Alguien puede ser superdotado y no saberlo en su vida. Y es que, según las estadísticas internacionales, entre un 2% y un 4% de la población puede tener sobredotación intelectual. El problema reside en detectar los casos. Como dicen los expertos, un diagnóstico precoz aquí también es fundamental para conseguir un correcto desarrollo de la persona. El colegio es clave. Y el sistema educativo andaluz lo sabe, por eso hace un par de años inició una plan revolucionario encaminado a buscar el talento en las aulas y evitar el fracaso. Porque a veces, ser demasiado inteligente puede ser un problema y son alumnos que necesitan atenciones educativas especiales.

Tras ponerse manos a la obra y una vez superadas las distintas fases de este programa para encontrar alumnos superdotados, se hicieron visibles las altas capacidades de más de 750 alumnos en la provincia. Este año se repetirá la experiencia. En estos últimos días del curso escolar, según explica Elisa Jiménez, profesora especialista en altas capacidades intelectuales de la Delegación Territorial de Educación, los tutores de Infantil de 5 años y de sexto de Primaria hacen entrega de unos cuestionarios a los alumnos y a sus familias. «Antes del 30 de junio se quedan listos y entre septiembre y octubre los orientadores los corrigen y evalúan», explica.

La población escolar censada con alta capacidad intelectual ha pasado de 240 a 994 en la provincia de Málaga en sólo dos años. Es nueva fase de detección aumentará esta cifra. Una vez encontrados lo casos, la escuela debe proporcionarles una respuesta educativa apropiada. Jiménez señala que ésta pasa por distintas estrategias en función de cada caso particular, «porque no hay dos iguales». Por ejemplo, en el colegio se desarrollan programas de enriquecimiento cognitivo-creativo («seguir un libro atención, percepción memoria, razonamiento lógico, verbal...») Si el niño además necesita más porque se aburre, se lleva a cabo una adaptación curricular de enriquecimiento, pero profundizando en las mismas materias que da en clase, sin asumir aún contenidos de cursos superiores.

«Lo importante de esta adaptación curricular es que se tienen en cuenta los intereses del alumnado y que haya conexiones entre las distintas áreas y materias», indica Jiménez. Pero si aún así el niño pide más se pasa a una adaptación curricular de ampliación individualizada (ACAI), que consiste en que el escolar pueda cursar en ciertas áreas o materias el contenido del curso superior, «o en su clase o subiendo a la clase del curso superior», precisa la profesora, que matiza que se trata de un proceso que es reversible.

En todo caso, también se incluyen programas de colaboración entre la familia y la escuela.

Siempre ha habido alumnos que han aprendido a mayor ritmo, con mayor profundidad y con mayor extensión que el resto de sus compañeros. Sobre todo si trabajan en temas que atraen su atención y si encuentran en padres, profesores y compañeros el estímulo y la guía adecuados. El porcentaje de la población escolar con sobredotación intelectual puede aumentar hasta el 8% si se incluye al alumnado que presenta diversidad de talentos.

Por ello, la Consejería de Educación, con el objetivo de complementar la respuesta que se le ofrece al alumnado con altas capacidades intelectuales desde el sistema educativo desde el año 2000, creó en 2011 este ambicioso plan de actuación para el alumnado con sobredotación de capacidades intelectuales, con el fin de avanzar hacia la universalización del éxito educativo.

Riesgo al fracaso

Y es que siempre existe el riesgo de que estos alumnos terminen fracasando en sus estudios a pesar de su elevado coeficiente. No rinden en clase por falta de motivación, no tienen estímulos, no se integran en el aula, son inquietos y terminan aburriéndose.

El plan persigue atender a la diversidad desde el marco de una escuela inclusiva que exige la aplicación de estrategias que permitan a cada alumno desarrollar al máximo sus capacidades y talentos. Esto implica que no todas las potencialidades se manifiestan a edades tempranas, ni todas las precocidades culminan en altas capacidades intelectuales. Aunque en cualquier caso, son atendidas por lo que pueda pasar.

La sociedad ha entendido que es una obligación atender a toda la población según sus necesidades y capacidades, pero también es una necesidad y más en estos tiempos, aprovechar las potencialidades y talentos de los más capaces.

Por ello las actuaciones que contempla la Consejería van encaminadas a disminuir el tiempo de respuesta en cuanto al diagnóstico y la intervención, aumentar el entendimiento y la colaboración con las familias, ayudar a eliminar los prejuicios, contribuir a la formación del profesorado y aumentar la sensibilidad hacia el entendimiento de las altas capacidades intelectuales.

Manuel Morales, alumno de 13 años de segundo de la eso

El niño que se aburría en clase y que descubrió su talento en el instituto

Con un año recién cumplido aprendió a hablar y a construir frases. Con nueve meses ya caminaba sin ayuda. De hecho, su padre recuerda que ni siquiera llegó a gatear. Eran pistas que invitaban a pensar que Manuel, que ahora tiene 13 años, no era un niño normal. Su padre recuerda que, en realidad, eran muchos detalles unidos. «Se interesaba mucho por los temas. Le encantaban los dinosaurios y con tres años se sabía todos los nombres, que eran dificilísimos. Se acordaba de los números de teléfonos e incluso de las medicinas que le mandaba el pediatra», explica. «Teníamos sospechas, pero también muchas dudas y no sabíamos si darle más o menos importancia», señala. El principal temor suele ser el mismo en todos los casos: el miedo a ser señalado y significarse o promocionarle de curso y separarle de sus amigos y compañeros.

