Imaginarse la vida sin luz, sin color, sin contraste... Sólo pensarlo ya es difícil y puede resultar aterrador. Ni siquiera los que sufren mal de amores son capaces de afrontar una existencia opaca y sólo los ciegos saben mirar el mundo sin verlo. La vida es difícil, más para ellos, pero su vitalidad y sentido del humor es envidiable. Son un ejemplo y dan auténticas lecciones. En Málaga han empezado esta semana el curso 211 escolares con discapacidad visual. Contando con los estudiantes universitarios, en la provincia hay detectados un total de 264 alumnos con ceguera, de los más de 1.700 que hay en Andalucía. En España son más de 7.400 los alumnos con deficiencia visual que se incorporan a las aulas.

Más del 98% de los estudiantes están integrados en centros de enseñanza ordinarios. El desarrollo de las nuevas tecnologías ha supuesto una auténtica revolución en su día a día, ya que están prestando un servicio importantísimo y hacen más fácil y accesible su entorno. Un poco de luz al final del túnel. Cristian Muñoz empezó el jueves primero de Bachillerato en la Universidad Laboral después de haber estado un año en Sevilla en un colegio para niños ciegos donde le enseñaron a leer en braille. Porque sólo hace dos años que perdió la visión, por culpa de una meningoencefalitis que además le afectó al habla y a la movilidad del lado izquierdo.

«Estuve muy grave y a punto de morir, si no fuera por mi forma de ser y mi voluntad. La adversidad me ha hecho más fuerte y me ha servido para aceptar mi ceguera», explica.

Si no fuera por su portátil no podría estudiar. El ordenador se ha convertido en una herramienta de trabajo imprescindible. Para los ciegos también, que ya han dicho adiós a sus viejas Perkins, máquinas de escribir en braille. Para usarlos necesitan el programa Jaws, que traduce en voz las ventanas de todos los textos de la pantalla. «Con Jaws puedo navegar por internet y hasta tengo una cuenta en tuenti», explica Cristian. De hecho, es un apasionado de la informática. Siempre le ha gustado. «Cuando termine Bachillerato, seguramente estudiaré un ciclo de grado superior de Gestión y Administración», agrega.

Entre los materiales didácticos adaptados o tiflotécnicos para normalizar la situación en clase de estos alumnos también hay sintetizadores, libros en audio o lupas televisión.

Pablo Alcoholado, además del portátil, utiliza aún una máquina Perkins. Tiene 12 años pero parece mayor, por su forma de expresarse, por su madurez para afrontar su dificultad y su sentido de la vida. Ayer empezó primero de la ESO en el IES Emilio Prados, un importante cambio en su trayectoria académica, ya que toda su vida estuvo en el CEIP Paulo Freire. La mayoría de sus compañeros del colegio le acompañan en esta aventura, aunque los profesores son nuevos. «Ya me han dicho que es la primera vez que le van a dar clase a un alumno ciego, así que supongo que vamos a aprender unos de otros», indica. Para hacer los deberes también utiliza el programa Jaws.

Antes de que empezara el curso fue varios días al instituto «para aprenderme el camino a las aulas», indica. Su ceguera no es total. «Veo luces, bultos y oscuridad, lo que me permite moverme sin bastón». Y todo por culpa de un tumor cerebral cuando tenía sólo cuatro años.

Asegura que es verdad que cuando falta un sentido se agudizan los demás. En el caso de Pablo, el olfato y el tacto. Puede que por eso quiera estudiar Fisioterapia, una carrera que exige una elevada nota de corte, «pero estoy seguro de que lo conseguiré». En Primaria, por lo pronto, sacaba notable y sobresaliente en todas las materias.