Crítica

Que sí, que es lo que es pero a mí me ha llegado

Reseña de 'Radical', de Christopher Zalla, en la Sección Oficial a Concurso del Festival de Málaga

Eugenio Derbez, en un momento de 'Radical'

Eugenio Derbez, en un momento de 'Radical' / La Opinión

Víctor A. Gómez

Víctor A. Gómez

RADICAL

  • Dirección y guión: Christopher Zalla
  • Reparto: Eugenio Derbez, Daniel Haddad, Jennifer Trejo, Danilo Guardiola, Mía Fernanda Solís

Una de las cosas que más me irrita del cine español (no del cine en español; me refiero exclusivamente al hecho aquí, en España y por españoles) es la ausencia casi absoluta en sus películas de dos de los asuntos que más determinan la vida de las personas: la educación, la realidad de las aulas, y la lucha de clases, la pugna entre los diferentes estratos sociales. Son materias que determinan tremendamente nuestro día a día pero apenas exploradas en el cine español contemporáneo (y no, no me vale el sleeper 'El maestro que prometió el mar', porque gran parte de su fuerza motora está en su contexto histórico, no en el hecho de que la protagonice un profesor). Supongo los directores-guionistas, imbuidos en su habitual solipsismo y egotismo, prefieren invitarnos a sus viajes internos más o menos interesantes y empatizables. Pues a mí me gustaría que hubiera una película española como 'Radical', y eso que, en principio, la cosa no es my cup of tea, como dicen los anglos: un relato sencillísimo y directo, tremendamente conmovedor sobre la importancia de la enseñanza y el aprendizaje para driblar los obstáculos aparentemente insalvables que nos pone por delante la vida. 

Sería fácil tumbar la película de Christopher Zalla: que si es una de ésas basada en historiazas reales que parecen hechas para la temporada de premios, que se le ven las costuras por todos lados, que no hay sombras ni imperfecciones en el dibujo de los protagonistas, que todo parece querer conducir emocionalmente al espectador (sí, preparen los kleenex), que la vida no es tan clara como aquí parece y bla, bla, bla. Lo que quieran, pero cuando uno asiste al carisma de Eugenio Derbez, deslumbrante como ese profesor motivador para peques arrinconados por la pobreza y la delincuencia, y contempla cómo la historia se presenta de una manera franca, sin engaños (la película es lo que es, no lo oculta jamás), a uno se le caen todos los apriorismos y escudos y se echa muy a gusto sus lágrimas y sus sonrisas.