Novela

Eduardo Mendoza: la risa desatada

'Tres enigmas para la Organización’ (Seix Barral, 2024) es el regreso inesperado a la novela del autor de ‘La ciudad de los prodigios’, con una de sus obras más disparatadas

Eduardo Mendoza.

Eduardo Mendoza. / EFE

Nunca debimos creer que Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943) iba a retirarse y abandonar la escritura, aunque en 2021 se despidió así: «Ya no quiero trabajar más, me he hartado de escribir novelas». Y dimos por buenas esas palabras, pese a que por la misma época también dijo: «Si me paso varios días seguidos sin escribir, tengo una sensación tremenda, como si tuviera ahí unas palabras que se me van a echar a perder como una comida guardada demasiado tiempo. ¿Qué haría si no?» En fin, por suerte para sus lectores, el escritor catalán que estaba harto de escribir novelas acaba de publicar ‘Tres enigmas para la Organización’ (Seix Barral, 2024), una de sus novelas más descacharrantes, una montaña rusa de disparates que le confirma como el gran maestro del humor que ya sabíamos que es.

‘Tres enigmas para la Organización’ sigue los pasos dubitativos y descarriados de los miembros de una organización gubernamental secreta que afrontan con poco tino y una tremenda parquedad de medios la investigación de tres casos que solo ellos creen que tienen alguna conexión: la aparición de un cuerpo sin vida en un hotel de Las Ramblas, la desaparición de un millonario británico en su yate y las singulares finanzas de Conservas Fernández. Esto le sirve a Mendoza para disparar a diestro y siniestro con su personalísimo sentido del humor. Y digámoslo ya, sí que es tentador imaginar que estamos leyendo la primera novela dedicada a la T.I.A., la desastrosa agencia de información en la que Mortadelo y Filemón prestaron servicio durante decenas de álbumes bajo la firma del desaparecido Francisco Ibáñez. Eso sí, aquí Mendoza prescinde de los protagonistas y nos ofrece lo que podrían ser las andanzas de sus compañeros de oficina, tan poco capaces como las estrellas del tebeo español.

Todo lo que sabemos de la escritura de Mendoza sigue presente en esta novela: estilo suelto y casi descuidado, una construcción de la trama con multitud de pequeños capítulos, humor chocante y a veces grueso, guiños al género –como ese interés por los finales a lo Agatha Christie tan de su gusto-, personajes con comportamientos ridículos que hablan de manera aún más ridícula… De hecho, para su abultada galería de nombres increíbles, aquí el creador de Pomponio Flato se ha sentido cómodo y nos regala estos: Monososo, Buscabrega, la señora Grassiela y Pocorrabo, entre otras maravillas. Eso sí, un taxista es ‘el taxista’, y el nuevo en la Organización se queda en solo ‘el nuevo’. Todo es felizmente reconocible, y el lector que sabe dónde se mete consigue introducirse desde la primera página en un mundo en el que ya ha estado y al que quería volver –esto último lo confirma el feliz primer puesto en la lista de ventas-.

Resulta difícil no creer que aquí y allá en la novela Mendoza nos ha dejado algunas reflexiones que casi debemos leer como dichas por él y no por los personajes. «Los nietos nos indican del modo más alegre que todos vamos camino de la senectud. Sólo por esto ya son una bendición. El tiempo pasa con increíble celeridad, y si uno ha sabido enriquecer su entendimiento con lecturas sustanciosas, viajes instructivos y serenas reflexiones, al final recibe recompensa del sabio, que consiste en comprobar que todo lo aprendido es inútil, toda experiencia es tardía y toda vida es de una vulgaridad sin paliativos», es algo que Mendoza podría haber contado en alguna entrevista pero que aquí pone en labios del jefe de la Organización, quizá el menos simpático de toda la pandilla que protagoniza este libro. Porque esta es la novela de un escritor de 81 años que ya había anunciado su retiro, y si existe es porque su autor parece no entender su propia vida alejado del acto de escribir. Quizá por ello esta sea una obra mucho más trufada de sí mismo de lo que su espíritu disparatado pueda hacernos creer. No olvidemos que Eduardo Mendoza jamás ha querido parecer un hombre serio.

Pese a insistir siempre en su carácter nómada, Eduardo Mendoza tiene un empeño personal en que casi todas sus novelas tengan a Barcelona como escenario, y sin duda también como personaje. Por supuesto, esto vuelve a repetirse en ‘Tres enigmas para la Organización’, donde todos los personajes comparten la nostalgia por una ciudad menos turística que la de hoy. Pero igual que esa vieja Barcelona que soñaba con ser un París a mediterráneo y a escala aún sobrevive bajo el telón mercantil de franquicias y turismo barato, también la Barcelona canalla y encantadora de las anteriores novelas de Mendoza se deja ver y sentir en estas páginas. En sus calles la vida es salvaje y vital, llena de oportunidades –casi siempre para el desastre y el chiste, claro-.

«Esta novela la empecé a escribir al día siguiente de hacer esas declaraciones […] Pensaba que a lo mejor me tengo que retirar. Cuando acababa de decir esto, tenía convencido a todo el mundo, es cuando me pregunté y ahora qué hago. Fue entonces cuando me puse a escribir esta novela. Lo hice como quien se va a pescar y a ver si pican», explicó Mendoza sobre el origen de esta inesperada y bienvenida ‘Tres enigmas para la Organización’. Y seguro que muchos ya esperamos que esté escribiendo, de pie y con ganas de pasear según él confiesa que escribe, la continuación de esta gran novela o lo que le dé la gana.

Portada de 'Tres enigmas para la Organización', de Eduardo Mendoza.

Portada de 'Tres enigmas para la Organización', de Eduardo Mendoza. / L. O.

Eduardo Mendoza

  • Tres enigmas para la Organización
  • Editorial: Seix Barral 
  • Precio: 21,90 €