Novela

Mónica Ojeda: maestría narrativa de fuerza volcánica

El lenguaje de Mónica Ojeda es un estallido de fuerza y violenta belleza, como el de los volcanes de su tierra en Ecuador

Su descarga la palpamos en ‘Chamanes eléctricos en la fiesta del sol’, que tiene al poder seductor de la música como protagonista y a la violencia como invitado

Mónica Ojeda.

Mónica Ojeda. / L. O.

Desde su primera novela ‘La desfiguración Silva’, la escritora ecuatoriana Mónica Ojeda viene demostrando un brillante talento para contar con acierto y notoriedad sus sorprendentes historias, narradas con un lenguaje aún más sorprendente, perturbador, original y arriesgado. Ojeda innova con el lenguaje, con su ritmo de exposición; se atreve con ello y el resultado es una escritora excelente y privilegiada, dotada con ese don mágico de hacer vida de la Literatura, contar la vida con su particular mirada que es estética y brutal al mismo tiempo.

Ojeda asalta de nuevo los cielos literarios con ‘Chamanes eléctricos en la fiesta del sol’, una historia de dos jóvenes amigas que huyen de la violencia y se refugian en lo ancestral al ritmo de la música andina retrofuturista, las drogas y la magia. Es una historia sobre la música como conjuro y alternativa frente a la violencia que asola las calles por el narcotráfico; como lenguaje para fortalecer el amor por la vida y los seres queridos. Y, como dice Ojeda, «aunque la música no detiene ni las bombas ni las erupciones ni repara el daño», permite buscar un camino hacia el goce de vivir. Por eso Noa, la protagonista de ‘Chamanes eléctricos en la fiesta del sol’, encuentra en la música, en los sonidos antiguos que escuchaba, la vía para su transformación.

Año 5540 del calendario andino. Dos amigas, Noa y Nicole, huyen de Guayaquil, de un estado de violencia urbana, para evadirse a casi 5000 metros en un altar montañoso del pico ecuatoriano de El Chimborazo. Coincidiendo con el Inti Raymi, la fiesta del sol de los Incas, se celebra durante siete noches y ocho días el festival del ruido en honor al sol. El Festival del Ruido Solar. Un encuentro de artistas sonoros, poeta, músicos, pintores y Los Chamanes Eléctricos. Las dos amigas Noa y Nicole se habían ido de casa, «Noa se había pintado el pelo de azul». Eran muy jóvenes, «eran tiempos de ardor, de ganas de expandirnos para ocupar un mayor espacio en el mundo». Ellas anhelaban la alegría y el disfrute, «una vida menos regida por la muerte». Dejaban Guayaquil y su violencia permanente; viajaron a Quito de allí a las montañas. Ignoraban lo difícil que podían ser los cambios, «la llaga que queda en uno cuando se abandona lo que es propio». Allí, en el festival musical, conocieron a Mario, un loco del baile más que de la música; y a Pamela, grande igual que un hombre, y a Fabio, a Adriana, a Julián.

Pero Noa también quería aprovechar el festival para ir después a encontrarse con su padre que le había abandonado hacía años a ella y a su madre para refugiarse en la montaña. Cuando el Ruido acabase iría montaña arriba hasta el bosque de Leoná, donde estaba su padre.

Durante los días del Ruido Noa comenzó a cambiar; comenzó su transformación, a tener episodios de sonambulismo: se levantaba y caminaba de espaldas; comenzó a aislarse del grupo, decía escuchar voces antiguas, se mantenía abstraída y murmurando ideas extrañas sobre sueños y sonidos pasados. Cuando el Poeta, uno de los chamanes del festival, les propuso que cuando acabase el Ruido viajasen desde el Chimborazo hasta el Altar y su cráter lleno de agua para celebrar allí el Inti Raymi, a Noa le encantó la idea.

El Altar, en kechua Kapac Urku, que significa el señor de los montes, el señor de las alturas, es un hermosos volcán ya derrumbado y descompuesto en nueve picos, que asemejan como el altar de una catedral; en medio está la laguna amarilla que se nutre del deshielo del volcán. Hasta allí viajo Noa.

Su padre es Ernesto, el jamás vencido, tiene sesenta años y vive en una casona antigua, donde nació, en lo alto del monte, le gusta cazar, cuidar de su finca, limpiar sus armas y sus relojes, entrenar a sus perros, ver las vacas pastar y a los caballos mojarse en la lluvia. Pero no puede enfrentarse a la mirada de su hija, cuando esta finalmente le encuentra.

Mónica Ojeda es una escritora sin trampas. Escribe y describe con la fuerza telúrica de los volcanes de su país, Ecuador. Una escritora inmensa, con una brillante inmensidad. Su cráter aún deberá escupir historias fulgurantes salidas de la combustión de su magma literario.

Chamanes eléctricos en la fiesta del sol

Autora: Mónica Ojeda

Editorial: Random House

Precio: 20,95 €