El archipiélago de Socotra es el protagonista fundamental de La isla de los genios, una obra que logra captar lo intangible, el misterio de un espacio condenado a su desaparición definitiva.

¿Qué tiene Socotra para haberle tenido ocupado en un libro y un documental, desde 2011?

Desde siempre me atrajo ese punto perdido en el globo terráqueo, a medio camino entre el Cuerno de África y Arabia. Pero en los libros de geografía apenas encontraba nada. Años más tarde, cuando averigüé que según los antiguos era la isla del ave Fénix o del ave Roc, la isla de Simbad a dónde los veleros árabes acudían en busca de incienso y mirra, me entraron ganas de viajar a aquel remoto lugar. Más tarde supe que era la isla del árbol de la sangre del dragón, un árbol de savia roja que fue utilizada por los gladiadores romanos en el Coliseo por su poder cauterizador. Pero no se podía viajar a Socotra pues pertenecía a Yemen del Sur y se dice que contaba con una base de submarinos soviética. Años más tarde, cuando me enteré de que ya se podía viajar a la isla, así lo hice...

¿Y entonces?

La casualidad me llevó a conocer a Ahmed Afrar, el hijo póstumo del sultán a quien los comunistas pretendieron ejecutar. Junto a Ahmed, viajé al interior de la isla en tres ocasiones. Eran viajes muy duros para los que no estaba excesivamente preparado, había que caminar durante varios días entre peñascos y piedras procurando a cada paso no resbalar o torcerse un tobillo. Íbamos seguidos con una expedición de tres camellos y por las noches alrededor de un fuego se contaban historias de seres extraordinarios, espíritus y serpientes gigantescas. Me sorprendieron la franqueza y hospitalidad de aquellas gentes que vivían en cuevas y encendían fuego con bastoncillos. Fruto de aquellos tres viajes nació el libro Socotra, la isla de los genios. Pasados unos años. Algunos proyectos después, sentí la necesidad imperiosa de regresar a la isla y reencontrarme con mis queridos personajes.

Se suele hablar del documental como el género que atrapa trozos de realidad, y en el suyo el misterio y lo que está más allá de la realidad es fundamental. ¿Cómo se enfrenta a abordar algo tan difícil como lo intangible?

Me interesan los mundos que desaparecen, las historias de los ancianos que desaparecerán con ellos. Me interesan las gentes que afirman convivir con seres que están en otro plano, con el mundo de los djinns o genios; los eferits y duendecillos de los cuentos orientales. Lo intangible es lo que me interesa. Aquello que es imposible contar con palabras y que quizá se consiga una aproximación con los silencios, brumas, sonidos de la noche, texturas. Una acumulación de sensaciones que nos acerca a otra realidad. Eso es lo que busco, aunque quede pretencioso.

Debe de ser difícil asistir a una manera de ver la vida en extinción como la de Socotra. ¿Son su libro y su documental una manera de reivindicar una forma de ser y posicionarse ante la vida o se conforma con dejar testimonio de ella?

Me gusta reivindicar lo que va desaparecer. De hecho la película es el único documento hablado enteramente en lengua socotrí. Una lengua del tronco sudarábigo relacionada con el idioma que hablaba la reina de Saba nada menos. Una reliquia lingüística que no se escribe y que desaparecerá en su forma pura con la actual generación de ancianos, ya que los jóvenes hablan una forma dialectal cada vez más contaminada por el árabe.

[Socotra, la isla de los genios se proyecta hoy en el Teatro Echegaray a las 22.00]