlitos)». Ahora ya saben que el Goya al Mejor Vestuario no se regala. 

Tamara Campaña, con el Goya y Julio Suárez

Tamara Campaña, con el Goya y Julio Suárez / Tamara Campaña

Y luego, claro, estaba trabajar codo con codo con J.A. Bayona, empeñado en contar de una manera más íntima y humana la historia de los supervivientes de la tragedia de Los Andes. «Por la forma en la que se ha realizado, de alguna manera, se consiguió una implicación máxima por parte de todos y todas del equipo. Bayona considera que lo que se vive detrás de las cámaras y antes y después de que se ruede se transmite también, se termina notando en la película. Todos pasábamos frío, miedo en más de una ocasión, todos estábamos en Sierra Nevada lejos de nuestras familias, y cuando rodábamos en el set que estaba a cubierto (en las escenas de dentro del fuselaje), ponía música clásica para que ninguno perdiéramos esa emoción. Es imposible que algo así no te deje una huella personal», recuerda la malagueña.

Odisea

Rodar 'La sociedad de la nieve' fue una odisea en sí misma. La sastra de set lo explica: «Fue un rodaje física y emocionalmente intenso. Uno de los sets estaba instalado en una zona de Sierra Nevada de difícil acceso a 3.000 metros de altura y ahí arriba las jornadas de rodaje podían hacerse complicadas. Por ejemplo, teníamos que administrar recursos adicionales para los actores, como crampones para el calzado, parches de calor o calcetines térmicos, que íbamos cambiando a medida que pasaban la horas y se iban mojando por la nieve». 

Pero los obstáculos y dificultades quedan casi sepultadas en la memoria por los momentos hermosos: «Una de las cosas que recordaré siempre es el grupo de actores. Cada día venían al departamento de vestuario para que les ayudásemos a prepararse, y la alegría y entusiasmo que mostraban cada mañana, siempre cantando, contando chistes, abrazándose unos a otros y con nosotros... Lo curioso de este rodaje es que todos se vestían juntos, no había camerinos diferentes. Eso fomentó un sentimiento de equipo, se transmitía la fraternidad». Y, a título personalísimo, Tamara recuerda los amaneceres y atardeceres en el set de la montaña, un regalo y un privilegio inolvidables».

Momento de preparativos diarios de vestuario del rodaje

Momento de preparativos diarios de vestuario del rodaje / Tamara Campaña

Tiene razón Bayona: lo que se vive antes del golpe de claqueta se termina notando en la película. «Llorábamos cada vez que se rodaba la muerte de algún personaje y volvimos a llorar cuando lo vimos en pantalla», recuerda la malagueña. También lloraron en Valladolid, cuando Julio Suárez compartió con todos y todas el Goya al Mejor Vestuario. Allí estuvo también Tamara, claro. «Seguimos en contacto y hay amistades muy importantes que han surgido allí arriba. Fue un desafío de superación, pero en esa sociedad de La sociedad de la nieve nos cuidábamos entre nosotros. Recuerdo a mi compañera Isa cogiéndome la mano cada vez que el camión de nieve se movía más de la cuenta en el ascenso camino del set. Todo el equipo ascendíamos juntos, con una sensación de unidad que pocas veces he vivido en mi trabajo». Quizás el mayor premio sin estatuilla que haya conseguido J.A. Bayona por esta película.

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