A Pedro Ugarte quedarán pocos amantes del relato que no lo conozcan, aunque su obra también abarca la novela (aún recuerdo con estupor y escalofríos 'Perros en el camino'). En 2017, ganó el prestigioso Premio Setenil con su penúltimo volumen de cuentos, 'Nuestra historia', y vuelve al ring de este género con 'Antes del Paraíso', un hermoso libro celebrado desde antes de su nacimiento por una legión de seguidores y que, sin duda, hará las delicias de quien se asome a sus páginas. Las ficciones cortas de Ugarte tienen la marca del empaque de un escritor que conoce como pocos las posibilidades de la narrativa corta. Con un estilo contenido y caleidoscópico, Ugarte amalgama, cual rapero, una frase tras otra de forma que, cuando el lector acumula unas cuantas y las paladea, se sabe atrapado por esa escritura precisa, hermética y, a la vez, evocadora. En los cuentos de este volumen, editado por Páginas de Espuma, sobresalen, en relación al resto de obsesiones del escritor (Bilbao, 1963), el abordaje de la paternidad desde distintos puntos de vista y la forma en cómo los hombres y mujeres de hoy son capaces de escuchar y dejarse anegar por el verdadero sentido de la vida (espectacular 'El ancla', donde se contrapone un matrimonio común al deslumbrante amigo que siempre viaja y que ha tenido éxito). Es la temática de 'qué es lo que importa', a la que con tanta seguridad y profundidad se acerca el creador.

El primer relato ya deja clara la altura de lo que ha de venir, con un precioso homenaje a los padres que ya no están y esa apelación sentimental que pasa de progenitores a vástagos y que todos habremos escuchado en algún punto del camino: «Cuando me muera, me querrás como yo te quiero ahora». Difícil es leer y no emocionarse al recordar, cada uno, la relación con sus progenitores. El resto de relatos son de una factura estética, técnica y narrativa de mucha altura y retratan, con precisión, la fugacidad de una vida en danza ahogada en el vértigo y lo urbano y de unas relaciones familiares no siempre fáciles: así, podemos encontrarnos a un matrimonio al que le corroe la duda sobre si a una pareja amiga le ha tocado la lotería, a un padre que forja la relación con su hijo visitando una sucesión interminable de concesionarios, a una familia cuya matriarca está obsesionada con que su madre fue amiga de los reyes de Bélgica y ese recuerdo mal digerido por los descendientes amenaza la convivencia pacífica intergeneracional (olvidar para avanzar o, mejor ¿aceptar las referencias de los ascendientes?), o el impresionante 'Pequeñas cosas tristes', donde la figura del perdedor es observada con un humanismo desaforado muy poco practicado en la literatura patria. Hay un interesante cuento coral en 'La familia de Erasmo', una destacada y moderna reflexión sobre los arquetipos eternos que se repiten, como los cromos, en todas las familias que han sido y serán (e introduciría el tema de los niños mimados a los que se les amontonan los regalos en los cumpleaños y vienen a encarnar los sueños de las generaciones precedentes) y cierra esta entrega narrativa 'Tarde para un adiós', en el que también desde una óptica alejada del dramatismo, pero con un evidente humanismo que empaña la óptica del narrador, se retrata el adiós de una mujer a su marido, sin juzgar, sin avanzar las imprevisibles consecuencias de lo que un paso de tal calado podría producir en la existencia del otro. Ugarte tiene muchas virtudes, pero lo que le diferencia del resto es su mirada que aquí hemos tratado de definir, sin conseguirlo, claro, dada la enorme complejidad que entraña tratar de explicar (o hilvanar) los mimbres de la creación artística de uno de los grandes del género del relato.