¿Qué le atrajo tanto de Isabel y Rafael para perseguirles desde mediado de los 90 para hacer un documental con ellos?

Descubrí por casualidad dos obras que tenían la firma de Isabel Jurado y Rafael Aguilera. La emoción que me produjo la contemplación del universo que contenía esos cuadros, fue el motor que hizo que quisiera saber quiénes eran. Después asistí como alumno a un taller popular de grabado calcográfico que impartían en Lucena, y ya la admiración sucedió casi de inmediato. Isabel y Rafael son unos trabajadores incansables, y muy valientes, que se mantuvieron en su línea como pintores figurativos cuando la industria del arte tomó otros rumbos. Todo esto hizo que, de una manera casi obsesiva, acudiese a visitarlos a su casa-taller cada cierto tiempo, con la intención construir una historia en torno a ellos. Pero no fue hasta finales de 2014, cuando su hijo Iván comenzó con los trabajos de catalogación de todas sus obras, cuando surgió el impulso necesario y me decidí a grabar.

¿Y qué pretendes transmitir con el resultado de este largo proceso, Los pintores nuevos?

He deseado pintar incluso antes que hacer cine, así que siento un profundo amor por la pintura y por los pintores. En esta película quería acompañar a estos dos grandes creadores en el momento vital por el que atraviesan. La labor creativa no cesa nunca, otra cosa es que la actividad física se vea disminuida, pero en el caso de Rafael, él dice que soñando acomete la realización de grandes murales y que consigue unas mezclas de colores que nunca imaginó. Al hacer esta película han vuelto a

despertar en mí las ganas de dibujar, tal vez pueda ocurrirle lo mismo a quien la vea.

Hablemos de la vejez. En tu anterior trabajo, No me contéis entre vosotros, hablabas del final de la vida de un ácrata que termina en una residencia de ancianos y que sobrevive a través de sus recuerdos de una existencia «libre». Rafael e Isabel, plenamente activos. ¿Has querido crear un paralelo entre dos formas de abordar la vejez?

No he buscado conscientemente un paralelismo entre ambas películas, pero es cierto que son historias que parten de mí y cuentan sobre personas con las que me relaciono habitualmente. Forman parte de mi vida. Tanto Manolo, como Isabel y Rafael tienen edades similares y se encuentran en un momento de cierto final de ciclo. Aunque con algunas diferencias, son seres que se sienten totalmente libres, hagan lo que hagan, y estén donde estén. Manolo, en una residencia de mayores y, yendo a una pequeña casilla en el campo, e Isabel y Rafael en el espacio íntimo de su casa-taller, dibujando o soñando con la realización de grandes murales.

Repites en la sección documental después de cuatro años. ¿Cuál fue tu experiencia con No me contéis entre vosotros?

Fue toda una sorpresa el recibimiento tan caluroso que tuvo la película el día de su estreno en el Festival de Málaga. Pensé sinceramente que mi propuesta no interesaría demasiado al público, pero me equivoqué. El Festival ha contribuido enormemente a la visibilización un trabajo de este tipo, al que de otra manera el público hubiera tenido un difícil acceso. Pero gracias a la selección del Festival, la película ha tenido un buen recorrido por otros festivales.