Crítica

¿Quién es Ibrahim?

Reseña de 'El salto', dirigida por Benito Zambrano y en la Sección Oficial Fuera de Concurso del Festival de Málaga

Una imagen del filme de Benito Zambrano

Una imagen del filme de Benito Zambrano / La Opinión

Víctor A. Gómez

Víctor A. Gómez

EL SALTO

  • Dirección: Benito Zambrano
  • Guión: Flora González Villanueva
  • Reparto: Moussa Sylla, Edith Martínez Val, Nansi Nsue, Mari Paz Sayago, Vicenta N'Dongo
  • Benito Zambrano lleva décadas haciendo cine de compromiso social, cediéndole la cámara a los más débiles y desprotegidos para contar sus historias que son, como mucho, breves en un periódico y unos pocos segundos en un informativo. Siempre he considerado que hay tener un cuidado extremo en estas películas: resulta muy fácil caer en el spot de una consejería autonómica de Asuntos Sociales, perder el aliento íntimo de las personas que están detrás de estos asuntos que nos conciernen como sociedad. Yo tengo un método muy sencillo para determinar el triunfo o fracaso de un relato de este tipo, y se basa en hacerme unas cuantas preguntas; lo aplicaremos a 'El salto': ¿Quién es exactamente Ibrahim, el protagonista? ¿Con qué sueña, qué ambiciona hacer con su vida? ¿Qué le gusta hacer, qué música le mueve, qué cosas le emocionan, cuáles le irritan? Bien, noventa minutos después, con los créditos scrolleando por la pantalla, sólo sé que Ibrahim es un subsahariano en busca de una vida mejor en España, con una mujer y un bebé en camino. Nada más.{"youtubeEmbed":{"videoId":"iqPKLVgf8N8"}}La pregunda siguiente, la última, entonces: ¿Quién es Ibrahim, una persona, un personaje o un arquetipo, un rol diseñado exclusivamente para lograr un propósito de nosotros, los espectadores? Benito Zambrano y su guionista, Flora González Villanueva, incurren en el más imperdonable de los errores: considerar a Ibrahim uno más. Sí, uno más. Antes de los créditos, las típicas frases con datos potentes nos avisan, como si fuéramos estúpidos o insensibles, de la terrible realidad de la migración, con sus centenares de miles de personas que arriesgan todo en busca de algo. Y ahí está la confirmación de lo que durante esos noventa minutos han perseguido Zambrano y González Villanueva: a eso, y sólo a eso nos querían llevar, a la causa, a la tesis. Ibrahim jamás no ha importado nada, siempre ha sido uno más, sólo lo han creado con un objetivo muy concreto y no es precisamente es que lo conozcamos en sus profundidades. Lo prueban también esos diálogos de cartón piedra, plásticos, con frases calamitosas, cero corpóreas (las malas interpretaciones tampoco ayudan).