Decir que el doctor Fernández-Crehuet es una eminencia en el campo de la bioética es enunciar un tópico imperdonable, pero su amplio historial de cargos no permite andarse con atributos menores. Ex presidente de la Asociación Española de Bioética, catedrático de Medicina Preventiva o presidente de la comisión deontológica del Colegio de Médicos de Málaga son algunos de sus distingos. En 1999 declaró ante la comisión especial del Senado sobre el estudio de la eutanasia, materia que conoce a la perfección.

-Los últimos casos ocurridos en Francia parecen que han reabierto el debate sobre la eutanasia...

-Bueno, si se fija verá que es un debate que se reabre cíclicamente, incluso movido por argumentos de orden político. Y es normal que ocurra, porque se presentan casos muy extremos como el de la señora con la cara monstruosa o la película de Amenábar. Pero también es normal que los médicos demos nuestra opinión y deberíamos ser oídos porque, al fin y al cabo, somos los encargados de aplicar este tipo de medidas.

-¿Cuál es la opinión mayoritaria del colectivo?

-Desde el punto de vista ético, la eutanasia siempre es reprobable y así lo dicen las comisiones de todo el mundo. Lo que pasa es que se confunde los conceptos. La eutanasia es el acto deliberado de dar muerte a un enfermo por acción u omisión. Es decir, hay una actitud letal, cuando el paciente dice máteme doctor y el médico lo hace. Al estudiar por qué la gente apoya a la eutanasia, nos hemos dado cuenta de que un porcentaje alto la confunde con una idea con la que los médicos estamos de acuerdo.

-¿Se refiere a mantener vivo a un enfermo mediante un soporte mecánico?

-Me refiero al encarnizamiento terapéutico, que es tan perverso como la propia eutanasia. El paciente lo que no quiere es meterse en una UVI, que le pongan tubos y le hagan toda clase de experimentos y en eso los médicos le damos la razón. En el Hospital Clínico, por ejemplo, muere gente todos los días porque no se le aplican tratamientos inútiles o porque se le quita un respirador que tampoco lograría curarle. Es lo que llaman la eutanasia pasiva, un concepto que es erróneo, porque la eutanasia, o es activa o no es.

-¿El rechazo a la obstinación terapéutica no es una forma de omisión?

-En ningún caso, se trata de actos comunes repletos de ciencia y ética. A veces, en los hospitales hay que administrar fármacos para evitar el dolor cuyos efectos secundarios reducen la vida del paciente, pero se hace para calmar el dolor, no para matar a nadie. Hacer eso o no operar de apendicitis a un enfermo de cáncer terminal es lo prudente y adecuado, igual que renunciar a métodos desproporcionados.

-Entonces, ¿en qué supuestos se incurriría en eutanasia por omisión?

-En los que se prescinde de los cuidados básicos. A un enfermo terminal puedes quitarle la medicación, pero no dejarle sin hidratación ni alimento.

-Supongo que en estos casos habrá resultado útil la aprobación del testamento vital...

-Sí, por supuesto, pero la mayoría de las veces ni siquiera hace falta. Los médicos nos oponemos al empecinamiento terapéutico y actuamos siempre en consecuencia. Otra cosa es la validez que algunos familiares quieren darle al documento, que te digan que su marido decía que si le daba un infarto había que dejarle a morir. Eso un médico nunca lo va a hacer.

-¿Existen muchos pacientes que demandan actuaciones de este tipo?

-En mis treinta años de experiencia hospitalaria no he conocido a nadie que, en perfecto estado de cordura, te diga máteme usted doctor. En casi todos los casos, lo que piden es otro tipo de atención. El paciente que te dice que quiere morir es porque no puede soportar el dolor o la tristeza y ahí es donde el médico debe de actuar, en intentar resolverle ese problema.

-¿Y en los casos en los que el paciente reclama morir con dignidad?

-Morir con dignidad es morir bien atendido y sin dolor y ningún médico está en contra de eso. La solución la tienen los cuidados paliativos. Si queremos realmente que la gente muera dignamente se necesitan más unidades de este tipo, de las que todavía hoy existe una escasez enorme.

-Los colectivos proeutanasia apelan siempre al derecho a la autonomía de decisión....

-Eso es una falacia, no existe el derecho al suicidio, provocarse la muerte siempre es una aberración y la ley autoriza incluso a emplear la violencia para evitar que alguien se quite la vida. No es, ni mucho menos, un asunto personal. La persona en sí no es un ente exclusivo, también tiene responsabilidad con su círculo y su familia.

-Entonces, ¿temen que se despenalice la eutanasia?

-Bueno, la despenalización de la eutanasia es algo que ocurrirá, porque siempre se plantea con casos tan extremos como los que aparecen en televisión. Pero eso no quiere decir que los médicos estemos obligados a aplicarla. Nos asiste la objeción de conciencia, nadie puede castigar a un doctor porque deontológicamente se muestre contrario a esta práctica, al igual que ocurrió con el aborto.

-¿Qué balance hace de la situación de Holanda tras la aprobación de la ley?

-En un principio, allí se estableció la despenalización de la eutanasia en casos muy singulares, pero en la práctica no ha sido así. Es una pendiente muy peligrosa y según algunos estudios, un tercio de las eutanasias se práctica sin la autorización del paciente. A veces incluso para evitar un gasto excesivo al sistema.

-Antes aludió a que el debate de la eutanasia se reabre por motivos políticos, ¿se refería a algún colectivo en particular?

-En cierta medida, el problema es que se considera progresista apoyar la eutanasia. Nunca entenderé como los colectivos que rechazan la pena de muerte, respaldan la despenalización del suicidio asistido. Me considero una persona progresista, pero entiendo por progreso que la humanidad prospere y eso no se hace matando, sino curando. Cuando un paciente no tiene solución, lo lógico es procurarle alivio. Es lo que decimos en medicina: primero curo, si no se puede, alivio, y si no, consuelo.

-¿La eutanasia es el principal dilema ético al que se enfrenta la medicina?

-No. El mayor dilema actual no es ni la eutanasia ni el uso de las células madres, sino la deshumanización de la medicina. Las carencias del sistema y su exceso de burocratización han deshumanizado el trato con el paciente. Cualquier persona que entre un hospital se merece que le traten con dignidad y confianza, sin paternalismos, pero con dedicación, y eso no es posible en cinco minutos.

-Usted visitó a Inmaculada Echevarría, una de las pacientes que con mayor ahínco pidió la eutanasia en España. ¿Qué conclusiones extrajo del encuentro?

-Me di cuenta de que lo que en realidad deseaba es que la trataran de otro modo. Evidentemente no era una petición que surgía espontáneamente, había detrás un drama tremendo y lo que vi es a alguien desanimado. La obligación del médico, insisto, es tratar de subsanar el problema.