Manuel ahora está en segundo de la ESO en el IES Sierra Bermeja. Sabe de su talento especial desde el curso pasado, cuando hizo los cuestionarios tras llegar al instituto desde el colegio. Saca muy buenas notas. «Los profesores en general son buenos. Las clases no son especialmente aburridas, siempre se aprende algo y está bastante bien», reconoce este escolar, al que le encanta tocar la guitarra eléctrica y no descarta dedicarse profesionalmente a ella en el futuro.

Este alumno recibe algunas clases de asignaturas de primero de Bachillerato en la hora alternativa de Religión. «De pequeño no paraba de moverme y era muy curioso. Siempre he mostrado interés por aprender y en el colegio me aburría un poco, porque los maestros repetían las cosas muchas veces y me enteraba a la primera».

Pablo Ruiz, alumno de 10 años de quinto de primaria

«Entendí que mi hijo no era un bicho raro al saber que tiene altas capacidades»

Silvia Galiánez, la madre de Pablo, muestra todas las dudas y la incertidumbre de cualquier padre cuando se entera de que sus hijos tiene sobredotación intelectual. Y todo, porque desde su punto de vista no hay suficiente información ni la sociedad está suficientemente sensibilizada. «Hablan de ellos como si fueran unos frikis, cuando son personas muy sensibles a las que hay que comprender», señala. Está claro que se tiende a rechazar todo lo que parece distinto. «Al principio puedes pensar que siendo tan inteligente va a tener las cosas fáciles, va a poder dedicarse a lo que realmente le guste, pero cuando entras de lleno en este mundo te das cuenta de lo complejo que es», dice Silvia.

Pablo parece un niño absolutamente normal, que estudia quinto de Primaria en el colegio Lope de Vega, de Coín, y que asegura que su vida no ha cambiado desde que sabe que es superdotado. Reconoce que se aburre un poco en clase, pero cuenta con la ayuda de su tutor, que le ayuda a profundizar en contenidos y a dar asignaturas de otro curso. En concreto, Matemáticas de sexto. Fuera del colegio le encanta jugar al ajedrez. También practicar kárate. Ya es cinturón azul. También toca el piano.

«Me plantearon saltarme un curso pero yo no quería porque iba a dejar de estar con mis compañeros», recuerda Pablo. «Tengo mucha facilidad para aprender, pero a veces soy poco trabajador. Depende de las ganas que tenga», admite. De mayor quiere ser juez o notario, y para ello sabe que tiene que estudiar mucho.

En el primer ciclo de Primaria destacaba en todas las materias. «Entonces tenía una maestra mayor, a punto de jubilarse, que nunca le ponía 10 porque decía que ella sabía que el niño podía dar más de sí», recuerda su madre. Fue entrar en tercero y cambió el escenario. «Tuvo la suerte de dar con un nuevo tutor que se dio cuenta enseguida que el niño sobresalía y nos preguntó si nos importaba que hiciera los test de inteligencia, que detectaron que era un alumno de altas capacidades», sostiene.

¿Fue una buena noticia? «Te quedas en estado de skok pero luego te das cuenta del por qué de tantas cosas, de su forma de ser y de actuar, de su comportamiento cuando era más pequeño», agrega Silvia Galiánez. «Nunca jugaba con otros niños, decía que no le gustaba, que hacían cosas de críos y nunca le llamaban la atención. Sinceramente, llegué a pensar que era un bicho raro y que se iba a quedar sin amigos. E incluso le regañaba», añade.

En clase tiene flexibilización de horarios y dispone de adaptaciones curriculares. «Necesita mucha motivación», concluye.

Marta Tozer, alumna de 8 años de tercero de primaria

La naturalidad de una niña de ocho años, que además es superdotada

Marta saca muy buenas notas. Su hermana mayor, Ana, todo lo contrario. Ambas son alumnas con sobredotación intelectual y el ejemplo más representativo de que cada caso es un mundo. Por eso no se puede identificar las altas capacidades con la obligación de obtener resultados académicos brillantes. Marta tiene 8 años y su hermana 13. Ambas estudian en el colegio Sierra Blanca. Son cuatro hermanas. Las otras dos no han hecho los cuestionarios. «Para nosotros fue toda una sorpresa», reconoce Isabel Brichette, la madre de esta familia numerosa, que también admite sus dudas. En el centro han propuesto a Marta que el curso que viene estudie cuarto de Primaria con contenidos de quinto y que pase automáticamente a sexto. «No sabemos qué vamos a hacer, porque aunque es verdad de que ella ahora mismo está sobrada, hoy por hoy tampoco tiene problemas», insiste su madre.

Marta, pese a su situación y sus altas capacidades, ve el mundo con la naturalidad y la inocencia de una niña de su edad. Se explica como una niña mayor, tanto por el léxico que emplea como en la forma de expresarse. «Pero nunca me han llamado repelente ni repipi», matiza. Sus calificaciones son muy buenas y asegura que le gusta mucho su cole. Hacer los deberes no le entusiasma tanto, sin embargo.

Le encanta leer, sobre todo una colección titulada Ada y el país de Karisma. «Ya la he terminado y espero que en Navidad me regalen más libros», desea con desparpajo. También toca el piano en el conservatorio y está apuntada a clases de informática en horario extraescolar. Porque le gusta mucho la tecnología.

¿Qué quieres ser de mayor? «Juez, profesora o cantante famosa». «O las tres cosas», dice su madre, que insiste en el colegio para que ayuden a su hija a desarrollar todas sus potencialidades porque, como dice «tan discriminatorio es tratar a los iguales de forma desigual, como a los desiguales de igual forma».