Willi Münzenberg: El gran embaucador del estalinismo

Stephen Koch explora en ‘El fin de la inocencia’ la vida de Willi Münzenberg y su poderoso aparato de propaganda comunista que supo atraer y seducir a intelectuales como André Gide, Malraux, Brecht, Hemingway o Dorothy Parker

Willi Münzenberg

Willi Münzenberg / L.O.

Desde su juventud en 1917 Willi Münzenberg fue el organizador más brillante que tuvo el comunismo, el hombre que desde la sombra, primero en Berlín y luego en París creó el mas poderoso aparato de propaganda comunista de los años treinta, lo que unido a su capacidad de fascinación personal, logró la adhesión a su causa de importantes ‘compañeros de viaje’, intelectuales y artistas, principalmente, como Hemingway, André Gide, Louis Aragon, o Dorothy Parker. Con Lenin y Trostky se entendía bien, ellos supieron detectar y aprovechar su inteligencia y sus gran capacidad organizativa, pero cuando Stalin llegó al poder comenzó a extender la sombra de la duda y acabó siendo una víctima mas del estalinismo.

El periodista y escritor Stephen Koch, seducido también por el personaje -no tanto por sus ideas-, escribió hace unos años ‘El fin de la inocencia’ una fascinante biografía sobre este extraordinario personaje, que recientemente ha revisado y actualizado y ahora reedita la editorial Galaxia Gutenberg.

‘El fin de la inocencia’ es una impresionante crónica del poder propagandístico y de persuasión del estalinismo de los años treinta, de su gran aparato cultural e intelectual, entre 1935 a 1939 y su gigantesco esfuerzo de propaganda.

Al frente de todo este gran aparato estaba el comunista alemán Willi Münzenberg que primero desde Berlín y luego desde París consiguió transmitir el ‘rostro humano’ del estalinismo y ganar para esta causa a la élite cultural e intelectual de Europa y América.

Había nacido en Berlín en 1889, en un pobre suburbio proletario, pero nació con una inteligencia genial, con talento práctico para organizar y dirigir y con una gran fuerza psicológica. Escapó a Suiza huyendo de la guerra, allí conoció a Trotsky quien se percató rápido de su gran capacidad organizativa y su fe revolucionaria. De la mano de Trostky llegó hasta Lenin y entró en su círculo. Su ortodoxia comunista no le apartó de su gusto por la buena vida, los trajes caros y los automóviles espectaculares.

Entendió y llevó a la práctica lo que Lenin le propuso que era extender el comunismo en Europa buscando la complicidad de los intelectuales de prestigio.

Münzenberg consiguió que muchos intelectuales, hombres y mujeres de gran talento e influencia adoptaran con entusiasmo la causa de antifascismo estalinista, durante los años de apogeo del Frente Popular. Münzenberg supo explotar el sentimiento de solidaridad de los intelectuales con los oprimidos así como su necesidad de distanciarse de la cultura burguesa. El señuelo era que para demostrar que se era antifascista necesariamente había que declararse pro estalinista.

Así consiguió la adhesión de personajes como André Gide, Romain Rolland, H. G. Wells, Einstein, Hemingway, Dashiell Hammett, Dorothy Parker. Malraux, Dos Passos, Brecht y muchos más. La idea era que ellos podían ser muy útiles para hacer atractiva la causa del comunismo.

Ficha

  • Stephen Koch
  • El fin de la inocencia 
  • Editorial: Galaxia Gutenberg
  • Traducción: Marcelo Covián
  • Precio: 27,00€

Para eso inventó las grandes causas solidarias a las que nadie con buena voluntad podía dejar de adherirse, como su primer éxito que fue una gran campaña internacional para recaudar dinero y alimentos para los niños rusos que habían caído en la pobreza tras la guerra de 1921.

Cuando llegó Hitler al poder perdió todo lo que tenía en Alemania y se afincó en París donde volvió a reconstruir todo su imperio propagandístico: periódicos, revistas, productoras de cine y organizaciones de todo tipo que tenían como ideario el hacer atractiva la lucha contra el nazismo.

Uno de sus grandes éxitos fue la campaña para salvar al dirigente comunista búlgaro Dimitrov, arrestado por la Gestapo; él convirtió a Dimitrov en un héroe no ya del comunismo, sino de la gran resistencia popular contra los nazis y logró que los jueces le absolvieran.

Pero Stalin desconfiaba de este hombre, de su inteligencia y su capacidad para actuar por cuenta propia, según relata Stephen Koch en su libro. Le hizo llamar a Moscú pero no le recibió. Solo consiguió que le recibiera Palmiro Togliati, el líder comunista italiano que le dejó marchar. Se fue pero ya fue todo un huir de la cercanía cada vez mayor del horror que presagiaba. Cuando en 1938 le expulsan del PCA acusado de espía y de estar al servicio de la Gestapo, nadie salió a defenderle.

Fue su lugarteniente y hombre de confianza, Otton Katz, alias André Simon, quien como espía de la KGB, trabajó en la caída de Münzenberg. Y cuando este fue expulsado del KPD, el partido comunista alemán, Otto fue de los primeros en renegar de él y llamarlo traidor. Años después, en 1952, él correría su misma suerte.

Cuando los alemanes toman Francia decide huir. La última vez que se le vio con vida hablaba con otros dos hombres en un café de un pueblo francés en junio de 1940. En octubre, en una aldea cercana a Grenoble dos cazadores descubren un cadáver medio oculto colgado de una cuerda que resulto ser el cuerpo de Willi Münzenberg.

El título de ‘El fin de la inocencia’ está tomado de uno de los capítulos finales del libro donde Koch explica que la extraña muerte de Maxim Gorki y el asesinato de Sergie Kirov, uno de los grandes líderes comunistas, en diciembre de 1934, supuso el fin de la inocencia para muchos intelectuales que empezaron a descubrir la verdadera cara de Stalin, algo que este corroboró con las grandes purgas que inició entonces.