EL PARNASO

Alejandro López Andrada: Luz de la palabra

 López Andrada es, sin duda alguna, el gran poeta de la Naturaleza, a la que nunca olvida; su extraordinaria sensibilidad nos conduce en todo momento a los paisajes rurales, al esplendoroso valle, al rumor de la lluvia o al silencioso mar de la dehesa de encinas

Alejandro López Andrada

Alejandro López Andrada

José Antonio Santano

Regresar a la poesía siempre es motivo de alegría en un mundo tan deshumanizado. El hecho en sí de acercar la vista a un poema, ahondar en sus significados y significantes, y dejarse llevar por la brisa acompasada de la palabra, vivir en ella otras vidas y experiencias, emocionarse con la cadencia musical del verso es de una belleza indescriptible, la mejor de las aventuras posibles. Atrincherarse con un buen libro de poemas en la soledad de una estancia y comprobar que la palabra comienza a iluminarla es un acto único; establecer esa necesaria comunicación entre poeta y lector, comprender que las cosas más sencillas pueden llegar a ser las más importantes y esplendorosas, sólo es posible si nos apartamos del mundano estrépito. Esta sensación de silenciosa y honda reflexión la hallamos en el poemario ‘Va oscureciendo’, del poeta cordobés Alejandro López Andrada (Villanueva del Duque, 1957) y merecedor del XIV Premio Internacional de Poesía ‘Claudio Rodríguez’. López Andrada es, sin duda alguna, el gran poeta de la Naturaleza, a la que nunca olvida; su extraordinaria sensibilidad nos conduce en todo momento a los paisajes rurales, al esplendoroso valle, al rumor de la lluvia o al silencioso mar de la dehesa de encinas. Su obra literaria, también sus narraciones, tienen siempre el olor de la tierra, de las vivencias de infancia, del entorno familiar y amistoso donde creció libre como un pájaro. Su aval, con independencia de los libros de poesía publicados hasta ahora, entre los que destacan: ‘El valle de los tristes’ (1985), ‘La tumba del arco iris’ (1994, Premio San Juan de la Cruz), ‘El rumor de los chopos’ (1995, Premio José Hierro), ‘El cazador de luciérnagas (1996, accésit del Premio Jaime Gil de Biedma), ‘El humo de las viñas’ (1999, Premio Cáceres, Patrimonio de la Humanidad), ‘Los pájaros del frío’ (2000, Premios Rafael Alberti y Andalucía de la Crítica), ‘La tierra en sombra’ (2007, Premio Fray Luis de León) o ‘Las voces derrotadas’ (2010, Premio Ciudad de Córdoba), es su condición, no sólo de poeta, sino de humanista, demostrada a lo largo de todos estos años en los que la literatura, la vida misma, ha sido el centro de su particular universo y de una voz que se crece iluminada con cada nueva entrega.

 Alejandro López Andrada Luz de lapalabra

'Va oscureciendo', de Alejandro López Andrada. Editorial Hiperión. 11,54 euros. / .

‘Va oscureciendo’ sigue la estela de otros libros, quiere decir esto que, la Naturaleza está en su ADN, y es a través de las voces de otros seres inmersos en la ‘oscuridad’, abandonados a su suerte y olvidados, de quienes el poeta toma la palabra para redescubrirnos el mundo rural en el que viven. Lo sabe bien López Andrada, lo ha sabido siempre, y ahora sólo viene a confirmarnos su oficio del gran poeta que habita en él, pero sobre todo del hombre que busca en el hombre la razón de la existencia. Anteceden a las cuatro partes (‘Soledades’, ‘Penitencias’, ‘Sendas’ y ‘El ocaso’) de las que consta el libro, dos citas; la primera de Novalis: «Los días de la luz están contadas» y la segunda de Hölderlin: «Para ellos la tierra hermosa no está escondida». Poesía conceptual y profunda, que surge de la búsqueda de la razón de ser. En esa búsqueda no puede faltar la luz, incluso la que oscurece en el tiempo: «Hemos sentido el peso de la luz. […] Hemos dejado de cumplir años. / Ya no amanecerá dentro de mí. / Va abriéndose el crepúsculo. Vencemos / el vértigo del tiempo y oscureces, / oscurecemos juntos / comprendiendo, después de tanto daño y tanto olvido, / de tantas despedidas y desprecios, / que todavía sigues aquí, / conmigo, y aún nos amamos en medio del silencio». ¡Qué extraordinaria manera de nombrar la vida en toda su esencia! La mirada poética de López Andrada trasciende la naturaleza de las cosas, seduciéndonos con su palabra fulgurante, colmada de matices y alma, a pesar del dolor y las ausencias: «No existe ya un rincón para el abrazo / en las esquinas, / ni un breve resquicio para posar siquiera / una caricia / en quién más amas. Aún resiste el virus, / persigue nuestros pasos / por la luz secreta y polvorienta de la casa…». La experiencia de lo vivido durante la pandemia, el dolor de la enfermedad, la soledad y muerte, causan en López Andrada una profunda desazón, una amarga sacudida de impotencia que sólo puede conciliar con la fuerza de su lírica: «Dos meses antes, / había galopado / el virus por la nieve de su cuerpo / y aún resistía en sus bronquios la raíz / del burbujeo insomne de un motor. No obstante, aun así, / se emocionó lagrimeando ante nuestro regalo: agua herrumbrosa / y arándanos silvestres (…) Intentó levantarse a despedirnos… Pero no pudo, / aún estaba débil. Le costaba sacar palabras fuera. / Había en sus ojos un batir de alas, una dulzura de olmo y regaliz». Poesía profunda y cotidiana a la vez, machadiana a veces (‘el cielo de la infancia’), creadora de un universo donde el hombre y la Naturaleza se alían para revindicar la armonía necesaria entre ambos, aunque a veces el olvido, la soledad y el abandono aparezcan también como signos de creciente decadencia: «Solo vino a despedirme el viento / aquel anochecer. No había alegría, ni afecto, / ni esperanza, ni entusiasmo, / en la mirada azul de los ancianos. El pueblo agonizaba. / Frente a mí solo había barro, pájaros y hormigas». El canto general del poeta Alejandro López Andrada es, sin duda, la canción o el himno del aire en la dehesa, el trino de los pájaros al alba o el croar de una rana en los atardeceres del valle. Es su poesía como un oasis en pleno desierto, un vergel de flores y plantas, la luz que emerge de las entrañas de la tierra y alumbra al hombre extraviado en su propia sombra, la palabra que vuela libre al infinito, dulce y amorosa entre los árboles y ríos: «… Va oscureciendo. / Queda en el sendero / asilvestrado una lentitud / de sombras que aún regresan del silencio, / esquirlas del pasado, hojas de óxido, rasguños de promesas sin cumplir». Poesía en estado puro la que nos ofrece siempre el vate cordobés Alejandro López Andrada. Una voz ineludible dentro del panorama poético español.